Clásicos online: crítica de «Guerra de los mundos», de Steven Spielberg (Amazon Prime/Netflix)

Clásicos online: crítica de «Guerra de los mundos», de Steven Spielberg (Amazon Prime/Netflix)

A 15 años de su estreno, una relectura de esta película de ciencia ficción basada en la clásica novela de H.G. Wells acerca de una invasión extraterrestre. Protagonizada por Tom Cruise y disponible en Netflix y en Amazon Prime.

«Los gérmenes de las enfermedades han atacado a la humanidad desde el comienzo del mundo, exterminaron a muchos de nuestros antecesores prehumanos desde que se inició la vida en la Tierra. Pero en virtud de la selección natural de nuestra especie, la raza humana desarrolló las defensas necesarias para resistirlos. No sucumbimos sin lucha ante el ataque de los microbios y muchas de las bacterias no logran arraigo alguno en nuestros cuerpos vivientes».

(La guerra de los mundos, H.G. Wells, 1898)

Cada versión de GUERRA DE LOS MUNDOS (o de «La guerra de los mundos» si vamos al título original de la novela, tanto en inglés como en su traducción) puede ser leída desde varios puntos de vista cronológicos y metafóricos, dependiendo de su fecha de producción y, a la vez, del momento del visionado. La novela original de H.G. Wells data de 1898 y ya desde esa época ha sido pensada como metáfora de distintos hechos o sucesos históricos. Ha pasado lo mismo con la versión radial de la década del ’30 de Orson Welles, con la película hecha en los años ’50 por Byron Haskin y con cada una de las adaptaciones que se realizaron. Es que, como buen relato de ciencia ficción centrado en una invasión alienígena, las interpretaciones siempre pueden ser variadas y hasta enfrentadas entre sí.

La versión que dirigió Spielberg hace quince años (se estrenó el 29 de junio de 2005) fue analizada, más que nada, a la luz de los hechos del ataque terrorista a las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001 y la posterior invasión a Iraq de parte del gobierno de los Estados Unidos y sus aliados. Pero también ha sido vista como representativa de decenas de similares situaciones de ataques bélicos, muchas de las cuales la propia película avala al mencionar al conflicto franco-argelino o la constante pregunta de los hijos del protagonista acerca de si están siendo invadidos por «los terroristas».

Es curioso que, vista en el contexto de la pandemia por el coronavirus de 2020, GUERRA DE LOS MUNDOS se abre a otras interpretaciones, algunas que, aún siendo inéditas, también fueron de algún modo habilitadas por la propia novela. La película de Spielberg protagonizada por Tom Cruise cuenta una historia que, en la trama específica, tiene poco que ver con la novela original y más con el western o la road movie. Se han mantenido algunas escenas similares, combinado algunos personajes y respetado la forma de trípode de las naves extraterrestres –entre otros detalles y homenajes– pero se ha cambiado la localización a los Estados Unidos y se ha apostado por un eje narrativo ligado a un conflicto familiar que la pone claramente en la esfera de interés específico del cine del realizador de TIBURON y LA TERMINAL.

Lo que ha quedado intacto en la película y que, de algún modo, fue objeto de debate y conflicto desde la misma novela es la resolución de la invasión. (SPOILERS SI NO VIERON LA PELÍCULA NI CONOCEN LA CONCLUSION DEL LIBRO). En ambos casos, los extraterrestres no son derrotados por los humanos ni por ejércitos ni por armas nucleares ni nada parecido sino por lo que Wells denomina «the putrefactive and disease bacteria against which their systems were unprepared«. No creo que haga falta traducción: son las bacterias (o microorganismos, o «patógenos», como los llama la voz en off de Morgan Freeman en la película) las que matan a los invasores –cuyos sistemas no estaban preparados– y salvan a los humanos que «ya habían desarrollado las defensas necesarias para resistirlos» a lo largo de la historia.

Ese enemigo invisible que derrota a un poderoso ejército de invasión extraterrestre en la trama de la película es el que parecería jugar un rol opuesto en la realidad. Salvo que, como sucede con algunas interpretaciones del texto, los «invasores» en realidad sean los humanos. El texto de Wells fue analizado como posible metáfora del imperialismo británico y hasta del llamado proceso de selección natural del darwinismo. Y la película –como escribí antes– fue vista por muchos como relectura de procedimientos de invasión similares (Francia, Estados Unidos), pero con los protagonistas en el rol de los invadidos. De hecho, uno de los guionistas, David Koepp, comparó los esfuerzos en general inútiles de resistencia a casos similares que tuvieron lugar en la Franja de Gaza. También, claro, similares argumentos pueden usarse para ver a la trama como representativa de los temores norteamericanos a una invasión terrorista a su país o a más situaciones similares a los del 11 de septiembre, como los supuestos ataques químicos que los siguieron y que generaron pánico mundial durante un tiempo.

