Festivales: crítica de «Dinner in America», de Adam Carter Rehmeier (Sundance)

Festivales: crítica de «Dinner in America», de Adam Carter Rehmeier (Sundance)

por - cine, Críticas, Festivales
26 Ene, 2020 10:39 | Sin comentarios

Producida por Ben Stiller, esta ácida comedia dramática se centra en las desventuras en las que se enreda la extraña pareja que conforman un pirómano veinteañero y una excéntrica estudiante.

Por su espíritu agresivo, contestatario y casi violento pero a la vez humano y hasta tierno, DINNER IN AMERICA se despega un poco de buena parte del cine norteamericano reciente, al menos en sus formas. La película de Rehmeier, que cuenta con Ben Stiller entre sus productores, es el relato de un encuentro, de un inesperado choque que le cambiará la vida a los dos protagonistas. Y ese choque es también el de los personajes con el público, uno que al principio será bastante incómodo.

DINNER IN AMERICA arranca contando las peripecias de Simon (Kyle Gallner) al salir de lo que parece ser un testeo pago de alguna droga experimental que no concluye de la mejor manera. Se trata, claramente, de un tipo agresivo, violento, que casi no parece tener control de sí mismo. Y apenas comienza el film –que, aclaro, apuesta por un tono de comedia brutal, pero comedia al fin– el tipo termina cenando en la casa de una familia y arruinándoles la vida, tanto emocional como físicamente. Simon es un tipo en apariencia detestable: fastidia y molesta a quien se le cruce y tiene un gusto por la piromanía. No sabemos con que peso emocional carga pero es evidente que está al borde de causar (o causarse) un daño irreparable. Y encima la policía lo persigue.

En su camino se cruzará Patty (Emily Skeggs), una chica rebelde pero solitaria, con pocos amigos y de esas que son víctimas de constante bullying en la escuela. A ella le gusta una banda de punk local (algo que será clave luego en la trama y que los acercará más) pero por su aspecto y su comportamiento un poco extravagente, a Patty le cuesta conseguir amigos. Ambos se cruzarán por en el camino en este suburbio de Detroit y, si bien al principio ni ellos imaginarán una posible conexión, terminarán teniéndola. Primero, cuando él se meta a vivir en la casa de su familia arreglando en cierto modo algunos «problemitas» internos. Y, luego, ayudándose a lo largo de una serie de caóticas desventuras y encuentros con distintos personajes.

El formato de la película (que puede ser considerada una buddy movie, pero también una historia romántica con sus particularidades) no es necesariamente original, pero el tono de DINNER IN AMERICA es más ácido, anárquico y, si se quiere, hasta punk que las tradicionales comedias de este tipo que juntan a dos personas en apariencia muy distintas entre sí y los vuelven íntimos. Los diálogos y el carisma de los actores, la curiosa química que hay entre ambos y la potencia y el significado de la música en sus vidas serán algunos de los elementos que servirán para convertir a la opera prima de Rehmeier en una de las más agresivamente simpáticas películas de esta temporada.