Ciclo Directoras: crítica de «Unrelated», de Joanna Hogg (Mubi)

Ciclo Directoras: crítica de «Unrelated», de Joanna Hogg (Mubi)

La opera prima de la realizadora de «Exhibition» se centra en las complicadas experiencias de una mujer que se va de vacaciones con amigos y sus familiares a la Toscana italiana. Se puede ver en Mubi. En tanto, su último film, «The Souvenir», está disponible en Flow.

Se puede decir que la realizadora británica Joanna Hogg se «consagró» dentro del mundo del cine de autor y los festivales internacionales recién con su cuarta película, THE SOUVENIR, a los 58 años. Es que la directora de ese notable film de 2019 (y de su inminente y rara secuela para el mundo del cine-arte, THE SOUVENIR II) trabajó durante muchos años en la televisión inglesa y recién debutó en cine con UNRELATED, de 2007, cuando ya promediaba sus cuarenta. Esta película, que se exhibe en Mubi dentro de un ciclo al que llaman Women with Movie Cameras, tiene características similares a las últimas dos (en medio están ARCHIPIELAGO y EXHIBITION) en lo que refiere a construirse como veladas autobiografías.

Si en ambas SOUVENIR, Hogg se retrotrae a contar difíciles experiencias de sus épocas de estudiante de cine (y la forma de procesar ese dolor a través del arte), en UNRELATED se la puede identificar con el personaje de Anna (Kathryn Worth), una mujer que ronda los cuarentas y que viaja sola a la Toscana italiana a pasar unos días con Verena, una vieja amiga de la escuela, y con su familia en uno de esos encantadores caserones tan aspiracionales para la clase media alta británica (como se ve también en un episodio de la serie NORMAL PEOPLE). Verena está con su nuevo marido, Charlie; su primo George y los hijos de cada uno de ellos, cuatro jóvenes y adolescentes que parecen pasarla mucho mejor que los adultos.

Anna, que está atravesando una complicada relación con su pareja (que no viajó con ella) y que no tiene hijos, pronto se descubre más interesada en pasar tiempo con los jóvenes que con sus pares. Se muestra especialmente interesada en el rebelde y atractivo hijo de George, Oakley, interpretado por un entonces desconocido Tom Hiddleston, mucho antes de Loki, Marvel y compañía. A lo largo de una serie de días que se arman en función de las comidas, los paseos en bicicleta, los juegos de mesa, la piscina y los aperitivos, a Anna se la ve cada vez más interesada en Oakley, aunque no queda claro si a él le pasa lo mismo con ella o solo la está seduciendo y provocando.

Promediando un relato que, en el habitual tono de Hogg, se caracteriza por un desarrollo narrativo no muy cargado de sucesos ni de giros dramáticos, y que pone más atención en la observación de los comportamientos personales y grupales, hay un accidente puntual que modifica las relaciones, creando diversas tensiones en la aparentemente apacible casa. Especialmente compleja se vuelve la situación entre los jóvenes y los adultos, pero como Anne estaba con los jóvenes cuando ese hecho sucedió, la mujer queda una situación bastante incómoda. Y el desarrollo de la película tendrá que ver en cómo repercute esas tensiones en ella y qué decisiones toma al respecto.

Anne está en una situación difícil, ya que no logra engancharse con la relajada pero demasiado casual actitud de sus amigos adultos, con los que parece no poder hablar de lo que realmente le está pasando. Y si bien con los jóvenes se siente más libre tanto físicamente como a la hora de hablar de sus sentimientos, los chicos (tres varones y una mujer) también tienen sus inconvenientes y sus propios problemas. Esos cortocircuitos dejan a Anne en el medio de una situación rara, tironeada además por sus propias pulsiones y necesidades.

El cine de Hogg se caracteriza por una notable atención al detalle, por la manera en la que captura, de un modo que podríamos definir como realismo estilizado, los comportamientos de sus personajes de acomodada situación económica. Con planos largos y acciones mínimas, diálogos engañosos y miradas sutiles, sus películas respiran un aire más «afrancesado» –hay quien comparó sus films, y especialmente UNRELATED, con los de Eric Rohmer– que la mayoría de los compatriotas suyos. Hay tensiones (una pelea a los gritos aquí sacude la calma de la Toscana entera) y llantos, pero también esa forma tan británica de barrer todo bajo la alfombra cuando la situación lo requiere.

Quizás el único problema de UNRELATED esté en su última parte, en la que Hogg termina arreglando demasiados conflictos de una manera que parece un poco torpe o, al menos, que se siente apresurada. Lo cierto es que hay una cierta ironía en esos «finales felices» que parecen dejar en evidencia que, ante la imposibilidad de romper ciertas barreras emocionales, físicas o generacionales, lo mejor es pretender que por aquí no ha pasado nada y seguir con la vida como si no importara demasiado cargar con más frustraciones.

En THE SOUVENIR, Hogg –recordando sus veintipico– irá un poco más lejos y hará que su protagonista deba reconocer y admitir la tragedia que la atraviesa. Quizás, veinte años después, ese mismo personaje (que, suponemos, se inspira en la propia cineasta) prefiera mirar a su alrededor y pensar que ya es demasiado tarde para cambiar por completo de vida. O, dicho de otra manera, que lo que ve es lo que hay. Entre la aceptación y la resignación, la suerte de Anne y de los que la rodean parece estar echada.


UNRELATED se puede ver en la plataforma Mubi, por aquí. En tanto, su film más reciente, THE SOUVENIR, está disponible en Flow. La crítica de esa película de 2019 está por aquí.