Estrenos online: crítica de «Bala perdida», de Guillaume Pierret (Netflix)
Este simple pero muy efectivo thriller francés que apuesta a las persecuciones automovilísticas es una verdadera sorpresa en el catálogo de la plataforma de streaming que disfrutarán los fans del cine de acción clásico.
En esa inestable coctelera cinematográfica que Netflix anuncia como «películas originales» y que promociona con un entusiasmo muchas veces inversamente proporcional a su calidad, uno se topa con algunas sorpresas. No hablo, claro, de las películas de Martin Scorsese, Alfonso Cuarón, Spike Lee, Noah Baumbach o esas que vienen con cierto «prestigio» por detrás sino de esas que aparecen como de la nada, se ubican por un par de días en los primeros puestos y rápidamente desaparecen del mapa. Caso más reciente: una producción polaca llamada 365 DIAS que parece ostentar el récord de no tener ni una sola crítica positiva. Récord compartido, obviamente, con muchas otras. En esta ocasión se trata de BALA PERDIDA, un thriller de acción francés que es muy efectivo.
Reitero lo de francés porque en algún casos el modo default de Netflix te ofrece la película en inglés (me lo hizo a mí) y alguno podría llegar a confundirse ya que se trata de una película muy estadounidense en casi todas sus formas y detalles. Más allá de algunas mínimas particularidades, de los obvios escenarios locales (que bien podrían estar en una película de Hollywood) y de una desconfianza profunda en el sistema policial que en los Estados Unidos recién empezaremos a ver dentro de unos años, podríamos estar hablando de una especie de pariente cercana a RAPIDO Y FURIOSO. O al menos a lo que esa serie era al principio, antes de convertirse en una de superhéroes en autos veloces.
Cuando arranca la película vemos a Lino (Alban Lenoir) y a su hermano menor Quentin intentar robar una joyería destrozando la entrada con un Renault Clio (primer dato que la película es francesa) que él ha modificado para transformarlo en algo así como una bala sobre ruedas. Tan bueno fue su trabajo que –en una excelente muestra que una gran escena de acción puede también ser cómica solo desde lo visual, sin necesidad de chistes verbales– el auto no solo atraviesa la puerta sino todo con lo que se topa en el medio hasta salir a la otra calle. Quentin alcanza a escaparse pero Lino termina en la cárcel. BALA PERDIDA se gana ahí nuestro voto de confianza.
Tiempo después Lino está en la prisión cuando lo viene a visitar Charas (Ramzy Bedia), un jefe de policía que sabe de su habilidad con los autos y le ofrece ser parte de una brigada para combatir el narcotráfico a cambio de reducir su sentencia. A regañadientes, Lino acepta y usa sus conocimientos mecánicos para colaborar con la ley, junto a un grupo que integran otros tres oficiales: Julia (Stefi Celma), piloto que lo acompaña, y la más violenta dupla que integran Areski (Nicolas Duvauchelle) y Marco (Sebastien Lalanne), que usan sus coches reforzados, literalmente, como armas.
El problema vendrá cuando Lino descubra que hay algunos arreglos secretos entre la policía y los narcos a partir de un asesinato brutal. El tipo –por su pasado presidiario– es acusado del crimen en cuestión y de ahí en adelante estaremos ante la clásica situación de un hombre que debe escaparse de quienes intentan matarlo y a la vez probar que no es el culpable del crimen que se lo acusa sino que, de hecho, los que lo persiguen son los asesinos, algo que la película deja muy claramente planteado.
La trama no sale de lo convencional, es cierto, pero hay que agradecerle a los guionistas de BALA PERDIDA que, luego de ese giro, no complican la situación más de lo necesario. Las líneas son bastante claras y de ahí en adelante la película se dedicará a lo que mejor sabe: enfrentamientos, peleas, persecuciones y explosiones. Para los que creen que no hay películas de acción europeas que puedan estar a la altura de las norteamericanas (o de las asiáticas), Guillaume Pierret demuestra aquí que puede hacer un violento policial de género sin necesariamente recurrir a los formatos más absurdos y ampulosamente exagerados del cine de Luc Besson y sus descendientes. Salvo en su última media hora, en la que se tira «toda la carne al asador», la película trata de funcionar en un formato de realismo urbano bastante creíble.
Pierret y su protagonista Lenoir logran armar varias secuencias de acción muy convincentes. Después de la impactante escena inicial, las siguientes son un poco más modestas pero funcionan muy bien, incluso cuando el tal Lino demuestra tener insospechadas habilidades para las artes marciales y el combate mano a mano. Y al final, ya sí, la película juega a convertirse en la versión local de RAPIDES ET DANGEREUX con una intensa, violenta y muy destructiva persecución por autopistas, rutas y calles de lo que parece ser la Costa Azul, secuencia que está entre las mejores escenas de acción recientes.
Pero lo que diferencia a BALA PERDIDA de las películas de acción más recientes es que no se apoya tanto en efectos especiales sino que, al menos esa es la impresión en el espectador, los autos destrozados y choques varios parecen venir de la escuela clásica, más cerca de Walter Hill o George Miller, que de la actual, más apoyada en la posproducción y pantallas verdes varias. Y poder ser clásico y atrapar al público actual sin necesariamente jugar a ser «retro» es algo que no se ve habitualmente.