Miniseries: crítica de «Ciudad del miedo: Nueva York vs. La mafia», de Sam Hobkinson (Netflix)

Miniseries: crítica de «Ciudad del miedo: Nueva York vs. La mafia», de Sam Hobkinson (Netflix)

por - Críticas
29 Jul, 2020 12:00 | comentarios

Esta miniserie de tres episodios se centra en los esfuerzos de los agentes del FBI por descabezar a las llamadas Cinco Familias que controlaban el crimen organizado en Nueva York en los años ’70 y ’80.

Son tantas las películas de ficción y documentales sobre las distintas figuras, casos y actividades de la Mafia que uno se acerca a CIUDAD DEL MIEDO: NUEVA YORK VS. LA MAFIA con cierta desconfianza, hasta pereza. ¿Qué puede aportar otra historia más sobre el tema? Y al principio uno sentirá que está en lo cierto. Más allá del placer o la conexión directa con el imaginario generado por tantas películas de Martin Scorsese y tantas horas mirando episodios de LOS SOPRANO que pueda tener la serie, no parece haber mucho más aquí que reciclar algunas historias ya conocidas. En este caso: contar cómo las ya célebres Cinco Familias dominaban la ciudad de Nueva York en los años ’70 y eran poco menos que incontrolables.

Pero pronto la serie encuentra su foco y su eje. No veremos un repaso histórico general sobre el tema sino que seguiremos un caso concreto: el que terminó conociéndose como The Commission Trial, en los años ’80. Y, en otro aporte diferente al tema, lo seguiremos más que nada a través de los agentes del FBI abocados a tratar de desarmar la estructura del crimen organizado. Y el origen de ese nuevo enfoque será la utilización de la célebre Ley RICO, que permite enjuiciar a jefes de una agrupación por un crimen cometido por sus miembros si se demuestra la conexión delictiva organizada entre ambos. «Por dar las órdenes», diríamos popularmente.

Es así que CIUDAD DEL MIEDO se vuelve más puntual y específica. A lo largo de sus tres episodios que se ven de corrido (sacando créditos y títulos todo el asunto no supera los 140 minutos, la duración de una película más o menos larga) escuchamos los testimonios de los hoy veteranos agentes del FBI que se dedicaron a seguir los casos, instalar micrófonos, sacar las ya clásicas fotografías de mafiosos conversando o caminando y, especialmente, a escuchar cientos de horas de conversaciones apenas comprensibles, que debían descifrar, interpretar y luego conectar con las demás.

Además de ellos, hay un par de ex mafiosos que cuentan cómo vivieron esos años desde sus respectivos lugares en las organizaciones y, por último, aparecen los abogados que se dedicaron a montar y seguir el caso por las vías legales, algo que también tiene sus idas y vueltas, ya que –como sabe cualquiera que haya visto un rato nomás de una película sobre la mafia– la mayoría de las veces lo más complicado no es detener a estos criminales sino tener suficientes evidencias para condenarlos en función de los códigos de silencio que manejan.

Entre entrevistas, imágenes de archivo y elegantes reconstrucciones, los agentes van contando, como si fuera un film de espionaje en tiempo real, cómo fueron instalando micrófonos y escuchando las conversaciones de los mafiosos, cómo encontraron casos que los unía entre todos (algo que permitiría enjuiciarlos en conjunto) y los demás eventos que no adelantaré ya que, si no los conocen, pueden evitar chequearlos en Wikipedia hasta que terminen de ver el asunto.

El muy bien realizado y documentado relato tiene, sin embargo, algunos problemas. Uno de ellos aparece cuando uno lee cómo fue el caso real y se da cuenta que la serie se tomó unas cuantas libertades a la hora de contarlo. Lo podrán chequear cuando lean sobre el caso específico –la serie mantiene un logrado tono de suspenso hasta el final acerca de la resolución de la investigación–, pero muchas cosas fueron bastante diferentes a como se las cuentan aquí. Y también es cierto que casi todas las cosas ya se conocen y se pueden ver en decenas de libros editados o videos que circulan por YouTube. Lo que hace FEAR CITY es organizarlo como un relato y hacerlo más accesible al espectador más casual.

Y el otro problema, a título más personal, es que me resulta muy incómodo ver a Rudy Giuliani, el posterior alcalde de mano dura de Nueva York hoy convertido en patético amigo y lamentable abogado de Donald Trump, como uno de los héroes de esta historia, el «cruzado» que se esforzó por descabezar la mafia, cuando en realidad fue el que más se «publicitó» a sí mismo de ese modo. De no ser por los esforzados y sacrificados abogados y especialistas del FBI que dedicaron años y años de su vida a este caso, tranquilamente uno puede ver CIUDAD DEL MIEDO y pensar que seguramente cualquiera de los jefes mafiosos sería hoy menos peligroso para el funcionamiento del mundo que el hombre que defiende a capa y espada las cotidianas mentiras del presidente de los Estados Unidos.