Miniseries: crítica de «The Plot Against America», de David Simon y Ed Burns (HBO)
El creador de «The Wire» adapta la novela de Philip Roth que imagina a un presidente con simpatías nazis gobernando Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial y poniendo en peligro la vida de los judíos allí. En seis compactos episodios la serie se convierte en un alegato político a partir de una situación cuyo parecido con la actualidad no es pura coincidencia.
Si bien uno puede entender la idea por detrás de la adaptación que hizo David Simon de la novela homónima de Philip Roth, durante algunos episodios de esta versión en formato miniserie de THE PLOT AGAINST AMERICA (LA CONJURA CONTRA AMERICA) hay algo que se siente raro, fuera de lugar. Digamos que la «mano» del creador de THE WIRE y THE DEUCE parece estar bastante oculta dentro de los «códigos del relato de época» que la producción parece seguir a rajatabla. Esa «mano» suya, caracterizada por un alto grado de realismo, un tono que siempre parece bordear el documental y una generosa expansión narrativa que bordea lo confuso, no se siente en el material. Lo único que parece conservar es el enojo político que caracteriza, también, la obra de Simon.
Es que ésa fue, seguramente, la motivación que lo llevó a rescatar esta novela centrada en una posible historia paralela de los Estados Unidos: ¿qué hubiese sucedido si Franklin D. Roosevelt perdía las elecciones a presidente de 1940 a manos del famoso aviador Charles Lindbergh, de reconocida simpatía por el nazismo? Aclaremos que eso no solo no sucedió sino que el piloto jamás se presentó a elecciones, si bien se trató de convencerlo para que lo hiciera. Esa metáfora acerca de unos Estados Unidos distópicos en los que una «celebridad» se convierte en inesperado presidente revelando no solo incapacidad para el puesto sino un espíritu claramente chauvinista, anti-democrático y filo-nazi parece lejana y curiosa pero acaso no lo sea tanto. No hace falta hacer mucho esfuerzo para darse cuenta que la serie apunta con todas sus armas a Donald Trump.
La fuerza política de la novela se sostiene en la serie y va aún más lejos con una sutil pero importante modificación sobre el final (*). Y quizás ese sea el principal atractivo de este PLOT AGAINST AMERICA, una miniserie en la que, al adaptar material ajeno, se lo ve a Simon visiblemente más atado y contenido en lo estructural y formal, pero igualmente enojado en lo temático. En el material de Roth, en la manera en la que el mítico autor se permite mostrar la fragilidad de ciertos conceptos del llamado «excepcionalismo norteamericano» (la idea de que Estados Unidos es un país único en el mundo al haber sido fundado en base a conceptos tales como la libertad, la igualdad ante la ley, el republicanismo y la democracia representativa), en su insidiosa manera de dejar al descubierto las distintas formas de racismo y violencia inherentes a la fundación de esa nación, Simon encuentra un alma gemela que entiende que el país no estuvo (ni está) muy lejos de caer en el pozo ciego del fascismo.
La historia que cuenta Roth –y que recuperan con llamativa fidelidad Simon y su socio creativo Ed Burns– se centra en el antisemitismo que se expande de modo rampante por los Estados Unidos cuando Lindbergh, una vez presidente, decide no declararle la guerra a la Alemania nazi y ocuparse de sus asuntos internos dejando el caos de Europa a los europeos, por más reclamos locales de apoyo a la intervención norteamericana en la guerra que hubiese. Esto es previo a Pearl Harbor y mucha gente pensaba así en los Estados Unidos. Esta versión ficcional de Lindbergh solo lleva esa idea potencial al acto.
El eje del relato es una familia judía de New Jersey, inspirada en la del autor (el niño menor se llama Philip), que se va desintegrando internamente a partir de lo que provoca la llegada de Lindbergh al poder. Herman Levin (Morgan Spector) es el padre de familia, un empleado progresista y combativo, el que más preocupado está por el temible candidato a presidente que crece y crece. Su mujer, Bess (Zoe Kazan, en la mejor actuación de la serie y de su carrera), lo apoya pero prefiere no arruinar la paz del hogar con permanentes discusiones políticas. Pero las discusiones se dan igual porque su hermana Evelyn (Winona Ryder) se casa con el rabino Bengelsdorf (John Turturro) y el hombre no solo apoya a Lindbergh –asegura que no es nazi ni tiene problemas con los judíos– sino que trabaja en su campaña y luego, una vez elegido presidente, colabora con él en el gobierno. Y ella se vuelve tan fanática como él.
Esto impacta también en los niños. El mayor, Sandy (Caleb Malis) compra el discurso de sus tíos y, no queriendo ser «un judío de ghetto» como sus padres (así es como los denominan, despectivamente, por vivir en su mayoría en un mismo barrio o zona), decide participar en los programas de «integración a la comunidad» a los que su tía lo invita. No solo eso sino que vuelve de una visita a Kentucky ya convertido en un promotor de las políticas de Lindbergh. El menor, Philip (Azhy Robinson), más asustadizo, vive con miedo y preocupación las noticias de la guerra, de la situación de los judíos en Europa y de lo que sus padres sienten que está por pasar localmente. Algo que se acrecienta cuando su querido tío Alvin decide irse a Canadá para poder combatir contra los nazis, algo que los estadounidenses tienen prohibido hacer tras un pacto entre ese país y la Alemania de Hitler.
