Ciclos: Retrospectiva «Ida Lupino: actriz, cineasta» (Sala Lugones)
A partir del jueves 20, en la Sala Lugones del Teatro San Martín, tendrá lugar un ciclo dedicado al trabajo como cineasta y como actriz de esta pionera realizadora de Hollywood, toda una adelantada a su época. Aquí, un repaso crítico de cuatro de sus films como directora.
Hace varias décadas ya que la figura de la actriz y directora Ida Lupino ha ido ganando en prestigio y reconocimiento. En los últimos años, especialmente, ha sido valorada aún más por ser una precursora feminista y una de las primeras mujeres cineastas en Hollywood, tema que hoy tiene una enorme actualidad en el contexto de la producción y distribución comercial y festivalera de las películas. La muestra que arranca el 20 de febrero en la Sala Lugones incluye 14 películas, cinco de las cuales han sido dirigidas (a veces sin figurar en los créditos) o co-dirigidas por ella. Los datos de funciones, días y horarios se pueden consultar aquí.
El caso de Lupino es doblemente especial porque su fama, inicialmente, la obtuvo delante de cámara, como actriz de porte recio, independiente, frontal que –según ella misma dijo– la convirtieron en una «Bette Davis de segunda categoría». Muchas de esas películas formarán parte de este ciclo, las que repasaré brevemente para luego centrarme en sus films como realizadora. Dentro de la filmografía actoral de Lupino que aquí se rescata hay que empezar por recomendar ALTAS SIERRAS (HIGH SIERRA, 1941), de Raoul Walsh, clásico de transición entre el cine de gángsters y el noir en el que actúa junto a Humphrey Bogart. Otro título imperdible es ODIO EN EL ALMA (ON DANGEROUS GROUND, 1951), una de sus colaboraciones con el gran Nicholas Ray (quien influyó mucho en su estilo como realizadora), en el que encarna a una mujer ciega.
INTIMIDAD DE UNA ESTRELLA (THE BIG KNIFE, 1955), de Robert Aldrich, es otro punto alto de su filmografía actoral, una ácida mirada al mundo de Hollywood en la que actúa junto a Jack Palance dirigidos por Robert Aldrich. MIENTRAS DUERME NUEVA YORK (WHILE THE CITY SLEEPS, 1956) es otra de las grandes películas dirigidas por Fritz Lang en Estados Unidos, cuyo eje es el trabajo de un grupo de periodistas en la investigación de una serie de asesinatos. Por último está su aporte a HIJO DEL TORBELLINO (JUNIOR BONNER, 1972), dirigida por otro «duro» de Hollywood como Sam Peckinpah. Allí encarna a la madre de un artista de rodeo que está a punto de retirarse.
Pero el eje del ciclo son sus films como directora y aquí hablaremos de cuatro de los cinco títulos que se presentan. La historia de cómo Lupino llegó de Inglaterra a Estados Unidos, sus idas y vueltas como actriz en los años ’30 y ’40, y cómo terminó fundando una productora para pasar luego a dirigir, son asuntos que dan para otra nota (hay varios textos online, en inglés y en castellano, en el que pueden investigarla, además de unos cuantos libros sobre su vida y obra) y acá solo nos centraremos en su trabajo en sí.
La primera película que dirigió surge como un reemplazo al director Elmer Clifton, que enfermó apenas comenzado el rodaje. Pero aún así, ni siquiera está acreditada como tal. Se trata de NO DESEADO (NOT WANTED, 1950), la primera de sus historias que trabaja temas como la soledad de las mujeres, la fragilidad emocional, enfermedades, hospitales y dolores físicos que la acompañarán al menos en tres de sus películas. La historia se narra a modo de flashback y arranca con una escena en la que se ve a una mujer mentalmente alterada raptar a un bebé. Yendo al pasado veremos cómo la joven Sally se enamora de Steve, un pianista mayor que ella y decide seguirlo en su viaje laboral. El hombre no parece tan interesado como ella en la relación y, de a poco, comienza a distanciarse.
Sally, tras viajar y ser ignorada por Steve, conoce a Drew, un «buen muchacho» con una pierna ortopédica que le da trabajo en una gasolinera, con el que pasa lo contrario: es él quien está enamorado de ella, pero Sally sigue obsesionada con Steve. El verdadero problema aparece cuando la chica se da cuenta que está embarazada y, al no atreverse a decírselo a sus padres ni a ninguno de los dos hombres y, a la vez, no poder cuidar del futuro bebé, se decide a darlo en adopción.
