Berlinale 2020: crítica de «Never Rarely Sometimes Always», de Eliza Hittman (Competencia)
A partir de la historia de las complicaciones de una adolescente para realizarse un aborto en Estados Unidos, la directora de «It Felt Like Love» hace un sutil pero muy poderoso relato centrado en las distintas formas de la violencia de género.
La temática puede no ser nueva ni sorprendente, pero la forma en la que Hittman la narra acaso sí lo sea. Estamos ante una película sobre una chica adolescente que queda embarazada y decide abortar. Pero ese resumen no sirve para describir cómo la directora de BEACH RATS cuenta esa historia y lo que hace con ella. En un sentido, acaso más literal, es una película casi acerca del minuto a minuto del proceso que va desde enterarse a llegar al momento de hacerlo. Pero la película parte de esa dramática situación –que si bien es legal en Estados Unidos tiene igualmente sus trabas y complicaciones– para explorar la vida de una adolescente (en realidad, de dos) que tiene que enfrentarse a un mundo masculino agresivo y violento que la sacude a cada paso.
Autumn vive en un pequeño pueblo de Pennsylvania en una familia trabajadora –y con muchos hermanos– y al principio del film se la ve cantando una canción en un concurso de talentos escolar y tener una tensa escena con dos chicos distintos, uno que la interrumpe en medio de su actuación y otro que se burla de ella en un restaurante. Además, claro, del padre, que la maltrata entre irónica y maliciosamente. Al llegar a la casa entendemos un poco mejor a qué se debe la mala cara de la chica: tiene una panza prominente y todo hace sospechar que está embarazada. Va a hacerse un estudio a una clínica local («el mismo que se compra en el supermercado», dice al darse cuenta ahí cómo trabajan estas señoras pro-vida) y descubre que sí, que está embarazada y ya de varias semanas.
NEVER RARELY SOMETIMES ALWAYS (es así, sin comas, como las opciones de un multiple choice) le coloca dos impedimentos a las intenciones de la chica de abortar. En Pennsylvania solo se puede hacer con el consentimiento de un adulto (y ella no quiere que sus padres se enteren) y del otro problemita se enterarán viendo el film. Lo cierto es que para poder hacerlo por su cuenta la única opción es viajar a Nueva York y la película, básicamente, se centrará en el viaje que Autumn hace junto a su prima Skylar, en omnibus, a la gran ciudad a enfrentar esa legal pero igualmente tensa y dolorosa situación.
En su estilo naturalista, de bajo perfil, centrado en seguir a sus personajes de cerca y prestar más atención a sus gestos y actitudes y no tanto a lo que dicen (la película tiene pocos diálogos), Hittman logra que nos acerquemos a la experiencia de los personajes, de una manera que guarda algunas similitudes con la película argentina INVISIBLE, de Pablo Giorgelli, que partía de una situación similar con el agregado de la ilegalidad que por ahora existe en nuestro país con ese tema. También Autumn es una chica seca, de gesto adusto, que pone cara de tener muy claro todo y ser muy cool pero no tarda mucho uno en darse cuenta que es una máscara, una actitud para afrontar las violencias cotidianas y algún trauma del pasado.
Y de eso, en un punto, va la película. Las primas –Skylar, solidaria, la acompaña, apoya y sostiene, en una relación notablemente contada en pocos pero muy efectivos trazos– deben pasar más tiempo del esperado en Nueva York, casi sin dinero, yendo y viniendo por la ciudad con una incómoda maleta, siendo ignoradas la mayor parte del tiempo (la sequedad con la que todos responden a sus preguntas es tan neoyorquina que duele) y en otros casos directamente agredidas o miradas lascivamente. Habrá un chico un tanto más grande que se cruce en su camino y la relación con él mostrará también otros ejes de esa violencia de género ejercida casi casualmente pero no por eso menos terrible.
Quizás lo más amable que experimenta Autumn es la atención que recibe en la clínica neoyorquina. Es claro que si alguien es comprensivo en este universo son las médicas y psicólogas que reciben a este tipo de jóvenes sin dinero ni apoyo familiar. En la escena más fuerte del film, y la que origina su título, la cámara permanece en el rostro pétreo de la chica mientras está siendo interrogada por la asistente que la atiende acerca de su historia familiar y sexual. Esa dureza del gesto –que Autumn mantenía desde el comienzo del film– finalmente se quiebra al tener que enfrentarse a recordar situaciones vividas a lo largo de su breve historia. Que una chica de esa edad tenga tanto pánico, frustración y dolor acumulados en tan poco tiempo de vida es desgarrador.
Hittman es directa y no intenta subir la cuota emocional del asunto más allá de lo que lo amerita la propia situación. De hecho, las chicas toman todo el tiempo decisiones equivocadas, absurdas, no siempre son del todo simpáticas y es a veces frustrante ver cómo han tenido que forzar una máscara de fortaleza que no les permite ni siquiera pedir ayuda cuando lo necesitan. Saben que el mundo, en general, no responde como ellas quisieran. O, que si lo hace, les va a pedir algo a cambio que seguramente tendrá algún costado desagradable. El embarazo y el aborto no son aquí los temas principales sino las consecuencias de una serie de violencias ejercidas sobre el cuerpo y la mente de millones y millones de mujeres en todo el mundo, más allá de las leyes imperantes y las diferencias culturales de cada país. Y de eso habla esta extraordinaria película.