Estrenos online: crítica de «El sol que abrasa», de Chung Mong-hong (Netflix)

Estrenos online: crítica de «El sol que abrasa», de Chung Mong-hong (Netflix)

Este premiado drama taiwanés, elegido por su país como representante en los Oscars, se centra en una familia que atraviesa una serie de difíciles circunstancias que empiezan cuando uno de sus hijos va a la cárcel.

Por ciertas cuestiones de los algoritmos, uno a veces tiene muchas dificultades para encontrar algo en Netflix. Es raro ya que supuestamente esos mismos algoritmos deberían ayudarte e encontrar películas que se asemejan a otras que viste en la plataforma. Pero aún habiendo tenido mi cuota de cine asiático reciente allí, al «sistema» no se le ocurrió ofrecerme jamás EL SOL QUE ABRASA, película taiwanesa que está allí desde principios de año. Y si lo hizo –cosa que es probable– habrá sido solo alguna vez y no llegué a notarla. Lo raro de esta muy buena película, elegida por Taiwán como su representante al Oscar, es que aún en sitios que agregan las críticas existentes de un film (como Metacritic, por ejemplo) al día de hoy apenas hay dos textos escritos sobre ella y ambos desde el festival de cine de Tokio. Dicho de otro modo: no solo no me enteré yo de que estaba en Netflix sino que casi nadie parece haberlo hecho. Y eso que las dos críticas que hay del film lo califican como excelente. En esta nota (en inglés) se explica un poco más qué es lo que pudo haber sucedido.

La película logró cierta visibilidad hace poco con la precandidatura al Oscar y luego con la votación de un crítico de «Variety» que la eligió como la mejor de 2020, pero todavía no ha sido vista lo suficiente considerando lo sólida y efectiva que es. No, no se trata de una obra maestra ni mucho menos, pero es un muy noble, intrincado y emotivo drama familiar que se extiende por unas muy bien resueltas dos horas y media y que atraviesa todo tipo de emociones y hasta de géneros: del cine de acción al thriller carcelario, del melodrama familiar a la comedia pasando por momentos de suspenso de tipo policial. Pero más allá de esos giros tonales, la película se vive como un acercamiento casi novelístico a las duras experiencias que atraviesan los miembros de una familia a las que las cosas no parecen salirles demasiado bien nunca.

Si bien se la puede pensar como una película coral –en tanto los cuatro miembros de la familia tienen un importante protagonismo–, el que lidera la mayor parte de las acciones es A-ho (Wu Chien-ho), el hijo menor, un adolescente que apenas comienza la película termina en la cárcel tras ayudar a su brusco amigo Radish a mutilar brutalmente a otro joven en una escena que parece prometer una película de acción y violencia casi gore. Pero eso rápidamente cambia. A-ho es condenado a prisión como cómplice del crimen y su propio padre, A-wen (Chen Yi-wen), cansado del que parece ser el «hijo conflictivo» de la familia, pide que le den la máxima condena posible.

Para A-wen –un hombre un tanto huraño que se dedica a dar clases de manejo y cuyo repetido lema es una versión oriental del «Carpe Diem»– solo existe un hijo, el mayor, llamado A-hao (Xu Guang-han). Es casi lo opuesto de A-ho: un estudiante universitario serio, amable, educado, que está en medio de lo que parece ser un principio de noviazgo. Y la madre, que trabaja como peluquera, hace lo posible para mediar en esa incomoda situación. Ella y su aplicado hijo visitan a A-ho en la complicada cárcel (el padre no) y son los que tratarán de colaborar en lo que pueden cuando una chica de 15 años se aparece con su madrastra en la puerta de la casa familiar diciendo que está embarazada del ahora encarcelado adolescente.

Todo pegará un giro inesperado cuando, por motivos que no conviene develar, el hermano mayor desaparezca de la historia sorpresivamente. Es un golpe para el que la familia no está preparada y que cambia por completo su dinámica. El padre entra en lo que parece ser una suerte de depresión –que le trae problemas en el trabajo– y la madre se focaliza en cuidar a la novia de A-ho y futura madre de su nieto. Es así que cuando el chico salga de la cárcel se encontrará con una situación muy diferente, en todo sentido, a la que dejó y deberá esforzarse para mantenerse en línea en su intento de reinsertarse socialmente. Algo que se hará muy complicado cuando algunas personas reaparezcan intentando hacerlo volver a la vida criminal.

EL SOL QUE ABRASA –título que hace referencia al hijo favorito, pero en su traducción también a la presión que ese favoritismo puede generar– se desarrolla a lo largo de varios años y, más allá de sus constantes coqueteos con el cine de género, se hace fuerte en el drama. Por un lado, en el de A-ho, que tiene que reencauzar su vida con una mujer a la que casi no conoce y un pequeño hijo a cuestas y, a la vez, ocupar en cierto modo el lugar de su hermano ejemplar. Por otro, el de su padre, que tiene que encontrar algún modo de aceptar a este hijo negado que, si bien lo vemos esforzarse y trabajar constantemente tras salir de la cárcel, parece no poder hacer nada bien ante sus ojos. Y la madre tiene la complicada tarea de hacer que esas dos partes se acerquen aunque sea un poco.

Más allá de lo específica que pueda parecer la trama, la película taiwanesa trabaja conflictos familiares que son universales: la necesidad de un hijo de ser reconocido por su padre, la presión que para el otro significa que toda la expectativa familiar esté puesta en él y la frustración de los padres (y, acaso, sensación de culpa) al ver que sus hijos van tomando caminos que no son los deseados o los esperables. Y Chung se acerca al material de una manera a la que se podría definir como realista, directa y empática: ni muy clínicamente distanciada ni desaforadamente melodramática (dos modelos muy caros al cine asiático) sino narrando con la mayor justeza y discreción posible los giros narrativos y emocionales de la historia.

Si uno lo comparara con otros grandes del cine de Taiwán podría decir que Chung está más cerca de Ang Lee (o, un tanto menos, de Edward Yang, en especial la también épica A BRIGHTER SUMMER DAY) que de autores más estilizadamente «festivaleros» como Tsai Ming-liang o Hou Hsiao-hsien, por citar a los realizadores más reconocidos de ese país. EL SOL QUE ABRASA juega por momentos con la comedia escatológica (el padre de la víctima inicial tiene una brusca manera de vengarse del padre de A-ho) y en otros con el absurdo (es sutilmente graciosa la escena del «casamiento»), pero Chung, en su quinto largometraje, logra salir de ahí y un rato después dirigir una larga y tensa secuencia de tipo policial con igual o mayor destreza. Y nunca pierde de vista el eje emocional/familiar del relato.

Es una muy buena película sobre todas esas cosas que no se dicen en una familia y que complican la relación entre sus miembros. Desde secretos específicos hasta sentimientos guardados pasando por algunas acciones violentas, todo se cruza de maneras desafortunadas (no siempre, pero casi siempre) llevándolos hasta el límite de su resistencia emocional. Chung no ofrece soluciones mágicas pero tampoco se regodea en la miseria de las circunstancias que atraviesan. Con metáforas tan simples como un haiku que en un momento determinado cobra un nuevo sentido o los rayos del sol que se adivinan entre los árboles, la película logra dejar la sensación que, aún en medio de las más desgraciadas circunstancias, para sus sufridos protagonistas todavía existe un futuro posible.