Lupino filma este drama humano con muchas escenas en las calles, tanto de San Francisco como de Los Angeles, de una manera inusualmente documental para la época. La película fluctúa entre el melodrama y el drama social sobre las madres solteras que tienen que vivir en centros especializados, pero Lupino prefiere estar siempre más cerca de las emociones de su protagonista que de hacer un alegato. Sobre el final, construye una veloz y poderosa escena de persecución por las calles que alcanza insospechados niveles de tensión y de perfecta organización espacial.
EL BIGAMO, de 1953, no es su siguiente película en términos cronológicos pero es la que más puntos de contacto tiene con NO DESEADO. Aquí el caso es inverso porque el protagonista que está entre dos amores es un hombre y, a diferencia de Sally, él y su esposa quieren adoptar a un bebé. Pero para eso deben ser investigados ya que es necesario saber si son padres aptos para cuidar y educar a una criatura. Esto lleva a que el investigador en cuestión descubra que Harry, un viajante de comercio también basado en San Francisco, no solo tiene otra mujer en Los Angeles (encarnada por la propia Lupino) sino que tiene un hijo con ella. Capturado in fraganti, Harry relata/confiesa, en una similar estructura de flashback de la otra película, cómo llegó a esa circunstancia.
La curiosa película pone al bígamo en cuestión como un hombre atrapado en un matrimonio en el que él no se siente «necesitado» (su esposa, encarnada por Joan Fontaine, es una empresaria muy pendiente de su trabajo) y la aparición de una joven libre y desprejuiciada que le devuelve su auto-estima. La sorpresa del embarazo y el bebé, por un lado, y de los problemas personales de su mujer, por otro, lo llevan a atravesar una situación imposible de resolver, ya que quiere hacerse cargo de ambos asuntos, lo que es –legalmente hablando– por lo menos complicado.
Si se toman en cuenta las diferencias culturales en relación a las miradas que existían sobre los géneros en esa época (algo que pesará aún más es LA TRAGEDIA DEL TEMOR), notamos que la película es inusualmente sutil y discreta a la hora de tratar una historia potencialmente explosiva no solo sin morbo sino sin evidentes juicios de valor sobre las actitudes de los distintos personajes, cada uno de los cuales puede ser «justificables» en sus actitudes. De vuelta, Lupino vuelve a trabajar mucho en las calles de Los Angeles, y esta vez la apuesta se corre más hacia lo personal y no tanto a la denuncia social. Es una película compleja, más que rica en matices y muy adelantada a su época, aunque algún espectador de hoy pueda sentir que no es tan así.
Otro de sus melodramas sociales que se verán en el ciclo es la citada LA TRAGEDIA DEL TEMOR (NEVER FEAR, 1950). Acaso la menos lograda de sus películas y la más convencional dramáticamente, tiene a su vez un logro llamativo: el estar filmada en buena parte en locaciones reales y con pacientes verdaderos, costumbres que Hollywood empezaba a adoptar de los recambios estéticos surgidos en Europa (especialmente vía el neorrealismo italiano) apenas unos años antes.
Es la historia de una bailarina y cantante que un día cae víctima de la poliomielitis, una enfermedad que atacó fuertemente al mundo en los años ’50 y que la propia Lupino sufrió años antes. Internada y sin poder moverse ni caminar, siente que su carrera se acaba y que no tiene fuerzas para intentar recuperar al menos sus movimientos básicos: levantarse de la cama y caminar.
Inspirada en una historia real, la película integra también otro triángulo amoroso similar al de las anteriores: su pareja de baile la ama y quiere que ella se reponga ante su negativa de hacerlo, mientras que hay otro paciente en el hospital, en similares condiciones a las suyas, que logra ser más efectivo a la hora de contagiarle cierto entusiasmo y ganas de vivir. Estas idas y vueltas entre su estado de ánimo y sus «cortejantes» serán el eje de una historia de superación, cuyo final no está para nada a la altura de la reputación como feminista de Lupino, sino que responde más a los mandatos de la época.
