Streaming: crítica de «Conversaciones con asesinos: las cintas de Ted Bundy», de Joe Berlinger
Este documental de Netflix sobre uno de los más famosos asesinos seriales de la historia de los Estados Unidos permite conocer la perversa y extravagante mente de un criminal inteligente pero a la vez completamente disociado de la realidad.
Una de las cosas que Netflix mejor hace –y que seguramente mejores resultados comerciales le da– son los documentales sobre casos policiales complejos, famosos o controvertidos. También produce o distribuye muchas series de ficción del mismo tipo, pero en general la calidad en esos casos tiende a bajar. Para generar estos contenidos, la empresa no duda en asociarse a documentalistas con muy buena reputación en el medio, empezando por Errol Morris, uno de los grandes cultores del género, entre muchos otros cineastas y títulos.
Berlinger es también uno de los grandes especialistas en el género, con la particularidad que sus films tienden a centrarse más en personajes extraños y peculiares, aunque no siempre estén ligados a casos policiales. Entre sus mejores películas se cuentan BROTHER’S KEEPER, la trilogía PARADISE LOST y WHITEY, entre otros, además de dirigir algunos films de ficción. El «proyecto Ted Bundy» es doble, ya que en paralelo al lanzamiento de esta miniserie documental, Berlinger estrena en Sundance un film de ficción sobre el mismo y mítico asesino serial titulado EXTREMELY WICKED, SHOKINGLY EVIL AND VILE, protagonizada por Zac Efron en el rol del criminal.
La excusa del documental está dada por la posiblidad de disponer de todas las grabaciones en audio de las entrevistas que un periodista le hizo a Bundy en 1980 para publicar un libro sobre él. Pero las cintas terminan siendo una excusa para contar al detalle la historia del que quizás sea el asesino serial más famoso de los Estados Unidos, ya que en ellas no hay grandes revelaciones más que poder oir las peculiares elucubraciones de un sociópata criminal que cree poder controlar los relatos que se hacen sobre su persona sin poder evitar caer en contradicciones. Lo más inquietante de esas cintas es la manera en las que, sin incriminarse (él se declaraba inocente) y hablando en tercera persona, como si el asesino fuera otro, cuenta cómo funciona la mente de ese tipo de criminal. Una velada autobiografía.
Como el caso tal vez no sea tan conocido aquí como lo es en los Estados Unidos solo diré que al hombre se lo relacionó con decenas de brutales asesinatos de mujeres jóvenes en varios estados de ese país. Y lo que hace Berlinger, más allá de las grabaciones, es contar la historia del personaje, partiendo desde su infancia e incorporando cada hecho criminal con extraordinarios materiales de archivo y testimonios actuales de muchas personas involucradas en los casos que tuvieron lugar en la década del ’70. Para los expertos en los crímenes de Ted Bundy es probable que la película no agregue demasiado nuevo, pero para los que conocíamos apenas detalles sueltos del caso y del personaje es una historia realmente espeluznante.
Un poco como MINDHUNTER, la serie creada por David Fincher con entrevistas a criminales que también dio Netflix, Berlinger trata de escudriñar la mente de este personaje bastante inteligente, amable, en apariencia simpático y hasta elegante que se alejaba de todos los preconceptos de lo que entonces se buscaba o esperaba en un asesino. En ese sentido, ambas series conectan ya que aquí también se habla de la aparición del concepto de asesino serial y los posteriores esfuerzos del FBI en crear un sistema para entrevistarlos y entender sus formas de actuar, eje central de la serie de ficción.
Bundy era carismático y tenía un discurso muy armado sobre su persona, pero a la vez una gran disociación entre cómo él se veía a sí mismo y los actos crueles y salvajes que cometía, a los que por suerte Berlinger cuenta sin demasiado lujo de detalles ya que son horrendos. En apenas cuatro horas (se agradece cuando este tipo de documentales no se extienden más de lo necesario), Berlinger crea una pintura del personaje, de sus crímenes y, especialmente, de una época en la que el «sueño americano» da paso a una pesadilla, época en la que la violencia empezaba a manifestarse socialmente de maneras entonces inexplicables e inesperadas. Como otros documentales del género (me viene a la mente THE STAIRCASE) nos pone ante un personaje psicológicamente complicado, capaz de pasearse entre políticos y abogados como de cometer los crímenes más espantosos imaginables. Al menos entonces, un enigma.
Como dato curioso de la investigación es fascinante ver la impericia que muchos oficiales de los distintos estados y hasta el FBI tenían a la hora de resolver el caso. Sin la ayuda de internet, sin la presencia de los cuerpos de las víctimas y sin otros recursos tecnológicos actuales, encontrar y descubrir a Bundy fue una tarea complicadísima, enredada además por el desconocimiento que se tenía entonces de los modus operandi de este tipo de criminales y las dificultades tecnológicas para el cruce de información.
Los diagnósticos psiquiátricos están para que cada espectador los tome y analice, pero Berlinger también aprovecha esta historia –en especial el último episodio– para lanzar una mirada crítica hacia el deseo de venganza de una sociedad que pide a los gritos pena de muerte, incapaz de darse cuenta del ciclo de violencia que eso mismo genera. Más allá de las cintas, más allá de los detalles de los crímenes, investigación, persecución y juicios, lo que Berlinger deja en claro en este film es que Bundy no es una mente aislada que puede extirparse de la sociedad en la que vive. Si no, en alguna medida, el representante más desatado de esos mismos impulsos y pulsiones que hoy parecen haber vuelto a aparecer en primer plano.