Estrenos online: crítica de «Rapera a los 40», de Radha Blank (Netflix)
Esta comedia dramática, que le valió a su realizadora el premio a mejor dirección en el Festival de Sundance, se centra en una dramaturga que, cansada de los problemas que tiene para poder montar una obra, decide probar suerte en el mundo del hip-hop.
El título en castellano, entre anodino y un tanto genérico, hace imaginar algún tipo de comedia menor e intrascendente. Pero lo curioso el asunto es que el título es bastante correcto –es una película acerca de una mujer que decide empezar a rapear justo antes de cumplir los 40– y hasta la trama de esta opera prima de Radha Blank bien podría dar para ese tipo de comedia. Lo que sorprende aquí es que el film puede ser eso y también algo muy distinto. Esto es: una comedia amable y accesible acerca de una mujer que decide dar un vuelco a su vida ante una serie de fracasos y una película de autor –con momentos líricos y poéticos, en blanco y negro– que le permitió ganar el premio como mejor directora en el Festival de Sundance.
Claramente influenciada por el cine afroamericano de los ’80 y ’90 —SHE’S GOTTA HAVE IT, de Spike Lee, es la principal referencia pero no la única en la que se apota–, la película de Blank tiene claros elementos autobiográficos. La protagonista no solo se llama como ella sino que su vida se acerca bastante a la de la realizadora. Radha es una mujer de Harlem, dramaturga, que está a punto de cumplir los 40 años. Ha sido elegida una de las treinta más promisorias artistas menores de 30 años hace ya una década pero que no ha conseguido triunfar como ella y muchos alrededor suyo esperaban, en especial su amigo y agente Archie (Peter Kim). No fue a partir de crisis personales que no lo logró todavía, sino porque nadie parece interesado en producir el tipo de obra que Radha hace o quiere hacer. Y ella no quiere ceder.
El problema de Radha es uno con el que seguramente muchos artistas (cineastas también) se sentirán identificados. Para poder conseguir un productor o financiamiento para sus obras tiene que lidiar con los deseos y la mirada de otros, que tienen sus exigencias. En este caso, personas blancas que le piden «algunos cambios» a sus obras antes de poner dinero y así satisfacer a espectadores probablemente también blancos. Básicamente, lo que le piden es incluir en ellas lo que Radha llama «poverty porn» (y que acá conocemos muy bien como «pornomiseria»): pobreza, pandillas, disparos, drogas, embarazos adolescentes. Y ella no quiere hacerlo y prefiere dar clases a chicos de la secundaria antes que destruir su obra –centrada en los problemas de una pareja de Harlem– para satisfacer los deseos de un productor o una directora blancos.
En medio de su frustración encuentra una especie de rara salvación: rapear. Solía ser buena haciéndolo en su adolescencia pero lo tiene abandonado. Y digamos que no hay un mercado verdadero para mujeres de 40 años dentro de un género que funciona más que nada con un público adolescente o a lo sumo veinteañero. Será ahí que RAPERA A LOS 40 utilizará su trama de «pez fuera del agua» para mostrar a esta veterana entrando en el mundo en apariencia duro, joven y mayoritariamente masculino del hip-hop, con las previsibles complicaciones e ironías del caso.
Pero Radha es buena en lo que hace y la película la verá lidiando entre ambos mundos, especialmente tomando en cuenta que para grabar un mixtape no hace falta tanto dinero como para montar una pieza teatral por lo que la independencia de criterios (poder decir lo que quiere y como quiere) es más fácil de mantener. Eso sí: para pagar el alquiler necesita lo otro también. La película apunta más a los temas sociales que a los personales para hablar de las experiencias de una mujer negra tratando de mantener su voz dentro de un mercado creativo que dice quererla pero luego intenta formatearla a sus deseos.
RAPERA A LOS 40 es una comedia, fundamentalmente. Y sus características provienen de ahí: personajes exagerados, remates irónicos muy graciosos y gags visuales que son muy efectivos. Blank conoce bien el género en el que se maneja y hasta logra un inteligente truco que es el de volver accesible –mediante esos toques cómicos, muchas veces ligados a sus choques culturales con los «teatristas» blancos que le dicen como son las cosas en los barrios negros– la problemática que el propio film presenta, casi como jugando a dos puntas entre hacer una película centrada en lo que ella quiere decir íntimamente y una comedia divertida para una audiencia más general.
En algún punto esta es más una comedia sobre el mundo del teatro que sobre el del hip hop. Y es más lo que Blank tiene para decir acerca de ese universo, que conoce desde adentro. El rap, en cierto sentido, funciona más como catalizador, como contraejemplo. Es ese espacio creativo en el que todo (o casi todo, ya que el productor/DJ tiene un rol bastante clave en el film) depende de uno. Y lo interesante de RAPERA A LOS 40 es, también, que logra ser una película sobre «temas» (la gentrificación, los estereotipos raciales, el lidiar con el fracaso, la crisis de los 40, la necesidad del mercado de siempre apostar a lo nuevo y a los jóvenes, entre otros) sin que eso la vuelva obvia o declamatoria, más allá de los clichés con los que la propia película juega y algún que otro previsible exceso sobre el final, algo que ya es casi una norma en estos films.
Con un blanco y negro y una estética que no solo remite a films de los ’80 sino que por momentos parece dar la impresión que la propia historia transcurre en esa época, RAPERA A LOS 40 es una de esas raras sorpresas que se cuelan de tanto en tanto en el habitualmente no muy generoso catálogo de Netflix. Una comedia inteligente, sagaz, creativa, ingeniosa y tierna sobre las dificultades de poder sostener y mantener una mirada personal en un mercado artístico que intenta formatear a todo el mundo, aún a los que dice defender por la «originalidad e independencia de sus voces».