Online: crítica de «Amazing Grace», de Sydney Pollack y Alan Elliott

Online: crítica de «Amazing Grace», de Sydney Pollack y Alan Elliott

por - cine, Críticas, Estrenos, Streaming
09 Sep, 2019 09:39 | comentarios

El concierto filmado en 1972 que –primero por problemas técnicos y luego legales– recién vio la luz este año es una celebración del poder de la música gospel en la voz de una de las más grandes cantantes de la historia. Una experiencia bella, emotiva y hasta religiosa.

En la historia del cine hay muchas películas que jamás se han dado a conocer o bien que nunca se terminaron. Por distintos motivos –técnicos, legales, presupuestarios, etcétera– hay miles de proyectos abandonados, perdidos, dejados de lado. Que, casi 47 años después de haberse filmado, se haya recuperado y reconstruido una de esas películas debe considerarse como algo parecido a un milagro. Y si el film en cuestión intenta ser, en cierto modo, una experiencia religiosa, el milagro debería se doble. Y hasta debería poder volver creyentes a los ateos.

De hecho, hay algunos momentos durante AMAZING GRACE en los que hasta un ateo como yo puede sentirse testigo de una experiencia divina, trascendente. Cuando promediando el film, Aretha Franklin interpreta la canción que da título a esta película-concierto, la vibración en el lugar (el New Temple Missionary Baptish Church de Los Angeles) se siente en la piel. La gente llora, grita, se arrodilla y extiende sus brazos al cielo como poseída. Y por más que uno lo esté viendo en una pantalla, lejos, muy lejos de la experiencia real, es imposible tomar distancia. A través de la voz de Aretha algún conjuro mágico parece producirse. Algún tipo de manifestación de la divina gracia. Una película capaz de producir un momento como ése –y dos o tres más que están muy cerca– merece ser considerada un clásico. Redescubierto y tardío, pero clásico al fin.

¿Qué historia rara oculta AMAZING GRACE y por qué no pudo darse a conocer hasta ahora? La primera de las razones es mucho más banal y ridícula de lo que se pueden imaginar. El entonces muy joven realizador Sydney Pollack recibió el encargo de filmar en 1972 la grabación de un concierto en el que Aretha, entonces en su pico de popularidad como cantante soul, volvía a cantar gospel, la música con la que creció y se formó. Y Pollack se encargó de la tarea con un grupo igualmente joven de camarógrafos. Pero nadie se acordó de usar la famosa claqueta que es fundamental para sincronizar imagen y sonido (lo era mucho más en la época analógica) por lo que fue imposible compaginar ambas cosas de las decenas de horas filmadas en los dos conciertos con cámaras de 16mm. Y la película del concierto se abandonó por completo. Latas en alguna bóveda de Warner.

Corte a 2007. Alan Elliott es un productor musical que, gracias a las posibilidades de la edición digital, logra armar la película, una que es tan suya o más que del propio Pollack. Pero ahí es la propia Aretha, por motivos que nunca quedaron del todo claros, la que no da permiso a que se estrene, haciéndole un juicio a Elliott. Y así siguió todo enredado hasta que la diva murió en 2017 y la familia aceptó la idea, arregló números y AMAZING GRACE vio la luz. Nunca se sabe qué impacto podía haber tenido en su momento –el disco sigue siendo hasta hoy el más vendido de la música gospel–, pero el de hoy es incalculable. Como testimonio de una época, de un momento y de una experiencia musical irrepetible.

AMAZING GRACE es muy compacta y concreta. Más allá de algunos preparativos al comienzo (un detrás de escena que incluye en plano al propio Pollack) y algún otro momento ligado a algún deserfecto técnico, es un resumen de dos noches de música gospel en dicha iglesia. Aretha, a veces al piano y otras cantando detrás de un atril, el reverendo James Cleveland –que ofició la ceremonia, cantó y tocó el piano–, el excelente Coro Comunitario del Sur de California y la ajustadísima banda de Franklin haciendo canciones del repertorio gospel más un tema de Marvin Gaye y un medley que incluye el clásico de Carole King, «You’ve Got a Friend». No hay un solo exterior y la edición va combinando escenas de los músicos con otras del público (muchos de ellos en pleno éxtasis, algunos famosos como Mick Jagger, Charlie Watts y Jesse Jackson, y otros) de una manera clásica pero con un elemento casi amateur que vuelve a la película más real y menos «profesional».

Esa crudeza del material funciona a la perfección con una música que busca el contacto más directo posible con algún tipo de experiencia religiosa. Es la voz de Aretha, fundamentalmente, lo que hace posible que este registro cobre un vuelo que por momentos es épico. En canciones como «How I Got Over», «Old Landmark», «Never Grow Old» o la que da título al film –por destacar solo algunas de un todo más que potente– su voz no solo afecta claramente a los presentes sino que trasciende el pequeño escenario para volverse épica, como si estuviera cantando en el estadio más grande del mundo. O hablando directo con el más allá.

Es cierto que asumir que una potente voz afroamericana cantando gospel pueda conjurar algún tipo de experiencia mística es casi un previsible lugar común. Pero no se me ocurre otra manera de explicar la potencia emocional de AMAZING GRACE. Aretha casi no habla al público ni saluda, no hay pirotecnias visuales y la música es estrictamente funcional a su fraseo vocal. A través de su voz y del contrapunto con el coro es que sucede todo. Y uno no puede distraerse un segundo de la pantalla, tal es la potencia de lo que se produce allí. «Ese algo intangible» al que se refiere su padre, también reverendo, cuando sube al escenario a decir unas palabras. Algunos eligen llamarlo Dios o de otras mil maneras. Otros preferimos llamarlo belleza, emoción, gracia. O bien música. En este caso, una música celestial.