Streaming: crítica de «Springsteen on Broadway», de Thom Zimmy (Netflix)
El documental se centra en uno de los espectáculos que el músico estadounidense dio en Manhattan durante más de un año, en los que combina historias personales, anécdotas e ideas con 16 de sus canciones, entre las cuales están muchos de sus grandes éxitos. Un extraordinario acercamiento personal, de deconstrucción y reconstrucción, de parte de una de las grandes estrellas de rock de todos los tiempos.
El Mito y Los Hechos. La Leyenda y La Realidad. Ya todos saben la frase de la película de John Ford al respecto. A lo largo de una carrera que se extiende por casi 50 años, Bruce Springsteen ha dedicado buena parte de ella a «imprimir la leyenda». Más que eso: a crearla. Una leyenda personal –la del héroe rockero de la clase trabajadora– y otra, pública, presentada en sus canciones: historias de hombres comunes –de New Jersey o de la América profunda–, policías, obreros, veteranos de guerra, adolescentes que se fugan de sus casas, hombres solitarios que sufren por amor, el poder y el placer del rock and roll, y un largo intento por entender algo así como el «alma» de los Estados Unidos y los marginados por el fracaso del «Sueño Americano».
Esas «leyendas» siempre estuvieron teñidas de una cáscara/máscara de verdad y autenticidad. Sin embargo, de unos años a esta parte, Springsteen parece haberse dedicado a desenmascarar algunas de sus propias creaciones. Sí, esas canciones son honestas y verdaderas, pero como todo «trabajo artístico» son también parte de la imaginación de su creador. Son ficciones, sueños y pesadillas de un escritor, mitos y leyendas. En su libro autobiográfico de 2016 y en este SPRINGSTEEN ON BROADWAY que se presentó en Manhattan durante más de un año y que hoy llega en forma de documental a Netflix y como banda sonora a Spotify (casi podía ser allí un «audiobook»), este Bruce que se acerca a los 70 parece decidido a mostrar un lado realmente verdadero, íntimo, de su personalidad, con algunos puntos en común con su personaje público pero con otros que no lo son, desde sus problemas familiares hasta su lucha contra la depresión.
El documental está pensado desde ese punto de vista. Si el show de Broadway es Springsteen puro y duro, SPRINGSTEEN ON BROADWAY mantiene y aumenta esa sensación «documental». Arranca con el rostro de Bruce ya en el escenario, no tiene ningun tipo de aditamento, no se ve el público hasta el último momento (y apenas se lo escucha, a diferencia de un show normal suyo) y se presenta casi como una mezcla de concierto en vivo, TED Talk y show de stand up. Casi una puesta en escena del libro, combinado con las canciones de una manera en la que es imposible hacer en papel. Pero Bruce, salvo en alguna ocasión, no lee de su propia prosa, sino que ha escrito una nueva, que va entrelazando biografía personal, carrera (dedica un tiempo a hablar de la E-Street Band, en especial de Clarence Clemons) e ideas sociopolíticas con canciones suyas que han hablado de eso a lo largo de sus discos.
Sin adornos ni una iluminación demasiado llamativa, sin arreglos musicales realizados a posteriori (si los hay no se notan, de hecho cuando se aleja del micrófono su voz se esfuma, se escuchan sus ruidos en escena y hay muchas diferencias de niveles de audio a lo largo del show) y con solo cuatro cámaras captando de manera eficiente pero sin lujos su performance, Springsteen va contando y deconstruyendo su historia, invitando de entrada al espectador (del show y ahora del documental) a percibir que su «truco de magia» siempre ha sido imaginar estas historias y hacerle creer a la gente que eran parte de su experiencia de vida. «Siempre canté sobre fábricas y jamás pisé una», dice. «Nunca trabajé cinco días de la semana hasta ahora», agrega, haciendo cita a su propio show diario. «Escribía sobre autos y no sabía ni manejar», concluirá.
Springsteen va de historias a canciones con su clásico recorrido narrativo al hablar, ese que lleva al espectador a través de anécdotas emocionales (reales o no, ¿quién sabe?) que hablan de conflictos familiares, personales y de historias de vida, propias y ajenas. En este caso, aún más que en sus shows en vivo (en los que también suele hablar bastante), Bruce le agrega una dosis alta de humor, tratando que su tono –que por momentos bordea el de un pastor de la iglesia, y no solo del rock and roll– se afloje un poco cuando parece ponerse un tanto excesivo. Aquí el personaje de las historias es él mismo. Y nada mejor que saber tomarse con un poco de humor.
En lo musical, entre los temas elegidos se incluyen varios de sus clásicos enlazados de manera tal que den cuenta de su biografía personal, aunque no necesariamente similar a la forma cronológica en la que fueron editadas. Va de «Growin’ Up» hasta la exquisita «My Hometown» (al piano, acaso su mejor versión), con las que atraviesa su infancia y sus recuerdos de Freehold, New Jersey. Hablará luego de la difícil relación con su padre («My Father’s House» y Long Time Comin’, acaso de los momentos en los que se pone más emocional) y de la mucho mejor que tuvo con su madre («The Wish», acaso el hallazgo musical del show, un excelente tema editado en un disco de Lados B, «Tracks», y muy poco conocido), para pasar de allí a hablar de sus viajes por el país («Thunder Road», «The Promised Land») y sus experiencias en el camino («Born in the U.S.A.», «Tenth Avenue Freeze-Out»).
Canciones sobre la vida matrimonial («Thougher than the Rest», «Brilliant Disguise», cantadas a dúo con su mujer, Patti Scialfa) y otras en las que pone el acento en su mirada política («The Ghost of Tom Joad, «The Rising», «Land of Hope and Dreams»), hoy más relevante que nunca antes, terminan por conformar un recorrido personal siempre teñido por la búsqueda de la intimidad con el oyente, casi confesional y, como en su libro, combinado con el fervor y la pasión que, desde que vio a Elvis Presley por televisión a los siete años, le ha generado el rock and roll. Entre predicador y pecador, entre profeta y paciente de psicoanálisis, entre contador de verdades y talentoso fabulador, la vida y las canciones de Springsteen encuentran un espacio y un escenario adecuado en este show. Y, en un punto, verlo en la intimidad de una plataforma como Netflix, tiene hasta más sentido que en un teatro. Es un one on one, el intento de una superestrella multimillonaria del rock de conectar con sus fans de manera personal. Desmitificando las historias para que, desnudas, vuelvan a reconstruirse como tales.
Nota 1: el show está subtitulado al castellano en Netflix, no así las canciones. Los subtítulos en inglés sí incluyen a las canciones, lo cual hace más comprensible la relación entre los textos y las letras. Es complicado ir y venir con los subtítulos, pero tal vez sea lo mejor, si no es posible dejarlo todo el tiempo en inglés.
Nota 2: acá está la banda de sonido del show completo tal como está en Spotify, incluyendo los textos y las canciones.