La historia parte de esas bases pero mejora y se pone más intensa a partir del tercer episodio, en el que la familia Levin sale de la «protección» comunitaria de Newark, viaja a Washington y experimenta de primera mano el antisemitismo que empieza de a poco a «soltarse» en mucha gente. Resumamos el resto de la trama como una constante escalada, ya en el orden nacional, de estas amenazas, planes de relocación y otros eventos que llevarán a pensar que Estados Unidos va en camino a convertirse en algo parecido a la Alemania en la que Hitler ascendió al poder. Y en medio de eso, una familia cuyos miembros tiran para distintos lados todo el tiempo. Muchos de ellos, fundamentalmente, porque no quieren ver el evidente monstruo que tienen adelante.
La metáfora, lo dijimos, es obvia, pero no por eso deja de funcionar. La comparación es exacta en todas sus formas y no hace falta modificar casi nada la trama del libro para empatar ese pasado ficticio con este muy real presente. En el libro hay un presidente populista de derecha que enfervoriza a un ejército de «bullies» chauvinistas, racistas y xenófobos que parecía estar agazapado esperando órdenes, hay un «pacto» con un líder que debería ser enemigo o con el que al menos antagonizar (Hitler entonces, Putin ahora), hay un desinterés absoluto por lo que sucede en el resto del mundo («America First», en ambos casos) y, finalmente, también parece haber un desdén tanto por la verdad como por la información fidedigna y hasta por el propio sistema democrático. Todo está en la novela y todo está pasando ahora.
En los últimos episodios Simon y la serie parecen encontrar su ritmo conjunto. Si bien no alcanza nunca el virtuosismo narrativo o la originalidad para los diálogos de sus mejores trabajos, la más convencional THE PLOT AGAINST AMERICA alcanza fuertes picos de intensidad y de emoción en sus últimos dos episodios (la miniserie tiene la feliz y elogiable extensión de solo seis) en los que los desafíos y problemas de los Levin empiezan a volverse cada vez más grandes. Es claro que a Simon le fascina Herman, tozudo y vocal en sus convicciones aún a riesgo de meterse en problemas serios. Pero también comprende muy bien a Bess, que debe manejar esa furia en función del cuidado de su fracturada familia. Y el pequeño Philip es, claramente, el observador y futuro narrador de la historia, el niño que pierde rápidamente la inocencia cuando el aparentemente seguro mundo que lo contiene estalla en mil pedazos.
(*) SPOILER ALERT. En la novela Roosevelt gana las nuevas elecciones «especiales» concluyendo así con los problemas generados. En el mucho más pesimista cierre de la miniserie es claro que estamos en presencia de un fraude y que Roosevelt perderá, aunque el final es abierto y no se dice nunca qué sucedió...
El final es abierto, por supuesto, pero yo interpreté que el fraude lo armaron los mismos que utilizaron a Alvin para desaparecer el avión de Lindbergh, para que gane Roosvelt. La prueba es el comentario radial final que dice que en ciertos estados (creo que del medio oeste) donde hace dos años había ganado Lindbergh (contra Roosvelt) estaban recibiendo resultados contradictorios. Para mi eso significa que es improbable que FDR gane esos estados conservadores dos años después de perderlos, por lo tanto el fraude es a favor de FDR.
Hay un podcast en Spotify en el que Simon habla (se llama «The Plot Against America») y dice que el fraude es contra Roosevelt y lo usa como metáfora para pensar que la gente de Trump podría hacer lo mismo y que hay que vigilar bien las elecciones siguientes. Si entendés inglés, es buenísimo el podcast. Hay uno por episodio.
La novela la leí hace 3 semanas y como decís es más pesimista el final de la serie, pero el cambio respecto al personaje de Alvin, esta operación militar secreta que realiza al final, no se explica muy bien si los que ganan no son los pro-guerra. En este sentido, entonces, el cambio del final no es tan grande, siendo que en el libro se dice que FDR gana y que lo que sucedió con Lindbergh no se sabe bien, sólo la explicación de la tía (que los nazis secuestraron al bebé y lo extorsionaron, etc) pero sabemos que la tía está un poco loca. Es decir, salvo por el fraude y la actuación de Alvin, los hechos son los mismos, pero como la novela es el punto de vista de Philip, esos hechos que agrega Simon no los puede conocer Philip.
En fin, que no me cierra que el fraude lo hagan contra FDR (y la mafia del este) con la operación realizada por Alvin. De todas formas, el rabino leyendo a Kafka podría ser interpretado como que no importa el final (las obras de Kafka están inconclusas), sino cómo el fascismo está latente en la sociedades y cómo destruye a familias corrientes.
No, para mí es claro que el fraude es para que pierda Roosevelt.
Es cierto también que el operativo de Alvin no existe en el libro. Simon contó que lo puso porque le resultaba poco plausible lo que sucedía en la novela y necesitaba un elemento que justificara dramáticamente la desaparición del avión. Si bien ellos no fueron responsables (el operativo falló) creo que Alvin piensa que tuvo que ver.
ahhh ok, muchas gracias por reponder y por la data. Le dí una vuelta de tuerca más con mi interpretación, jaja.
El director hizo un excelente trabajo reflejando a los demócratas, disfrazados de buenistas y abogando a los derechos humanos, los carteles del partido opositor casi iguales a los de Trump, y ni hablar de como el propio gobierno manda a sus matones a degenerar una protesta pacífica, cualquier parecido a lo sucedido en el capitolio no es pura coincidencia, el q escribió la reseña por favor vea la serie devuelta por qué no entendió nada, y peor aún menos de la política del mundo en el que vive, lo cual lo hace muy peligroso tratando de distorsionar la visión del director con su opinión. En la serie sería del partido nazi.
Lo mas risible del asunto es como pintan a los republicanos siendo insitgadores del KKK cuando es bien sabido que el KKK era una organizacion financiada por los democratas. el KKK fue en sus comienzos el brazo armado del partido demócrata.