Series: reseña de «We Are Who We Are: Episodios 1-2», de Luca Guadagnino (HBO)

Series: reseña de «We Are Who We Are: Episodios 1-2», de Luca Guadagnino (HBO)

Esta serie dirigida y coescrita por el reaiizador de «Call Me By Your Name» se centra en la relación entre dos adolescentes que viven en una base militar estadounidense en Italia. La serie, que había sido programada en la Quincena de Realizadores de Cannes antes de cancelarse, ahora se presenta en el Festival de San Sebastián. Y va todos los lunes por HBO.

La nueva serie de HBO, WE ARE WHO WE ARE, es claramente la obra de Luca Guadagnino. Se siente en cada fotograma, en la manera en la que la cámara se mueve por el espacio –ágil, inquieta, un tanto inconstante–, en los cortes abruptos, en la musicalización tan heterogénea como creativa, en la personificación entre ambigua y desconcertante de sus protagonistas. No todas las películas del director de CALL ME BY YOUR NAME son así –no creo que SUSPIRIA califique del todo en este esquema, aunque, pensándolo bien quizás sí–, pero a la hora de enfrentar un formato como el de una serie de televisión, que se viene caracterizando hace tiempo por ofrecer muy pocas ideas audiovisuales más que servir de forma efectiva y eficiente al guión, una mano distinguible es más que bienvenida.

En sus dos primeros episodios –que van los lunes por HBO–, WE ARE WHO WE ARE no se preocupa demasiado en «enganchar» al espectador de la manera en la que los manuales de las series parecen pedir. Guadagnino la piensa como una larga película y da la impresión que no se plantea el hecho de que algún espectador no encuentre «el gancho» en sus dos primeras horas y se aburra. Dicho de otro modo: si se aburre, bueno, esta serie no es para él. Tiene cientos de opciones.

De todos modos no es cuestión de pensar que la serie es experimental ni mucho menos. Al contrario. Es una serie esencialmente narrativa, ágil, fresca y joven, solo que avanza más desde la construcción de los personajes –al menos hasta el momento– que desde lo que normalmente se entiende como «trama» en un sentido televisivo. El primer episodio se centra en Fraser (Jack Dylan Grazer), un adolescente rubio y bastante irritante, que llega a una base del ejército norteamericano en Italia –cerca de Venecia– acompañando a sus madres, Sarah (Chloë Sevigny) y Maggie (Alice Braga). Corre 2016, Barack Obama es todavía presidente y Sarah viene a tomar el mando de la base, por lo que debe adaptarse también a la disimulada incomodidad que genera en los más tradicionales militares su relación de pareja con otra mujer.

Pero el eje pasa por Fraser, que se viste como una suerte de surfer/skater decadente, no se saca los auriculares, es bastante caprichoso, pedante y tiene unos cambios de humor feroces. Se trata de un personaje que habrá que aprender a querer –y que, imagino, su recorrido en la serie irá por ese lado– pero que en el primer episodio se dedica, además de a molestar a medio mundo con sus nimiedades y mal entendida rebeldía, a perseguir de lejos a un grupo de hijos de militares que van a la escuela de la base, se escapan para ir a la playa donde pueden beber y tienen armado todo un esquema de funcionamiento que parece muy aceitado. Una de las chicas del grupo llamada Britney (interpretada de manera muy carismática por Francesca Scorsese, la hija de Martin) lo adopta casi de mascota en ese giro, pero el resto del grupo lo mira como si fuera un freak. Que, convengamos, un poco es.

Son varios los que integran ese grupo, pero quien más nos importa aquí –y la que más parece importarle a Fraser– es Caitlin (Jordan Kristine Seamón), una chica afroamericana de su edad, que vive en la base con su hermano mayor, su madre nigeriana y su padre (Scott Mescudi AKA Kid Cudi, una estrella de hip hop) y quien mira al chico nuevo casi con cara de asco. El segundo episodio se centrará en ella y en buena medida repetirá lo que vimos en el anterior solo que desde su punto de vista, con Fraser apareciendo a la distancia en las mismas escenas que vimos en el episodio anterior narradas por él.

Ese episodio mostrará la vida cotidiana de Cait mostrando la buena relación que parece tener con su padre (no tanto con su madre), con un novio casual, con sus amigos y a través de las pequeñas tareas laborales y deportivas que lleva a cabo para y con su papá. El tal Fraser entrará en su vida de una manera más evidente al final del episodio, pero lo principal aquí será presentar a la chica en un momento de transición entre la niñez y la adolescencia, en el que ciertos juegos infantiles empiezan a ser dejados de lado para pasar a otra etapa a la que Cait se acerca con cierta incomodidad.

Es evidente que, más allá de la desconfianza inicial y las miradas desaprobatorias de Cait hacia Fraser, la serie apunta a que la relación entre ambos sea central a la historia: la irresponsabilidad y aparente descontrol de él de algún modo deberá combinar con la actitud opuesta (responsable y controlada) de ella. Pero esa se verá en los seis episodios restantes. Lo que queda en evidencia por ahora es que Guadagnino parece tener bastante en claro el mundo que quiere pintar –de aventuras adolescentes, lúdicas, probablemente peligrosas o problemáticas– en un universo en el que se mezclan la libertad de la playa, las fiestas y los romances con la actitud un tanto más severa y ejecutiva de los adultos ligados al mundo militar.

El mundo de la vida cotidiana en una base norteamericana en el exterior no se ha explorado demasiado, especialmente en cómo eso afecta a los hijos de los que están ahí trabajando. Y a juzgar por algunas situaciones y comentarios que aparecen ahí –un gorro de Make America Great Again en la cabeza de un par de protagonistas, por ejemplo– quizás algunos otros conflictos salten a la vista más temprano que tarde. Por ahora, Guadagnino parece más interesado en ver cómo estos adolescentes, extranjeros en un país con hábitos culturales diferentes a los suyos, se manejan y conectan entre sí, cómo logran unir esas energías cruzadas que parecen tener. Es una serie que promete, una historia sobre el «fin de la inocencia» con más aristas que las habituales.


La banda sonora, armada por Blood Orange, es de un eclecticismo fascinante, pasando de Prince a John Adams, de Kanye West a Klaus Nomi, con una buena dosis de pop italiano. Acá les dejo la Playlist de Spotify que arma la gente de HBO y que se actualiza semana a semana con los nuevos temas que se van agregando.