Streaming: dos películas de Virgil Vernier (Mubi)

Streaming: dos películas de Virgil Vernier (Mubi)

«Mercuriales» y «Sophia Antipolis», los dos primeros largos del realizador francés, exploran de manera original personajes y escenarios en los márgenes de las grandes ciudades. Los films de Vernier pueden verse hasta fin de mes, a modo de estreno, en la plataforma de streaming.

De los relativamente nuevos cineastas franceses no caben dudas que Virgil Vernier es uno de los más originales y reconocibles. Su cine no funciona dentro de los parámetros narrativos más transitados y esa especie de captura episódica, entre naturalista y fantasmagórica, de la curiosa serie de personajes que observa en sus dos largos es muy original. Nada en el título ni en las sinopsis de los films de Vernier pueden dar una idea con qué uno se va a encontrar. A lo sumo, si algún tema tienen en común, está relacionado con la existencia en los márgenes, en los suburbios, en ciertos no-lugares habitados por inmigrantes (o hijos de inmigrantes) y otras personas que no se ubican demasiado claramente dentro de las zonas «aceptables» de la sociedad, por más que por momentos lo pretendan.

En sus películas hay chicas bonitas que trabajan como oficinistas y sueñan con triunfar como modelos, otras que quieren operarse los senos para quitarse alguna inseguridad y que se les preste más atención, pero también hay muchachos que trabajan en seguridad, dispuestos a golpear violentamente a quien invada esos espacios curiosos en los que trabajan. Hay gente sola que empieza a creer en fuerzas superiores que pueden salvarla de sus depresiones y niñas astutas y vivaces que se manejan en esos espacios marginales como si estuvieran en su propia casa.

MERCURIALES hace eje, principalmente, en dos amigas que trabajan en los dos edificios que dan título al film, torres que se pueden ver al costado de la autopista que lleva del aeropuerto parisino a la ciudad en sí. Poco sabemos lo que pasa adentro. Vernier prefiere quedarse en describir la vida de estas amigas –una francesa, otra de origen moldavo, ambas de look y actitud muy similar– atravesando distintas situaciones que se adivinan bastante casuales: compartiendo momentos con una pequeña niña, yendo a una piscina, caminando, en reuniones sociales, saliendo por la noche y así. Vernier no construye nada parecido a una trama. La película son como snapshots de las vidas de estas chicas y de alguna gente que las rodea, todo filmado en granuloso 16mm.

En SOPHIA ANTIPOLIS hay una alteración fundamental. Si bien aquí no hay protagonistas tan evidentes, sí hay una línea narrativa que avanza a manera de postas, un poco como una «puesta en abismo» en la que cada situación, persona o grupo tiene su momento y espacio. La película parece continuar en el tono de la anterior cuando vemos a chicas bastante similares en estilo (y en la forma de Vernier de filmarlas) a las de MERCURIALES averiguando con un cirujano plástico para hacerse cirugías y aumentarse el tamaño del busto. Como en el otro film (que comenzaba con un chico que trabajaba en seguridad del edificio pero luego lo abandonaba) aquí sucede lo mismo: las chicas prácticamente desaparecen del relato de ahí en adelante.

Lo que sigue igual al primer film es la idea de tomar un lugar reconocible y mostrar su lado B, sus zonas oscuras. En este caso, «Sophia Antipolis» no es el nombre de una persona sino de un parque tecnológico, un escenario que sirve de lugar de radicación de oficinas y empresas de varios países del mundo, incluyendo una universidad. Como en MERCURIALES es muy poco lo que vemos del lugar, salvo alguna gente que trabaja y/o vive allí y lo que lo rodea. La línea narrativa aquí es más clara. Tras la introducción con las chicas por operarse la película hace eje en un par de mujeres que participan de una especie de secta que intenta convencerlas de que el mundo está por acabarse. Y de allí, sí, la película retoma el mundo de los guardias de seguridad, pero esta vez con un giro algo más violento, político y polémico.

Lo que estos guardias, y algunos habitantes del lugar, hacen, es entrenarse para la auto-defensa ante cualquier tipo de ataque: callejero, terrorista, robo, violación, etc. Esta suerte de grupo que podría ser considerado neo-nazi si no fuese porque no es racialmente uniforme va ejercitando y poniendo en práctica, a lo largo de la segunda mitad de SOPHIA ANTIPOLIS, algunas de sus violentas metodologías. Y acaso la desaparición de una mujer también llamada Sophia tenga que ver con ellos. Todos aquí viven con extrema tensión y miedo algo que, en cierto modo, es inexplicable pero que el film transmite claramente. En medio de ese curioso lugar (también al borde de una autopista, también visible cuando uno viaja del aeropuerto de Niza a Cannes, por ejemplo) da la impresión que cualquier cosa puede pasar. Y la violencia se palpa aunque no se sepa bien cuál es el origen.

"Mercuriales" y "Sophia Antipolis", los dos primeros largos del realizador francés, exploran con originales recursos cinematográficos, una serie de vidas en zonas marginales de las grandes ciudades. Los films se pueden ver hasta fin de mes, y a modo de estreno, en la plataforma de streaming online.

En ambos films Vernier demuestra un manejo extraordinario de la puesta en escena de detalles y pequeños momentos. Su intención, queda claro, no es construir líneas narrativas precisas ni ahondar, salvo circunstancialmente (aquí hay una mujer vietnamita que quedó viuda, otra que sufre porque su hija adolescente se fue de su casa) en el realismo psicológico de sus personajes. Todos ellos de algún modo se funden con el espacio, generando y siendo parte de un paisaje de no-lugares que están más habitados y poseen más historias de las que uno imagina cuando los cruza casualmente y los ve desde la ruta.

Un poco como FLORIDA PROJECT pero sin los recursos narrativos un poco más tradicionales de aquel film, las películas de Vernier son pequeñas historias de personajes ocultos que viven en medio del concreto suburbano. No son dramas miserabilistas ni un intento de mostrar las vidas en los márgenes en un sentido de crítica social convencional. Es una forma absolutamente cinematográfica de acercarse a personas y lugares en transición, en movimiento. Perdidas, de alguna manera, como los personajes de ese clásico film norteamericano, en medio de la noche.