Estrenos online: crítica de «Relic», de Natalie Erika James
Mezcla de película de horror físico con drama familiar centrado en una anciana que sufre claros signos de demencia y se torna violenta, esta opera prima australiana es un inquietante relato sobre la enfermedad y la muerte.
Todas las películas de terror tratan de la muerte. Algunas lo hacen de modo más directo y claro que otras, sin rodearlas de demasiados envoltorios. Se podría decir que RELIC es una de ellas. La opera prima de la realizadora australiana de ascendencia japonesa que debutó en el Festival de Sundance deja muy en claro que su tema central se manifiesta vía mecanismos bastante más realistas que la mayoría de las películas de género. En este caso, se trata de la demencia, la senilidad, el Alzheimer. Lo que ha hecho la directora es crear un drama familiar disfrazado de película de horror en el que tres generaciones de mujeres deben lidiar con el tema, desde la experiencia o desde la herencia.
La octogenaria Edna (Robyn Nevin) ha desaparecido de su casa en un pequeño pueblo australiano y la policía manda a llamar a su hija, Kay (Emily Mortimer) que vive en Melbourne. La mujer viaja allí con su veinteañera hija, Sam (Bella Heathcote, de THE MAN IN THE HIGH CASTLE) y notan que la oscura casa está bastante descuidada y que la madre ha dejado en ella un montón de notas con extraños y en algunos casos incomprensibles mensajes. Se trata de una mujer viuda y de una familia con un pasado de enfermedades mentales y otros asuntos, por lo que nadie sabe bien qué pudo haber sucedido con la anciana.
Pero un día Edna vuelve a su casa como si nada hubiera pasado y hasta parece estar bastante lúcida, considerando las circunstancias. Pero de a poco nos quedará claro que no lo está tanto (o que va y viene de la lucidez) y allí la película empezará a virar de a poco hacia el género. Además de los problemas esperables (no reconoce a sus familiares, dice una cosa y la olvida al segundo y así), la mujer tiene extrañas manchas oscuras que crecen en su torso, la deteriorada casa empieza a hacer ruidos rarísimos y hasta podría estar cambiando su propia arquitectura, al mejor estilo de la reciente YOU SHOULD HAVE LEFT.
James trabaja en un territorio cercano al del «horror del cuerpo» de David Cronenberg pero lo hace de una manera psicológicamente más clásica. Hay claros conflictos entre abuela y madre como los hay entre madre e hija, y también hay un pasado oscuro que complementa el claro decaimiento físico y, sobre todo, mental de Edna. En un momento determinado, claro, la película se convertirá en una de supervivencia, con la mujer (y la casa) en una suerte de mítico combate contra los «invasores», esos seres extraños que solían ser familiares.
RELIC es una película sobre la muerte, como dije antes, desde el punto de vista de la locura, la pérdida de memoria y hasta la propia descomposición física. James, que ha contado en entrevistas haberse inspirado en el tiempo en el que cuidó a su propia abuela que sufría de Alzheimer, utiliza el corazón de esa vivencia pero la completa con un clima tenebroso que tiene bastante de terror japonés (presencias misteriosas, ruidos, pesadillas, la casa como ser vivo) y en la que los lazos familiares, que van del terror al cariño, se manifiestan de formas inesperadas.
Seguramente no sea el tipo de película que convenza a los fans del cine de horror más convencional, ya que recién en su último acto James le otorga cierta tensión más clásica. Está en una línea más cercana al cine de lo que ahora se da por llamar «terror de autor», pero tampoco puede compararse –como algunos han hecho– con películas como HEREDITARY. A mí me hace recordar por momentos más a cierto de de suspenso autoral europeo de los ’60, en la línea Roman Polanski o Joseph Losey, especialmente en la combinación de inestabilidad mental y encierro.
Lo que prima en RELIC es una sensación de angustia y de dolor que dominan y se imponen por sobre los gestos más clásicos del género, los de ver a una madre no reconocer a sus seres queridos, perder la noción de la realidad y tornarse violenta contra ellos. Los «sustos» estarán ahí, pero generan más tristeza que miedo ya que es imposible olvidar que –bajo las extrañas manchas del cuerpo, los pasillos imposibles, las amenazas y los sonidos raros– la película está contando una mórbida historia de descomposición física, mental y familiar.
Vaya truño de película