Otra de las curiosas similitudes de GUERRA DE LOS MUNDOS con la actualidad tiene que ver con una mecánica de la trama que es inusual: es un enemigo al que no se lo puede vencer ni que tiene sentido combatir de un modo tradicional. Lo único que se puede hacer es resguardarse de sus ataques o escaparse. En la mecánica del film, al menos durante su primera hora, el aislamiento no se ve como una posibilidad ya que los invasores destruyen literalmente todo a su paso. La única opción que queda es una especie de fuga, de peregrinación hacia algún incierto lugar seguro, que tampoco es una idea tan distinta a algunas que se barajan ahora al respecto de escaparse de las grandes ciudades y sus conglomerados de gente hacinada.

En un momento del relato, el adolescente Robbie (Justin Chatwin) decide ir a combatir la invasión junto al ejército, mientras que su padre Ray (Cruise) y Rachel (Dakota Fanning), su hija menor, se encierran en un subsuelo junto a Harlan Ogilvy, una suerte de lunático encarnado por Tim Robbins, que sí entiende la idea de esconderse de los invasores como una posibilidad aunque solo para luego atacarlos violenta e irracionalmente. Es claro que no resulta posible –a partir de una escena que recuerda a una similar de JURASSIC PARK— y padre e hija terminan cayendo en una de las redes de captura de los extraterrestres, situación que concluye en la escena quizás más exitosamente proactiva de toda la película, con Ray poniendo una granada en «el corazón de la bestia» y liberando a los rehenes que los acompañaban.

Hay otras interesantes interpretaciones a hacer relacionando, por ejemplo, a la película con la (mala) respuesta de los Estados Unidos a la pandemia. Una de las cosas que más ha sorprendido en esta crisis del coronavirus es que el país que todos creían que estaba mejor preparado para enfrentar algo así resultó ser uno de los peores. Si bien se podría responsabilizar, y con bastante razón, a las políticas de su presidente, Donald Trump, en GUERRA DE LOS MUNDOS Spielberg también parece coquetear con la idea de que quizás la gente no esté demasiado preparada para eventos de esta naturaleza ni responda necesariamente de la mejor manera a las necesidades o urgencias colectivas.

En la que quizás sea la parte más ambigua de la película, Spielberg muestra más gestos de egoísmo o de pura estupidez que de solidaridad y generosidad de parte de los habitantes obligados a escaparse de los invasores. La manera en la que no se van a tiempo, al principio, por quedarse mirando lo que sucede sin reaccionar (y eso que en 2005 no había Instagram) y la violencia que ejercen unos contra otros a la hora de intentar salvarse (la escena del auto atacado por decenas de personas seguida por la del ferry, que se va aún teniendo lugar para más gente, o la del extraño comportamiento de Ogilvy y la violenta «respuesta» de Ray) supera por mucho los gestos solidarios, como los de Robbie intentando salvar gente en un par de ocasiones o los ocasionales compañeros de pod extraterrestre que ayudan a Ray y Rachel a escaparse de la succión mortal a la que están siendo sometidos. Hay mucho de turba egoísta y desesperada en lo que se ve, un tipo de comportamiento social que el gobierno actual parece haber avalado y hasta promovido.

Pero fuera de las interpretaciones políticas o «virales» de GUERRA DE LOS MUNDOS, el film de Spielberg apasiona a los fans de la obra del realizador de E.T. por su enervante ritmo narrativo, sus espectaculares escenas de suspenso y su perturbador imaginario visual, propio del cine de terror, uno que el realizador no visitaba de manera tan contundente desde TIBURON. Además de eso, por la consistencia de sus temas con el resto de su filmografía. Otra vez la figura del padre es central al relato en un film de aventuras de Spielberg y en este caso –en un cambio que experimentaron sus películas después que el realizador se «reconectó» con su padre en la vida real– con una mirada, si se quiere, optimista al respecto.

Es así que la película puede ser vista como el recorrido que hace un padre ausente, desentendido y distante con sus hijos (no conoce sus hábitos ni sus gustos ni es capaz de prepararles algo de comer) hasta recuperar la relación y la confianza con ellos a través de las vicisitudes de la aventura y el riesgo. Y que concluye con el propio Ray entendiendo que, pese a haber recompuesto esos lazos, el lugar seguro para los chicos es con su madre, algo que la película deja en claro en ese final que es un homenaje a MAS CORAZON QUE ODIO, de John Ford. Como sucede en ese film con Ethan Edwards (John Wayne), aquí Ray Ferrier (Cruise) sabe que cometió actos que lo avergüenzan o por los que se culpa, se da cuenta que no pertenece a ese universo seguro, civilizado y de clase media en el que se recibe y acoge a sus hijos, y entiende que la gente como él (su generación, quizás) no pertenece, no puede entrar a nuevo mundo. Como le sucedió a aquel Moisés del Viejo Testamento, no hay lugar para Ray en la Tierra Prometida.


Disponible en Netflix (aquí) y en Amazon Prime (aquí)