Hay otras películas de Lupino recomendables, como ULTRAJE o MADRE CONTRA HIJA, que no se verán en el ciclo pero que se ubican como «puertas de acceso» a LA MUERTE EN ACECHO (THE HITCH-HIKER, de 1953), un film noir hecho y derecho que poco tiene que ver con los otros títulos del ciclo. La película más reconocida de su carrera (es parte de los títulos cuidados y restaurados por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos) es un policial Clase B, concreto, brutal y directo, centrado en dos amigos que deciden irse un fin de semana a pescar en un auto y que son abordados por un hombre que hace auto-stop y que pronto los toma como rehenes. El hombre, buscado por la policía por crímenes similares, los fuerza a llevarlo hacia México donde planea huir por el mar.
La película seguirá, a modo de road movie, el derrotero de estos tres hombres: Emmett, un amenazante y peligroso criminal con un ojo de vidrio encarnado por William Talman, y los asustados amigos interpretados por Edmond O’Brian (el protagonista de EL BIGAMO) y Frank Lovejoy, quienes intentan encontrar formas de huir del sujeto ante distintas situaciones y personajes que se les presentan en México pero no logran hacerlo. «No hables mexicano», es una de las amenazas del asesino cada vez que se cruzan con un local y deben pedirle algo, en uno de los recursos más utilizados por este film de creciente intensidad y permanente nervio.
De los otros títulos de Lupino se conservan aquí los personajes marginales y las locaciones reales, pero el tono es decididamente distinto. Acá estamos en un universo turbio y peligroso, con armas de por medio, y un villano excepcional que acaso sea la gran carta de triunfo del film, ya que resulta muy creíble que nuestros dos timoratos y asustados protagonistas nunca logren atreverse a enfrentarlo a lo largo de los días y días de recorrido por el interior mexicano camino a Guaymas, ciudad del estado de Sonora, a donde Emmett quiere llegar. Aquí se destaca también el realismo –para la época, al menos– con el que Lupino trabaja con actores mexicanos que hablan casi siempre en castellano con acento local (salvo una españolísima excepción), lo mismo que su trabajo con las locaciones y con las escenas de acción y suspenso que se reparten a lo largo del breve relato.
Según un texto de Cecile Thibaud en la revista Positif, «los personajes femeninos (de Lupino) andan obnubiladas, mutiladas, traumatizadas, desplazadas, vagando sin rumbo de casa en casa por carreteras secundarias de pequeñas ciudades americanas. Una biografía típica de una heroína suya la encuentra ganándose la vida después del colegio, no como una secretaria eficaz o ayudante del jefe, sino como camarera, trabajadora de fábrica o librera, ni glamorosa ni pobre; pero no por autosatisfacción, independencia o ascenso de escalafón social, sino porque su familia necesita el dinero.»
Para Ronnie Scheib (aquí el original en inglés): «Lupino es una auteur en sentido literal, ya que coescribe los guiones de la mayoría de sus películas, y no es difícil esquematizar las pautas generales de muchas de sus narrativas: un breve inicio que presenta una vida “normal” continuada; una repentina interrupción traumática de ese flujo; una abrumadora sensación de alienación y desorientación; un breve receso en un refugio comunal; un reverso del trauma al asumir activamente lo que se vivió pasivamente, y una tentativa de empezar una nueva vida. Así y todo, dentro de esta unidad narrativa y de la aún mayor unidad de estilo, hay exploración y experimentación constantes.»
Importante en entender que la valoración de Lupino como «cineasta feminista» puede resultar confusa o insuficiente para los parámetros de hoy. Pero, por un lado, hay que tomar en cuenta la época y el contexto histórico en el que se inscriben sus películas. Y, por otro lado, pensar también en el trabajo en sí, detrás de la cámara. La idea de que una mujer produzca, coescriba y dirija películas en los esquemas tradicionales de Hollywood de posguerra era algo, de por sí, revolucionario. Y ahí también –no solo en su innegable calidad como realizadora– hay que poner el eje cuando se habla de ella como una de las grandes pioneras del cine norteamericano.
El ciclo «Ida Lupino: directora, actriz» se lleva a cabo en la Sala Lugones del Teatro San Martín (Av. Corrientes 1550, CABA, Argentina) del 20 de febrero al 8 de marzo. Más información: aquí.