Festivales: crítica de «True History of the Kelly Gang», de Justin Kurzel (Toronto)

Festivales: crítica de «True History of the Kelly Gang», de Justin Kurzel (Toronto)

por - cine, Críticas, Festivales
09 Sep, 2019 11:47 | comentarios

Violento, impactante y estéticamente arriesgado neo-western que cuenta la vida del mítico forajido que se convirtió en una especie de Robin Hood australiano a fines del siglo XIX. Con George MacKay, Russell Crowe, Nicholas Hoult y Christopher Hunnam.

A lo largo de la historia del cine se han hecho varias películas sobre el notorio forajido australiano Ned Kelly: más realistas, más absurdas, no siempre a la altura de la complejidad del personaje. Hay varias realizadas en los años ’30 y, más cerca en el tiempo, está NED KELLY, el film de Tony Richardson que tenía nada menos que a Mick Jagger en el papel central y, más cerca aún, otra NED KELLY, protagonizada en este caso por Heath Ledger, película que nunca vi pero que no viene precedida de una gran reputación. Se trata de un personaje perfecto –un outlaw amado por el publo, suerte de Robin Hood local– tanto para los escenarios abiertos del western australiano como para mostrar ese tipo de violencia que nos es familiar desde ese tipo de territorios desolados y abandonados a los instintos más primarios.

Kurzel, director de THE SNOWTOWN MURDERS y de una adaptación de MACBETH muy particular que compitió en el Festival de Cannes en 2015, se le atreve ahora a la saga del justiciero y forajido Kelly con la mezcla tonal que ya es característica en su obra: una rara combinación entre realismo sucio y estilización formal que va mutando de una a otra de manera cronológica. Las suyas son películas que comienzan de una modo y terminan de otro muy distinta, haciendo que la tensión y locura de los personajes se vaya adueñando formalmente de la puesta en escena.

El film, basado en una novela de Peter Carey ganadora del Man Booker Prize en 2000, se saca de encima casi todas las referencias y modos literarios más allá de la inevitable voz en off. Se divide en tres partes y comienza con la infancia de Ned (encarnado de niño por Orlando Schwerdt). El eje de la primera es su historia familiar –eran inmigrantes irlandeses– y las presiones soportadas por su timorato padre, quien se enfrenta a un corrupto y vicioso militar (Charlie Hunnam) y pierde, dejando a Ned, el hijo mayor, como proveedor familiar y suerte de «marido alternativo» de su madre, la dura y difícil Ellen, una mujer joven y de carácter fuerte que empieza a rodearse de amantes, muchos de ellos pagos. De algo hay que sobrevivir en medio de la nada y la mujer no tiene problema en hacer ese trabajito al lado de sus hijos.

Ned empezará a entablar una relación paterno-filial con Harry Power (un Russell Crowe muy alejado de sus épocas de galán), una de las visitas usuales de su madre, quien lo empieza a incluir en sus negocios y le enseña a usar armas. La relación entre Ned y Harry se irá complicando, volviéndose más tensa y ambigua, y esa educación en un mundo real –de la política y la traición en la alta sociedad británica– lo irá de a poco convirtiendo en un criminal hasta hacerlo terminar en la cárcel.

Es por eso que, tiempo después, Ned (ya encarnado por el intenso George MacKay, de CAPITAN FANTASTICO, PRIDE y la inminente 1917, de Christopher Nolan, entre otras) se junta con su hermano y dos amigos, convirtiéndose en la temida Pandilla Kelly, de esas que se transforman en mitos invisibles para los «ciudadanos de bien», historias que se cuentan por la noche para meter miedo a los ricos e ilusionar a los humildes. Los tipos andan con cascos de metal, atacan disfraados de mujer, roban violentamente, regalan el dinero y así. El principal enemigo con el que deberán lidiar de ahí en adelante es un perverso jefe de policía (Nicholas Hoult) que se introduce en la vida familiar de los Kelly, seduciendo a la propia familia de Ned y hasta atravesando algunas tensiones sexuales con el bandido.

El miedo, en realidad, lo va metiendo Kurzel, que más y más empieza a convertir a su película en una de horror, con algunas escenas más propias de un videoclip de una banda tipo Nine Inch Nails que de un western. Por momentos se pasa de preciosista, con una puesta casi operística que llama la atención por sí misma al punto de volverse más importante que la lógica de la propia historia, que se pierde un poco entre tanto fuego de artificio, efecto visual y rareza formal. Sin embargo, algunos momentos sobre el final –cuando la pandilla debe enfrentarse al poder de turno en medio de demenciales balaceras– los excesos formales generan situaciones de inesperada aunque negrísima y violenta belleza.

Pero es en los momentos un poco más pequeños y humanos que la película crece. En la ambiguedad que surge en todas las relaciones que establece Kelly, tanto con su madre, como con su mentor y más adelante con su gran enemigo. En todos los casos son mecánicas perversas, de fuerzas que se atraen y se repelen y que solo pueden ser «resueltas» por la vía más violenta imaginable. TRUE HISTORY OF THE KELLY GANG puede no ser completamente «verdadera» (hay mucho en la película y en la novela que es pura invención) pero sí es impactante y poderosa. Una suerte de JUAN MOREIRA australiano, en una versión XXL pero con una lógica parecida a la de las propuestas de Leonardo Favio de los años ’70: tomar leyendas del folclore popular local y convertirlos en personajes propios de una opera. Mitos fundacionales de una nación.