Festival de Mar del Plata 2019: críticas de la Competencia Estados Alterados
En este post dedicado a la competición de películas «de vanguardia» se analizan los títulos de Eloy Enciso, Mauro Herce, Affonso Uchoa, Camila José Donoso y la dupla del cineasta Teddy Williams y el poeta Mariano Blatt, entre otros.
BIRD ISLAND, de Maya Kosa, Sergio da Costa. Esta mezcla de documental con ficción es un relato acerca de las experiencias de un joven que empieza a trabajar en un pequeño centro de atención a pájaros y entabla relación con los que viven y se dedican a eso hace años. El protagonista, Antonin, es el aparente elemento de ficción que se agrega a los demás, que se interpretan a sí mismos. El otro es la voz en off, a modo de relato de sus experiencias en el lugar. En un tono neutro, de claras reminiscencias «bressonianas», Antonin va contando sus experiencias en el lugar y hablando de sus colegas en el trabajo.
A partir de ese relato en el que Antonin cuenta también su «propia» historia previa, BIRD ISLAND modifica el tono de lo que, de otro modo, sería un más tradicional documental sobre este pequeño y devoto grupo de personas que se dedica al cuidado de todo tipo de pájaros en este remoto paraje. Si bien por momentos el film se acerca al costado film de denuncia ecologista, las experiencias narradas por el protagonista le dan a la película un carácter más personal y reflexivo. Breve y amable, con alguna sorpresa dramática sobre el final, el filme suizo pasó por Locarno, San Sebastián y otros festivales.
LONGA NOITE, de Eloy Enciso (link)
NONA. SI ME MOJAN, YO LOS QUEMO, de Camila José Donoso. La directora chilena de las muy buenas películas NAOMI CAMPBEL y CASA ROSHELL experimenta aquí otra vez más –y como también sucede en otras películas de esta sección– con la mezcla del documental y la ficción, o con una suerte de documental performático, en el que personas reales hacen para las cámaras versiones no del todo realistas de sus propias vidas. Es difícil –y no importa, realmente– saber qué es cierto y qué no en el film de Donoso, más allá de sus distintos registros de captura de imagen que parece decirnos que lo que está filmado en formato casero debería ser documental y lo más formalmente prolijo, no. Bueno, yo no estaría muy seguro de esto tampoco.
El film se centra en Josefina, la abuela de la directora, una mujer entre coqueta y «peligrosa», que puede hablar con las vecinas de su pueblo de Pichilemu, de temas menores y luego explicar cómo se hace una bomba molotov. Mientras comparte experiencias de vida a cámara, en el pequeño pueblo al que hace poco se mudó –luego de una, explosiva, separación–comienzan a suceder algunos incendios forestales que, dicen, no son accidentales sino causados por alguien. Habiendo visto las habilidades para el tema de la elegante señora o su aparente poca preocupación –al menos al principio– por estos incendios, uno podría suponer que ella está involucrada. Pero nada es tan así en este juego entre lo real y la fábula que incopora, como parte de la historia de vida de la Nona protagonista, el pasado pinochetista y lo hace parte de su experiencia y de la trama.
DEMONIC, de Pia Borg. Este muy interesante mediometraje australiano parte del famoso caso de «Michelle Remembers», un exitoso libro publicado en 1980 en el que una mujer contaba a su terapeuta sus experiencias con sectas satánicas en su infancia. Ese libro generó toda una ola de terror en los Estados Unidos –que luego reapareció en el caso de la McMartin School– en el que la gente empezó a entrar en pánico acerca de la existencia de sectas que abusaban de niños, especialmente en escuelas, jardines de infantes o guarderías.
Mediante el uso de actores, «recreaciones» de diálogos en donde lo real se mezcla con la ficción y, especialmente, las imágenes creadas digitalmente que hacen las veces (y de manera muy convincente) de escenarios reales, Borg se mete dentro de este universo de paranoia y locura en el que ficciones y mentiras toman estatuto de realidad a partir de los temores de los padres a partir de específicos cambios culturales que se dieron a partir de los años ’70.
