Festivales: crítica de «Wild Indian», de Lyle Mitchell Corbine, Jr. (Sundance)
Esta opera prima se centra en Makwa, un hombre perteneciente a la tribu ojiwbe que trata de asimilarse y negar su pasado, que incluye un hecho criminal. En competencia en el Festival de Sundance.
Mezcla de drama sobre los sufrimientos de los pueblos originarios en Estados Unidos con thriller acerca de las consecuencias de un crimen violento, WILD INDIAN es una película curiosa que no alcanza a fusionar del todo bien sus dos modos y tiempos narrativos. Si bien mantiene su lógica temática hasta el final –y sabe crear suspenso durante buena parte de su metraje– hay algo extrañamente desfasado acerca del film que atenta contra su resultado final.
La trama –que tiene un marco poético que la liga a la historia de sufrimiento del pueblo ojiwbe– se divide en dos tiempos muy marcados. La primera y más breve parte transcurre a fines de los ’80 cuando Makwa es un niño que sufre, paralelamente, maltratos en su casa y bullying en su escuela. Un chico tímido y nervioso, Makwa tiene como único amigo a su primo Ted-O. Es a él a quien le cuenta de sus problemas familiares. Y junto a él, también, cometerá un casi inconsciente acto violento cuando, en medio de un bosque cercano, decida dispararle a un compañero de escuela que pasaba caminando casualmente por ahí, matándolo en el acto. Ambos chicos decidirán ocultar el crimen.
La película salta a la actualidad y nos encontramos ahora con que Makwa se hace llamar Michael y que se ha convertido en una suerte de ejecutivo de una empresa que juega al golf, está casado con una mujer blanca (Kate Bosworth) con la que tiene un niño y vive en una casa elegante en California. Michael pasa su tiempo, además, con un nervioso colega del trabajo que encarna Jesse Eisenberg, productor también de esta opera prima. Y ambos parecen darse cuenta que la raza de Michael funciona como un elemento funcional, políticamente correcto en su trabajo.
Lo más llamativo, sin embargo, es que el sensible y atribulado Makwa que conocimos se ha vuelto un tipo duro, frío, insensible, casi un sociópata. Cuando su mujer le dice que está otra vez embarazada reacciona de una manera gélida. Y ya verán lo que hace cuando está con una stripper. De no ser por la trenza que tiene en el cabello (que duda si mantener o cortar), de una coqueta pintura de un cacique y algunos objetos decorativos que hay en su casa, Michael ha hecho casi desaparecer sus lazos con su comunidad. Hoy es algo así como un «Native American Psycho».
La película se volverá aún más un thriller cuando, en paralelo, veamos a Ted-O salir de la cárcel. Su compañero y amigo de la infancia ha tenido un recorrido muy distinto en la vida y viene de pasar una década tras las rejas por un asunto de drogas. Pese a no ser el que cometió el crimen de antaño, es el que vive más abiertamente torturado por lo que pasó. Y también el que sigue más en contacto con sus orígenes (tiene hasta el nombre de su pueblo escrito en el cuello, tan solo uno de sus muchos tatuajes) pese a los problemas que eso le pueda traer. Ted-O tiene, además, un sostén familiar dentro de la comunidad: su amable hermana y su pequeño sobrino, con los que se va a vivir y con los que intenta reconectar.
La oposición es evidente: el que más ha querido borrar su historia es el que parece más adaptado pero en realidad es el más peligroso. Y viceversa. Y todo está armado para un reencuentro que no será para nada amable. Si bien WILD INDIAN deja en claro que los padecimientos infantiles de Makwa fueron haciéndole perder cierta empatía por los otros, Corbine lo pinta como un tipo peligroso y casi robótico que solo parece «soltarse» en la iglesia. Es muy difícil, pese a sus sufrimientos, que uno pueda entender o aceptar sus comportamientos. Y tal vez eso sea lo que busca la película: mostrar que al romper lazos se puede «triunfar» económica y socialmente pero ahí hay algo que se pierde para siempre.
Sin embargo, hay algo demasiado mecánico en la última media hora de este breve film de poco más de 80 minutos que lo vuelve un tanto trillado y le hace perder parte de la fuerza que venía sosteniendo hasta ese momento. Después de ciertos sucesos, WILD INDIAN empieza a funcionar como un thriller mucho más convencional, con oposiciones más evidentes, situaciones más previsibles y un protagonista más parecido a un villano hecho y derecho. Y cuando Corbine vuelva a intentar conectar lo que sucede con su tema principal –la marginación de los pueblos originarios, los problemas ligados a la asimilación– ya se sentirá demasiado forzado y poco natural, como si se hubiera desaprovechado un poco la posibilidad de armar un mejor thriller sobre esos mismos y complejos asuntos.