Estrenos online: crítica de «Rocanrol Cowboys», de Plástico (Netflix)

Estrenos online: crítica de «Rocanrol Cowboys», de Plástico (Netflix)

Este muy buen documental sobre el mítico grupo de rock argentino Ratones Paranoicos, formado en la década del ’80, retrata con honestidad y crudeza la intimidad de una banda que vivió gran parte de su carrera al límite.

Un antídoto después de la aséptica ROMPAN TODO, el documental sobre Ratones Paranoicos responde con mucha más verdad –con honestidad brutal diría Andrés Calamaro– a lo que es la historia de una banda de rock. Enérgica, furiosa, contradictoria, muy elocuente en lo que muestra y sincera en lo que se dice en ella, la película de Plástico (la dupla de publicitarios Alejandro Ruax y Ramiro Martínez) es una curiosidad ya que uno no espera exactamente eso de un documental que tiene como productores a dos de los sellos discográficos (Sony y PopArt) que tuvieron a la banda a lo largo de más de 30 años de carrera y menos aún cuando el cantante reniega de buena parte de lo hecho (o consumido) en la época. Pero milagrosamente alguien dio la luz verde y hoy ROCANROL COWBOYS se presenta como un ejemplo de cómo se puede hacer un buen documental de rock.

No es que la dupla Plástico haya reinventado la pólvora, pero todo lo que se ve en el documental responde a los mejores instintos e impulsos de una película sobre rock. Esto es: que lo que vemos tenga que ver con las personas y la música que hacen. El principal problema de ROMPAN TODO no era, como piensan muchos, las ausencias de bandas importantes (aunque es cierto que faltaban un montón, incluyendo los Ratones) o la incómoda omnipresencia de su productor Gustavo Santaolalla, sino su estética de oficina, su mecánica corporativa, su rutinaria concatenación de entrevistas que raramente se salían de la norma. Y el documental de los Ratones, acaso siendo más «corporativo» en términos de producción, termina siendo mucho más rockero en su estética, en sus modales y modos narrativos.

Con material de archivo de todas las épocas de la banda, la mayoría de ellos filmados en backstage de manera sucia y desprolija, ROCANROL COWBOYS le suma shows en vivo, apariciones televisivas y grabaciones, siendo acompañados –narrados– por los propios músicos de la banda y algunas personas cercanas siempre desde el off. Y esas voces, más que narrar el típico «pasó esto y después esto otro», se adentran con rara y bienvenida sinceridad en los momentos más íntimos de la banda, de los más felices a los más complicados, de los más fiesteros de las primeras etapas a los más pragmáticos (¿maduros?) de los últimos años.

El recorrido discográfico es relativamente secundario. Vemos la versión prehistórica de la banda armarse en Villa Devoto, tocar en vivo en «Música total» –donde el enrulado Marcelo Bello los presentaba como un grupo de heavy metal– y cambiar de integrantes (sale Gabriel Carámbula) hasta llegar a la conformación que mantuvieron durante gran parte de su carrera: Juanse en voz y guitarra, Sarcófago en guitarra, Pablo Memi en bajo y Roy Quiroga (que tenía 30 años frente a los 19 del resto allá a principios de los ’80) en batería.

La línea argumental recorrerá los discos que les dieron éxito en los ’80 y primeros ’90, el desembarco de Andrew Loog Oldham (quien también es entrevistado) que los produjo en esa década de fama y descontrol, y la película le dedicará un buen tiempo a mostrar los shows que dieron como soporte de Keith Richards primero y, unos años después, de los Rolling Stones. Pero más allá de los conciertos, lo central ahí ya pasa a ser la locura de los backstages, la tensión y nervios por los shows y el creciente descontrol de la banda, tanto en lo que respecta a los consumos como a la tirantez de las relaciones personales.

La película –que no tiene intenciones de analizar el contexto musical de la época más que para algunas referencias– seguirá a la banda hasta la actualidad, con sus rupturas y reuniones, cambios de integrantes (aparece el «Zorrito» Von Quintiero como improvisado bajista en reemplazo del agotado Pablo), los quiebres de muchas relaciones personales, la conversión religiosa de Juanse y una reunión de hace poco tiempo que está tratada con una bienvenida crudeza. Lejos de ser un relato inspirador acerca de una amistad profunda que supera todos los contratiempos, ROCANROL COWBOYS se atreve a poner las cosas en claro: no hay amistad, hay contratos, dinero, tensiones y una magia que solo se produce cuando la banda suena en vivo. El resto, es un trabajo. O, como dice Juanse, «un neuropsiquiátrico en el que está todo bien».

No siempre fue así, claro. Y el documental, en paralelo, cuenta y muestra algunos de los excesos de la cultura rock argentina y de los Ratones en particular. Desde las anécdotas de Juanse con su entonces novia Sandra Ballesteros (la actriz de EL LADO OSCURO DEL CORAZON que inspiró la letra de «Rock del Gato») hasta imágenes de backstage que están en el límite de lo que hoy es tolerable mostrar en lo que respecta a drogas, groupies y otras yerbas (uno puede imaginar que muchas cosas más quedaron afuera, impublicables todas), ROCANROL COWBOYS es muy frontal a la hora de mostrar el día a día –más bien el noche a noche– de una banda de rock popular en las últimas décadas del siglo pasado.

Llena de pequeñas perlitas (una entrevista de Moria Casán cuando eran muy poco conocidos, una presentación un tanto bizarra de Juan Alberto Badía, además de específicas anécdotas de sus shows) y narrada con un espíritu similar al de la banda que retrata, ROCANROL COWBOYS prueba que existen maneras sinceras y creíbles de acercarse a este universo fascinante, ambiguo y caótico que es el de la vida de una banda de rock. Cualquier cosa menos que esos «rockeros bonitos, educaditos» que parecía reflejar el reciente (y muy «careta») documental sobre el rock latino que ofreció la misma plataforma semanas atrás. Nada de eso hay acá. Lo que verán es algo así como el día a día de «un neuropsiquiátrico en el que está todo bien«, frase que bien podría definir la historia de miles y miles de bandas de rock de cualquier época y lugar.