Estrenos online: crítica de «The Personal History of David Copperfield», de Armando Ianucci

Estrenos online: crítica de «The Personal History of David Copperfield», de Armando Ianucci

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16 Jun, 2020 07:00 | comentarios

El creador de la serie «Veep» vuelve a adaptar al cine la clásica novela de Charles Dickens agregándole algunos toques modernos pero sin perder su esencia. Dev Patel, Tilda Swinton y Hugh Laurie son los protagonistas principales.

De las novelas más famosas de Charles Dickens, DAVID COPPERFIELD quizás sea la más complicada pero a la vez la más interesante de adaptar ya que a los habituales temas del autor de OLIVER TWIST le suma una perspectiva formal un tanto moderna para la época. Escrita en primera persona y considerada bastante autobiográfica, la novela relata varios años en la vida de Copperfield, desde su infancia a su adultez, atravesando todo tipo de circunstancias y cruzándose con una serie de personajes curiosos que serán muy relevantes a lo largo de su vida. Las aventuras de Copperfield, que a la vez conforman una suerte de recorrido por la Inglaterra de su época, son abordadas aquí desde un enfoque que intenta ser, a la vez, tradicional y modernista.

Armando Ianucci, su director, es famoso por sátiras televisivas como THE THICK OF IT y VEEP, entre muchos otros trabajos para la TV más que nada británica, y también por films como IN THE LOOP y THE DEATH OF STALIN. Su estilo es usualmente ampuloso (o, digamos mejor, cada vez más ampuloso) y claramente ubicado en la tradición farsesca de la comedia británica, especialmente la ligada a la sátira política. Quizás la referencia más directa actual pueda ser la de Monty Python y las primeras películas posteriores de Terry Gilliam, con las cuales THE PERSONAL HISTORY OF DAVID COPPERFIELD comparte un tono y hasta una estética.

Si bien la historia de David tiene algunos cambios respecto a la novela original, la principal no es narrativa ni dramática sino de casting. En su versión Ianucci eligió actores de todo tipo de razas para sus personajes, desacomodando la percepción clásica. Copperfield es interpretado por Dev Patel, su empleador Mr. Wickford lo encarna Benedict Wong mientras que su hija, Agnes, le corresponde a la actriz negra Rosalind Eleazar. Acaso la más curiosa y política decisión de casting es la de poner a la actriz de origen nigeriano Nikki Amuka-Bird a interpretar a la Sra. Steerforth, uno de los personajes más pretenciosos y de alcurnia de los que aparecen en la saga.

Patel (¿QUIEN QUIERE SER MILLONARIO?), en el rol de Copperfield, funciona, a la vez, como conductor y testigo de su propia aventura. La primera persona de la novela está aquí representada por un marco ficcional que envuelve la historia, que está siendo contada desde un escenario por el propio David, ya adulto. Es una escenificación, claramente exagerada y teñida por el tono de los recuerdos, de las experiencias vividas en su juventud. No es el único mecanismo de distanciamiento formal que propone Ianucci: también habrán recuerdos proyectados en telas, alteraciones formales de registro y otros recursos que hacen evidente el guiño al público actual.

Pero más allá de esos toques que le dan un carácter contemporáneo a la aventura, estamos ante una bastante clásica adaptación, con ese tipo de entusiasmo excesivo y actuaciones desmedidas que se usan poco y nada últimamente, salvo en el caso de Gilliam, que sigue resistiendo con esta estética un tanto saltimbanqui. Seguimos a Copperfield a partir de su infancia con su madre viuda, su tiempo con su nana Peggoty (y familia), su complicada experiencia laboral, su mala relación con su padrastro Mr. Murdstone, su escape a Dover donde vivirá con su extraña tía Betsey (Tilda Swinton) y su huésped, el encantador y excéntrico Mr. Dick (Hugh Laurie).

De ahí pasaremos a sus posteriores encuentros con otros personajes que serán clave en su vida como el siempre endeudado Mr. Micawber (Peter Capaldi), su amigo de clase alta James Steerforth (Aneurim Barnard), su ya citada madre, su primer amor Dora (Morfydd Clark) y el siniestro y traicionero Uriah Heep (Ben Whishaw). Todos ellos, de buenas o malas maneras, van formando la personalidad de Copperfield, que hace lo posible por imitarlos, recordar y anotar las frases que dicen (y sus particulares acentos) y utilizar todas experiencias no solo para escribirlas sino como una manera de entender el mundo que vive desde la compasión y la solidaridad, desde el amor al prójimo y la celebración de la amistad.

Es cierto que al principio –al menos para quien esto escribe– puede resultar un tanto arduo adaptarse al estilo rimbombante que Ianucci usa aquí, pero lo cierto es que con el correr de los minutos uno se acostumbra y empieza a disfrutar la manera en la que DAVID COPPERFIELD va pasando de la caricatura más superficial a encontrar las contradicciones y la humanidad de sus criaturas debajo de sus peculiaridades, vestuario y maquillaje incluidos. Los personajes interpretados por Swinton y Laurie son especialmente destacables en ese sentido: empiezan como puro gesto y tic cuasi circense (Swinton puede ser muy caricaturesca cuando quiere, recordar SNOWPIERCER) para luego ir convirtiéndose, a la par de sus penurias económicas, en maravillosos personajes llenos de matices.

Pero la historia es la de Copperfield, un joven que empieza a recorrer su vida sin que nadie parezca poder recordar su nombre (un chiste recurrente de la novela y la película es que todos lo llaman de diferentes maneras) y que logra, al final, tomar control de la situación y poder torcer hechos que se avecinan siniestros y controlar traiciones inesperadas. Seguramente los espectadores «dickensianos» verán muchos cambios y recortes entre la novela y la película –o extrañarán sus costados más oscuros, acá alivianados o en algunos casos directamente evitados–, pero Ianucci consigue que esas 600 páginas puedan reducirse a dos horas de relato sin perder su esencia, algo que otras adaptaciones previas no pudieron hacer. Y eso agiganta su valor.