De algún modo, casual o no, también la película parece hablar de cierta realidad actual en la que se juzga y se sentencia sin ningún cuidado ni respeto por los hechos. Una cultura –la norteamericana– en la que el puritanismo ha hecho estragos al punto de que a muchos les resulta imposible o innecesario esperar que los hechos respalden a las ideas preconcebidas. Las propias imágenes de la película (una especie de «alternative facts» digitales) así lo prueban.
LONELY RIVERS, de Mauro Herce. Otro de los films de origen gallego que forman parte de esta sección, este es el que menos lo parece desde las imágenes. Los que vieron el anterior documental de Herce, DEAD SLOW AHEAD (estas escenas se grabaron para esa película pero quedaron fuera del corte final), quizás puedan entender más rápidamente qué es lo que sucede aquí, en donde vemos a un grupo de personas de origen asiático (filipinos, parecen, en su mayoría) cantar, con mucha pericia, canciones en un improvisado karaoke en una habitación que luego sabremos donde está ubicada.
Así, mientras vemos a los muchachos beber y cantar clásicos y éxitos pop recientes –y seguir cantando y seguir bebiendo–, la película va dando espacio también a las miradas, la tristeza, la alegría, el cansancio y las sensaciones de los que ofician de espectadores/oyentes de cada canción. Cuando llegue la canción cuya letra da título al film quedará más en claro la situación específica de estos melancólicos, borrachos y tristemente festivos cantantes. «I’ll be coming home/Wait for me», dice la letra del tema de los Righteous Brothers que entona uno de ellos. Y esa expresión resume mejor que nada este pequeño y emotivo mediometraje.
PARSI, de Eduardo «Teddy» Williams y Mariano Blatt. La cámara libre, loca, despojada de todo control (literalmente, en manos de una de las chicas que camina y corre velozmente por las calles de un pueblo en Guinea-Bissau) que ya es marca registrada del cine de Williams tiene en este cortometraje un «agregado» inusual que cambia, en buena manera, el eje de su cine. Apenas hay diálogos en el film (los que hay son poco comprensibles) sino que lo que se escucha es un largo, literalmente inacabable y extraordinario poema en forma de listado de Blatt, que empieza cada frase usando la expresión «Parece…» (aquí pueden encontrar una versión de ese texto)
La descripción tan argentina y local de los textos de Blatt («Parece tu foto de perfil/Parece que me la voy a jugar por vos/Parece que estoy hasta las manos/Parece un chinito flaco parado en la puerta de un supermercado/Parece el viento que te hacía volar/Parece el Imperio de Lacroze…«) tiene tan poco que ver con las imágenes que registran los «personajes» de Williams que en ese choque se genera una suerte de nuevo sentido, más abstracto, cuyas potenciales interpretaciones son secundarias a su propia potencia visual. Lo mismo sucede con el escrito por Blatt, cuya sumatoria de expresiones de uso común (y no tanto) generan un nivel de identificación enorme y, a la vez, completamente alienígena en relación a las imágenes. Parece que es una muy buena película. Parece que hay que verla.
PRÍNCIPE DE PAZ, de Clemente Castor. Admito que ciertas evoluciones de la modernidad cinematográfica me dejan un tanto confundido. Películas como PRÍNCIPE DE PAZ, por ejemplo, premiada en FICUNAM y en Marseille es uno de esos casos. Sin dudas es una película libre, original, inquieta y, especialmente sobre el final, consigue cierto peso y contundencia cinematográficas. Pero gran parte de sus elecciones me dejan afuera, especialmente tratándose de un film de más de 90 minutos. Es el clásico relato experimental que podría tener (o mantener) su interés con la duración de un corto o, como mucho, un mediometraje. Pero cuesta entender qué es lo que Castor pretende hacer en este formato.
La película mezcla escenas que podrían considerarse propias de un documental (reiteradas visitas a médicos, por ejemplo), otras que van por lado experimental (imágenes capturadas en video con textos sobreimpresos), elementos claramente de ficción y un aire de collage de imágenes y escenas sueltas a las que cuesta encontrarles algún hilo conductor más allá de retratar las vidas de personas de clase baja en algún remoto lugar de México.
