Clásicos online: crítica de «El gran Lebowski», de los hermanos Coen (Netflix/Amazon Prime)

Clásicos online: crítica de «El gran Lebowski», de los hermanos Coen (Netflix/Amazon Prime)

En este delirante y placentero juego de los hermanos Coen, una suerte de policial slapstick, a los directores de «Fargo» se los siente más libres que nunca. Con Jeff Bridges, John Goodman, Julianne Moore, Steve Buscemi, John Turturro y Philip Seymour Hoffman.

«The man in me will do nearly any task
And as for compensation, there’s little he would ask
«

(Bob Dylan, «The Man in Me»)

Al Dude (Jeff Bridges) le pasa de todo. Por tener el mismo nombre que un millonario al que buscan unos mafiosos para cobrarle un dinero, a este ejemplar cool de California le va de mal en peor: le orinan la alfombra que armoniza su habitación, lo obligan a entregar un rescate, le roban un millón de dólares de su auto y lo ponen a competir en un torneo de bowling contra el talentoso Jesús Quintana (un increíble John Turturro) que encima es pederasta. Para peor, debe bancar la histeria de su amigo Walter Sobchak (John Goodman), un veterano de Vietnam que relaciona todo lo que les pasa con esa guerra, y a una artista conceptual (Julianne Moore) que sólo quiere usarlo para procrear. Como si esto fuera poco, lo persigue un trío de alemanes nihilistas que, a diferencia de los nazis, «no creen en nada».

EL GRAN LEBOWSKI es el filme que habrían imaginado Ernst Lubitsch, Preston Sturges, Howard Hawks y Busby Berkeley si se hubieran juntado una noche, tomado demasiado alcohol y soñado algo así como el futuro. Que los Coen imaginen un hippie como protagonista de un filme suyo es algo raro. Pero como la Marge de FARGO, son personajes que permiten que su estilo vicioso no se desbarranque hacia la caricatura generalizada. Son, ambos, el corazón de esta nueva etapa de su cine. Y el alma.

EL GRAN LEBOWSKI puede ser vista como un divertimento, un experimento lisérgico y atonal de un par de directores demasiado exitosos. Puede hacer acordar a EDUCANDO A ARIZONA. O también puede pensarse como un paso a la madurez. Es cierto que, en el caso de ellos, la madurez es muy distinta de lo que representa para casi todos lo demás. Es relajación de las formas, intimidad con los personajes, frescura, ligereza.

Este film remarca algo que a veces se pasa por alto en la obra de los hermanos Joel y Ethan: su enorme talento como guionistas. No sólo por la estructura del relato, que parece irse a cualquier lado pero nunca pierde del todo su centro, sino por sus maravillosos diálogos: rítmicos, musicales, perfectamente ensamblados unos con otros, dándole al filme una melodía única y distinguible de repeticiones y variables.

Además, los Coen entregan un film con varios planos de lectura, de referencias y de humor. Es un homenaje directo al cine negro (la trama está tomada de AL BORDE DEL ABISMO) pasado por el tamiz de la contracultura californiana de los ’60 y ’70, los musicales clásicos bañados en ácido y un humor que apuesta por el absurdo de lo cotidiano llevado al extremo, como si fuera el más dopado de los dibujos animados de Chuck Jones.

NOTA: Hasta aquí, la crítica sigue bastante de cerca lo que escribí sobre el film en 1998 para Clarín. Lo de abajo es un agregado escrito ahora, tras rever la película.

Con los años, EL GRAN LEBOWSKI pasó de ser una curiosidad en la filmografía de los Coen a convertirse en un clásico de culto de esos que trascienden generaciones, generan frases célebres («Don’t Fuck with the Jesus», «Where is the Money, Lebowski», entre muchas otras), bebidas específicas (el célebre «White Russian») y hasta un vestuario color kaki que no es muy fácil de imitar o llevar con cierta dignidad. ¿A qué se debe que la película haya superado esa desconfianza inicial para convertirse en la más citada de las películas de los realizadores?

