Estrenos online: crítica de «Wild Rose», de Tom Harper (Amazon Prime)
Jessie Buckley («Pienso en el final») interpreta a una cantante escocesa de música country que sale de la cárcel y sueña con triunfar en Nashville. Pero la realidad choca con sus deseos.
Buena parte de los espectadores del mundo nos enteramos de la existencia y del talento de Jessie Buckley al verla en PIENSO EN EL FINAL, la película de Charlie Kaufman que está en Netflix desde hace unos meses. Algunos luego aumentamos nuestro asombro y hasta fanatismo al verla en un papel completamente opuesto en la cuarta temporada de FARGO. Es cierto, dirán muchos, que la irlandesa Buckley viene luciéndose hace rato en series como CHERNOBYL o LA GUERRA Y LA PAZ, entre otras, pero admito que no había reparado en ella anteriormente. En ese sentido, WILD ROSE viene a ser como otra impactante carta de retro-presentación de una actriz que, creo yo, está encaminada a tener una gran carrera, alguien que en más de un sentido, me recuerda a Amy Adams.
Esta película de 2019 que se incorporó hace poco a la programación de Amazon Prime muestra, además, otra faceta de Buckley: es una extraordinaria cantante. En este film dirigido por el británico Tom Harper, la chica encarna a Rose-Lynn Harlan, una mujer escocesa –de Glasgow más precisamente– que tiene talento y experiencia como cantante de música country en un bar de la ciudad. El problema es que está en la cárcel y, al salir en libertad condicional, no puede retomar su labor porque no le permiten estar por las noches fuera de su casa. Además, carga con una de esas tobilleras que le impiden trampear el sistema.
Rose-Lynn es muy talentosa pero inconstante, caprichosa y muy egoísta. Si bien es bastante joven, ya tiene dos hijos (una de 8 y uno de 5) que quedaron al cuidado de su abuela Marion durante el año que estuvo en la cárcel y que ahora mucho no quieren volver a vivir con ella. En realidad, a ella tampoco parece fascinarle la idea y prefiere que su madre (encarnada por Julie Walters) se siga ocupando de los chicos. Pero Marion no está dispuesta a seguir soportando ni sosteniendo lo que, ella cree, son los absurdos sueños de Rose de irse a Nashville y triunfar allí como cantante, por lo que le insiste para que se consiga un «trabajo normal». Y es así que la chica termina como mucama en la casa de una familia de mucho dinero que vive en el lado rico de la ciudad.
WILD ROSE pondrá en conflicto los sueños de Rose con la realidad que la rodea. Los hijos de la dueña de la casa en la que trabaja (Sophie Okonedo) la escucha cantar mientras limpia con los auriculares puestos y ella, sorprendida por su talento, trata de apoyarla en lo que puede. Pero eso implica, para Rose, enfrentarse otra vez con su madre y seguir alienando a sus hijos, a quienes vive fallando una y otra vez con promesas que no cumple. Y cuando intenta probar suerte con gente importante en la materia, ellos reconocen que la chica tiene talento pero le piden que escriba sus propias canciones, que narre su historia. Algo que, por ahora, no sabe hacer.
La película cuenta una historia bastante tradicional de una aspirante a estrella cuyos deseos se chocan con las complejidades del mundo real. Y crece gracias al marco realista que le aporta la puesta en escena (de un naturalismo a lo Ken Loach), las actuaciones de todo el elenco y la verdad cotidiana que se desprende de los personajes, la mayoría de ellos perteneciente a la clase trabajadora de los suburbios de Glasgow. La música country funciona también dándole un marco ligeramente curioso para un film británico (en realidad el country tiene muchos fanáticos en Escocia) y a eso hay que sumarle el carisma y el talento de Buckley en un rol que la lleva emocionalmente de acá para allá y en el que encima puede lucir sus dotes como cantante.
A pesar de un final que se pasa de retro y en el que la película pierde un poco la línea, WILD ROSE funciona muy bien en esa zona en la que la fantasía y la realidad conviven, haciendo que la música sea también ese lazo que puede unir esos dos espacios en apariencia muy diferentes entre sí. La expresión «tres acordes y la verdad«, que habitualmente se usa para describir a la música country y que ella carga en el cuerpo como un literal mantra, bien puede definir a la película en sí. Simple, emotiva y tan verdadera como puede ser una buena canción popular.
Yo la conocí hace unos años con esta película y quedé maravillada con su talento, especialmente con su voz. Ella ha contado que le debe mucho a un «mecenas» que un día la vio cantando y decidió pagarle alojamiento y estudio en Londres para que siguiera perfeccionandose. Me alegra que esté triunfando.