Cannes 2019: crítica de «The Orphanage», de Shahrbanoo Sadat (Quincena de Realizadores)
Un adolescente que revende entradas de cine en Kabul, a fines de los ’80, es llevado a un orfanato en el que debe atravesar todo tipo de situaciones, tanto simpáticas como dolorosas. Un clásico «coming of age» con un enorme corazón cinéfilo.
Afganistán, fines de los años ’80, todavía bajo el control de la Unión Soviética tras años y años de guerras. Pero para los protagonistas de esta historia, al menos en principio, nada de eso importa. Ellos son chicos que han ido a parar a un orfanato en Kabul, recogidos de la calle en muchos casos tras cometer delitos. Qodrat, el principal protagonista de esta clásica historia de “coming of age”, ronda los 15 años y es un cinéfilo empedernido, fanático de las grandes estrellas de acción de Bollywood. Su “delito” consiste en comprar varias entradas para películas y, una vez agotadas, revenderlas mucho más caras. Detenido, va a parar al orfanato en cuestión sostenido con dinero soviético.
Allí vivirá las acostumbradas desventuras que suceden en lugares de este tipo. Qodrat se hace de un grupo de amigos en similar situación de abandono (uno de ellos, fanático del fútbol, porta una remera de Maradona de la Selección Argentina de entonces), debe lidiar con algunos clásicos bullies y, en un momento muy particular, hace con sus compañeros un viaje a Moscú a “educarse” en la historia de la URSS, incluyendo una bizarra visita a la tumba de Vladimir Lenin.
La película tiene una particular estructura ligada a su origen literario como diario personal: la mayoría de las escenas se suceden en forma de viñetas no siempre relacionadas entre sí y con varios puntos de vista diferentes. Si bien él es el principal protagonista, vemos en muchos momentos situaciones vividas por sus amigos y hasta por los “villanos” del grupo, con la clara intención de la directora de humanizar a cada uno de sus personajes, hasta los menos tolerables, todos víctimas de difíciles situaciones familiares y muchos de ellos hijos de “mártires” de la guerra.
Pero de a poco, en THE ORPHANAGE, se va construyendo una pequeña trama que tiene que ver, por un lado, con la relación amistosa de este grupo –particularmente excitable en lo sexual y muy curioso en general– y con la inminente caída del bloque soviético que, se sabe, tarde o temprano pondrá punto final a la experiencia. De todos modos, lo que hace particularmente especial al film de la directora de WOLF AND SHEEP es su profunda conexión cinéfila.
Varias escenas están filmadas como si fueran esas películas de Bollywood ochentosas que Qodrat ama. Y es así que cuando él se enamora o cuando, luego, suceden otras situaciones más densas y/o violentas, en lugar de empujar el relato hacia el drama político convencional o apostar por resoluciones tradicionales, Sadat elige salir del realismo y escapar mediante la imaginación y la fantasía a un universo en el que todo puede resolverse con unas patadas voladoras aplicadas en el momento exacto o con una canción romántica cantada justo cuando se pone el sol.