Respecto a las pobres críticas iniciales se me ocurren dos ideas. Por un lado, los Coen venían de hacer FARGO y recibir premios, nominaciones y reconocimiento académico por esa película, por lo que un film liviano como este les pareció a muchos un paso atrás o un regreso al estilo cómico que ya habían probado en EDUCANDO A ARIZONA y que muchos consideraban superado. Pero los Coen tienen una característica particular que los hacen ser amados y odiados por igual: siempre giran para el lado menos pensado, escapan a cualquier molde y, especialmente, rechazan todo intento de canonización. Da la impresión –si bien para mí es parte del «acto» público que hacen de estar más allá de todo– que lo que menos les interesa es la respetabilidad. Y esta película fue, en ese momento, una declaración de principios acerca de su ingobernabilidad.

Por otro, vayamos a lo simple: la película es inusual, su guión no lleva a ningún lugar más o menos coherente y, como le ha sucedido a muchos, si uno no entra en la lógica absurda de lo que propone, puede quedarse afuera y fastidiarse. Todo eso está dentro de lo que EL GRAN LEBOWSKI propone. Esto es: da la impresión de estar pensada para ser una película de culto. Como suele pasar en estos casos, a veces el truco funciona y otras veces no. Acá resultó y hoy en día es una de las pocas películas que hasta tiene una religión propia: el «Dudeísmo».

Es difícil saber realmente porqué una película se vuelve de culto. ¿Son escenas específicas, diálogos, situaciones? ¿Es un acto de imitación, de copiar lo que otros adoptaron y canonizaron como «diferente» y «especial»? A veces es bastante fácil saberlo (el caso de THE ROOM, por ejemplo, o similares ejemplos de «es tan mala que es buena»), pero en otras, como aquí, es un tanto más complejo. Creo que sí, que juegan un rol importante los manierismos y el fraseo particular de sus personajes, los detalles del universo cinéfilo que la película condensa (un «realismo californiano» que está siempre teñido de los colores de Hollywood) y las caracterizaciones, en especial del Dude y Sobchak, quien acaso sea la verdadera arma secreta de la película.

Pero más allá de los códigos privados, las referencias culturales, los guiños a la historia de los géneros y las fascinantes menciones o juegos verbales de los personajes («It’s shomer fucking shabbas«), siento que hay una enorme identificación con la relación que tienen sus dos personajes principales. EL GRAN LEBOWSKI es una película de amigos, de dos tipos muy distintos entre sí (el pacifista y relajado Dude frente al intenso y nervioso Walter) que, a su manera, se protegen entre sí ante el mundo que los deja de lado o los hace meterse en problemas.

Hay una mecánica de dupla cómica ahí que funciona a la perfección y que hace pensar tanto en las clásicas parejas de la comedia (Abbott & Costello, Laurel & Hardy, por citar solo algunas) como una posterior a la propia película: la que existe en THE OFFICE entre Michael (Steve Carell) y Dwight (Rainn Wilson), dos personajes que tienen características similares a los de EL GRAN LEBOWSKI y que, pese a sus enormes diferencias de personalidad y carácter, parecen estar hechos el uno para el otro. Por decirlo de otro modo: todo el sistema de la película se caería si eso no funcionara tan bien, algo que queda claro viendo muchas otras películas de los Coen que, pese a tener guiones cómicos igualmente ingeniosos e irónicos, no han pasado a la historia y cuesta volverlas a ver.

Esa química perfecta existe también porque, sea por los directores o por la gracia natural de los intérpretes, El Dude y Walter logran convertirse en dos seres queribles y, aunque a los Coen les molesten este tipo de términos para personajes suyos, dos tipos entrañables. Son el corazón de la película, el latido reconocible que nos mete adentro de ella y nos permite vivirla en lugar de –como sucede otras veces en este tipo de comedias con altos niveles de hipsterismo en sangre– mirarla desde afuera. Son, como la alfombra en cuestión que le mean al Duderino al principio de la película, «lo que armoniza la habitación».


Acá, una playlist de «The Big Lebowski» que incluye a la banda favorita del Dude (Creedence Clearwater Revival), las dos canciones utilizadas en los números musicales (de Bob Dylan y Kenny Rogers) y el resto de la música de la película.