Festival de Pingyao: crítica de “Perdí mi cuerpo”, de Jeremy Clapin (Netflix)

Festival de Pingyao: crítica de “Perdí mi cuerpo”, de Jeremy Clapin (Netflix)

por - cine, Críticas, Festivales, Streaming
18 Oct, 2019 04:19 | comentarios

Excelente película de animación que se presentó en la Semana de la Crítica de Cannes. Un film multigénero, original, oscuro, tierno y emotivo a la vez. Llega a Netflix el 29 de noviembre.

Para alguien que tiene, como yo, una difícil relación con el cine de animación, una película como PERDÍ MI CUERPO fue casi una revelación. No porque uno no sepa que en el marco de la animación se pueden contar las historias más adultas y extraordinarias sino porque rara vez se genera una que funcione tan bien en tantos registros distintos. Es una película de suspenso, una de terror, un drama, una comedia, una tragedia y una historia de amor. Una película que puede ser tierna y encantadora como oscura y tenebrosa. Un film extraordinario.

Se la podría comparar, si se quiere, con algunos experimentos animados de Tim Burton pero el film de Jeremy Clapin es un poco más amable y menos oscuro. Tiene algo muy francés (uno de sus guionistas también lo fue de AMELIE) y encantadora que le das un tono diferente. Pero a la vez no niega ni disfraza las zonas más oscuras de sus personajes. Todo en el contexto de un trabajo de animación excepcionalmente cuidado, casi de libro de cuentos.

Perdí mi cuerpo

PERDÍ MI CUERPO es la historia de una búsqueda, de una historia estructurada a modo de intriga y armada en base a dos ejes paralelos de relato. Por un lado vemos una literal mano atravesando todo tipo de dificultades y problemas en su intento de encontrarse, como imaginamos por el título, con el resto del cuerpo. Y, a la vez, en lo que podría ser una cadena de flashbacks, la historia de un joven circunspecto y torpe que ha atravesado una enorme tragedia personal y anda por la vida sin rumbo y sin objetivos.

Mientras la mano en cuestión se escapa de autos, ratas, personas y otros contratiempos que se cruzan en su camino, Clapin nos va dando información sobre la vida de quién suponemos que es el dueño de esa mano (aunque el chico en esas escenas tiene sus dos manos). Lo vemos intentar, torpemente, conquistar a una chica a la que conoce (al menos verbalmente) gracias a su trabajo como repartidor de pizzas y a la que luego sigue con stalker enamoradizo. Finalmente entablarán una rara conexión que precipitará algunos hechos que conducirán a la paralela historia de la mano en cuestión.

Perdí mi cuerpo

Clapin pasa de la historia de Naoufel y Gabrielle con sus costados tristes y amargos pero también tiernos y hasta románticos (la escena en la que se «conocen» a través de un portero eléctrico es excelente y será seguramente robada/imitada pronto en alguna comedia romántica) a las desventuras por momentos violentas y desagradables que atraviesa la mano en un estilo que por momentos se acerca al del cine de terror en función de las enormes dimensiones que en ese contexto tienen insectos, ojos, utensilios cotidianos, etc.

Lo que cuenta la película, finalmente, es la historia de una reunión, de un reencuentro, la recomposición de una persona que perdió algo importante en su vida (la mano, en definitiva, no es más que una metáfora) y que está intentando reconstruirse a si misma. Y lo hace de una manera bella y poética, apuntando al entretenimiento y a la emoción, como las mejores películas de ese y de otros géneros. En algún punto, pese a sus diferencias estéticas y formales especificas, PERDÍ MI CUERPO no es tan distinta a las más adultas películas de Pixar, que también combinan todos esos elementos humanos y emocionales en una aventura extraordinaria. No sería extraño, de hecho, ver una remake hollywoodense de esta pequeña maravilla francesa de animación.