Hay momentos atractivos (algunos del tipo «musical» o la ya citada gravedad y espectacularidad visual que el film alcanza sigue el final) junto a muchos otros aleatorios o sencillamente incomprensibles. Uno tiene la sensación de que hay algo de ejercicio de escuela de cine ambicioso aquí y tal vez esa sea la mejor manera de acercarse a este trabajo: como un catálogo de escenas a modo de prueba y ensayo de un cineasta que va tratando de encontrar su camino.
SETE ANOS EM MAIO, de Affonso Uchoa. Este mediometraje de uno de los codirectores de ARABIA se enfrenta a la violencia racial de la policía brasileña desde un ángulo inusual, partiendo de la reconstrucción de un hecho de agresión policíaca para luego derivar la narración hacia otros lados. La primera parte, shockeante, recupera la experiencia de la agresión en cuestión, con detalles que bordean lo escabroso. Lo que sigue –en este filme de 42 minutos que puede dividirse en tres partes– es algo que ya hemos visto en su anterior film: un personaje contando su historia de vida a otros que lo escuchan con la atención. La tercera, si se quiere, será la más curiosa y original de todas, transformando la experiencia en una suerte de acto político/coreográfico de resistencia a la violencia policial.
Sin dudas, el centro y eje del film tiene que ver con el relato que hace Rafael de lo que le sucedió a él luego de ese episodio de violencia que sufrió y que tiene que ver con la cadena de eventos desafortunados que se desencadenaron a partir de eso. En cierto modo, Uchoa deja en claro que estos episodios de violencia no solo tienen efectos concretos y físicos en el momento sino que sus secuelas se sienten por años y años. Si esa experiencia personal se socializa –como sucede sobre el final– es evidente que la acumulación de estos actos genera una población tan golpeada como furiosa, agresiva, que no está dispuesta a seguir siendo abusada.
En tres instancias, estética y formalmente muy distintas, Uchoa pone en juego no solo una historia sino tres maneras diferentes de contarla. La primera, acaso la más controvertida, es llamativamente gráfica, lo cual es necesario para dejar una expectativa alta respecto a la historia que después contará (que es igualmente o aún más terrible, pero solo la escuchamos en sus propias palabras) aunque por momentos bordea el exceso. Más allá de eso, de ahí en adelante la película es contundente. Una defensa, a través de la palabra y el cuerpo, ante un país (una policía y ahora un gobierno) que avasalla a su propia gente.
SUBJECT TO REVIEW, de Theo Anthony. Este documental que, entre otras cosas, muestra la amplitud artística de la empresa ESPN a la hora de comisionar o adquirir documentales «deportivos» para su ya célebre sección «30×30», tiene poco que ver con el anecdotario preciso y específico que suelen contar esos films y se parece más a un ensayo teórico en un estilo europeo que recuerda a aquel film sobre John McEnroe titulado IN THE REALM OF PERFECTION.
Sí, es sobre tenis. Y más precisamente sobre el «Ojo de Halcón», el mecanismo tecnológico por el que se define, desde hace unos 15 años –cuando fue implementado– cuándo una pelota entra o sale afuera del espacio determinado como válido por el golpe que la envía allí. Con un muy formal locutor al que vemos en cámara, Anthony cuenta la historia del aparato en sí, cómo fue implementado y cómo funciona, algo que es mucho más complejo de lo que suponía yo, que soy habitual espectador de este deporte.
Pero, más allá de eso, el mediometraje se presenta como un tratado ontológico sobre los límites de la percepción: qué es real, qué es virtual y hasta qué punto la cámara o los dispositivos técnicos –que sí pueden ver más y mejor que el ojo humano pero nunca de manera 100% perfecta– pueden captar esa elusiva cuestión llamada «realidad» sino tratar de aproximarse a ella de una manera matemática. Sí, es una película sobre si un saque de Federer entró o no entró (por poner un ejemplo), pero también es un estudio sobre las reglas y los límites que las personas nos ponemos para entender una realidad que no tiene líneas divisorias tan claras. Seguramente Anthony ya está haciendo otra película sobre el VAR.