Ciclo Directoras: crítica de «Mikey & Nicky», de Elaine May (Mubi)

Ciclo Directoras: crítica de «Mikey & Nicky», de Elaine May (Mubi)

La tercera película de la directora, estrenada en 1976, tiene como protagonistas a John Cassavetes y Peter Falk en una historia de mafiosos, amistades y traiciones a lo largo de una intensa noche en Filadelfia.

No sería disparatado que alguno crea recordar a MIKEY & NICKY como una película de John Cassavetes. No solo muchos de los elementos formales, psicológicos y temáticos se han visto en las películas del realizador de HUSBANDS sino que hasta el propio director, en su entonces más popular profesión actoral, es uno de los protagonistas. ¿El otro? Peter Falk. ¿Es una película de Cassavetes? No, no lo es. De a poco, al verla, se irán dando cuenta de las diferencias.

Es otra de esas películas que, en principio, tampoco parecen tener una «temática femenina», algo que en esa época parecía casi una obligación a la hora de tener a una mujer como directora, algo más que improbable en la industria cinematográfica de los ’70. Pero Elaine May (la tercera mujer realizadora en la historia de Hollywood después de Dorothy Azner e Ida Lupino) no era una directora cualquiera. Mitad de la dupla Nichols & May (sí, con otro director, Mike Nichols), Elaine era una comediante ácida, sagaz y muy inteligente. Juntos fueron una de las duplas cómicas más célebres de los ’60, parte fundamental e la generación que cambió el concepto del stand up humorístico, alejándolo de la estructura de chiste/remate y acercándolo al hoy ya establecido tono observacional.

MIKEY & NICKY puede tener poco de comedia (aunque, a su manera, la tiene) pero mucho de observacional. Es uno de esos films que transpiran su densidad urbana en cada poro (Filadelfia, en este caso) a partir de contar la historia de una complicada amistad masculina en medio de una persecución mafiosa. Cassavetes encarna, con su acostumbrado y febril nerviosismo, al tal Nicky, un mafioso de poca monta que ha acumulado una fuerte deuda con su jefe Dave (encarnado por el célebre maestro de actores Sanford Meisner) y que está encerrado en un departamento, físicamente enfermo y temiendo por su vida. Su viejo amigo y compañero de aventuras Mikey (Peter Falk) es quien se encarga de cuidarlo y protegerlo. O al menos eso es lo que parece.

A lo largo de una larga noche urbana que hace recordar a la posterior DESPUES DE HORA seguimos a esta dupla de amigos de la infancia con un historial de problemas entre ellos (algo que el guión va dando a conocer de a poco) que acaba por salir del escondite en cuestión, aún a sabiendas que un coche, conducido por Ned Beatty, parece perseguirlos a través de la ciudad con planes siniestros. En esa recorrida urbana –en distintos medios de transporte o caminando– van metiéndose en un cementerio, en un bar, enredándose innecesariamente en nuevos problemas e involucrándose con Nell (Carol Grace), una mujer solitaria que los acogerá en medio del peligro de la noche y de quien se aprovecharán.

Estamos ante lo que hoy podría leerse como un clásico relato de «masculinidad tóxica». Dos hombres ásperos, un tanto violentos y bastante misóginos compiten en una curiosa lucha personal por algún tipo de supremacía o de control sobre el otro. Nicky es el más evidentemente «impresentable» de los dos, con sus comportamientos egoístas a flor de piel, pero el aparentemente más «humano» Mikey quizás termine siendo aún más cruento, jugando un largo juego de retribuciones que puede tener consecuencias trágicas.

Pero si bien uno podría pensar en ellos como una dupla fastidiosa e insoportable, May encuentra ángulos de humanidad en ambos, formas en las que el espectador puede conectar con ellos a través de sus inseguridades, sus celos y su mutuamente dependiente relación. En ese sentido, la película parece ser una clara inspiración para UNCUT GEMS, de los hermanos Safdie, film que posee similar nervio narrativo, escenario urbano y de «mafia judía» (en su caso de Nueva York, aquí de Filadelfia) y que hace eje en un personaje con muchos puntos de común –digamos, un miserable que nos cae bien– con los de Mikey y Nicky.

Con un grano de 16mm que atraviesa la pantalla (la copia que tiene Mubi no parece tener ningún trabajo de restauración digital), MIKEY & NICKY va dando paso de a poco a que los personajes habiliten sus zonas más oscuras y, si se quiere, crueles. Es la historia de una amistad capturada en un momento violento e intenso, pero que tiene un pasado enorme que iremos conociendo de a poco. Nicky no siempre ha sido un buen amigo de Mikey y el hombre parece haber siempre soportado a su más desaforado colega a lo largo de una vida de desatenciones y ninguneo. En la noche en la que los conocemos y, especialmente, después de un par de agresiones, da la impresión que Mikey llegó a un punto de no retorno.

Los puntos en común con el cine de Cassavetes son visibles en la longitud de los planos, la «suciedad» de la imagen y en este tipo de personajes masculinos pasados de rosca y siempre al borde del ataque de furia. May también trabajó filmando horas y horas, con un guión sólido, pero siempre dejando que los actores siguieran de largo aportando sus propias ideas para esos personajes que les caen, evidentemente, como anillo al dedo. La escena con Nell, vista ahora, es llamativamente áspera y dolorosa, especialmente en la manera en la que ambos manipulan la necesidad de compañía de esta mujer sola para sus propias urgencias sexuales y disimulada competencia interna. Y para Mikey es la gota que rebalsa el vaso de la tolerancia y la paciencia que tiene para con su amigo.

La película tuvo un largo y complicado proceso hasta su estreno (se filmó en 1973 pero las peleas entre May y el estudio estiraron su salida comercial hasta 1976) y en su momento no tuvo ni el éxito ni el reconocimiento de anteriores películas de May, como A NEW LEAF y THE HEARTBREAK KID. Aún dentro del cine neoyorquino de los ’70 (MIKEY & NICKY se estrenó el mismo año que TAXI DRIVER), la película es de una aspereza y oscuridad no apta para un estudio como Paramount. Hoy sería inimaginable una película así siendo estrenada por una de las llamadas majors. Estamos ante un film que respira independencia en cada uno de sus muy cinematográficos fotogramas.

Más que una película sobre las brutales formas de la masculinidad, MIKEY & NICKY es un drama sobre la amistad (en «the city of brotherly love», nombre con el que se conoce a Filadelfia), aunque no necesariamente el más optimista en ese sentido. La de ellos es una relación despareja, con uno de los dos siempre aprovechándose del otro, de su bonhomía, de su tolerancia, de su afecto, sin tener en cuenta el resentimiento que puede ir generando con cada uno de sus gestos. Pero a Nicky (como a Mikey y a todos los personajes del film, incluyendo el chofer del auto que los sigue) lo que lo lleva a actuar como actúa es la casi patológica necesidad de compañía, la incapacidad de resolver las cosas por sí mismo y el miedo feroz a quedarse solo ante el vacío que son todos los demás.