Estrenos online: crítica de «Pelé», de David Tryhorn y Ben Nicholas (Netflix)
Este documental sobre «O Rei» se centra en el paso del jugador por los Mundiales de fútbol y no va mucho más allá de eso. Un film perezoso sobre un excelente futbolista pero una persona un tanto impenetrable.
Quizás, de haberse llamado «Los mundiales de Pelé«, uno podría considerar a este documental como aceptable. Un resumen de los cuatro que jugó –dos muy exitosos, uno bueno para Brasil pero malo para él y el otro nefasto para todos–, algunas pocas imágenes del Santos, unos mínimos datos biográficos y un poco desarrollado debate sobre su relación con el contexto político de su época. Eso es lo que verán aquí. Nada más. No es, claramente, un documental que merezca llamarse PELE ni ser considerado como una palabra definitiva acerca de nada. Más bien, lo contrario. Producido por la Pelé Foundation –con todos los problemas del caso «documental oficial»– es un trabajo perezoso, cómodo y bastante insípido al que solo algunos momentos y escenas de archivo sacan de la más absoluta medianía.
Haciendo eje en el Mundial de México 1970 que marcó su regreso a la selección brasileña tras haber dicho que la abandonaba después del fracaso de 1966, PELE hace un breve repaso por su infancia, el Maracanazo, sus inicios en el Santos (club paulista en el que jugó casi toda su vida) y a los diez minutos ya estamos en el Mundial de Suecia 1958. Quizás esa sea la mejor parte de la película. El Pelé octogenario del presente –con dificultades para caminar– se presenta ante los entrevistadores y espectadores de una forma muy «desnuda»: solo, con la caja que usaba para lustrar zapatos de niño y en un escenario despojado. Uno tiene la impresión que hay algo puro en la propuesta, de volver a lo básico, a la esencia. Pero será una ilusión que durará poco, muy poco.
En lo que respecta a archivo documental y entrevistas (a ex jugadores muchos de ellos míticos, a su hermana, a algunos analistas, al ex presidente Fernando Henrique Cardoso y a Gilberto Gil, entre otros), el comienzo promete contar algo más íntimo acerca de las experiencias del jugador, de entonces 17 años, enfrentado a un mundo que desconoce por completo. Pero eso pasa rápidamente de largo y –salvo la visible emoción de Pelé al verse en imágenes del pasado– lo demás es una síntesis periodística de dossier dominical. Goles sueltos, imágenes salteadas, un rápido paso a la final y listo. Con los siguientes dos mundiales pasará lo mismo: Wikipedia audiovisual comentada.
Si se le suma un breve resumen de su paso por el Santos –y un largo show con su discutible gol número mil–, el asunto fútbol previo al Mundial ’70 es apenas anecdótico y lo más apreciable ahí es verlo en acción. En el torneo que tuvo lugar en México, en cambio, la película se detiene por bastante más tiempo y logra crear una narrativa más rica en matices y complicaciones, muchas de ellas ligadas a la relación entre lo que pasaba dentro del campo con la particular brutalidad de la dictadura de esa época. De hecho, un documental titulado «Pelé en 1970» –dedicado solo a los detalles e idas y vueltas del jugador en ese mundial– podía haber sido mucho mejor, más preciso, enfocado y justo.
La vida privada de Pelé está resumida en dos trazos: primera esposa, reconocimiento de amantes e hijos varios por el mundo. Y nadie parece querer explorar demasiado por ahí. Y si bien eso puede ser entendible –la vida privada de Pelé no tiene porqué ser un tema público, por más que nos hayamos acostumbrado a que este tipo de cosas sean así–, el asunto de pasar los temas de largo se complica más cuando el documental pone su atención en la vida pública. En especial, en la relación de Pelé con la dictadura de Brasil que comenzó con el golpe de 1964. El tema ameritará una discusión entre los entrevistados, pero el jugador apenas dirá algo así como «soy un jugador de fútbol, no sé nada de política» y lo mantendrá desde los archivos de mediados de los ’60 hasta hoy. Y menos aún se hablará de racismo. Más que menos, nada.
PELE no explora más que eso. Un hombre simpático, un futbolista de excepción, el hombre que le devolvió el orgullo (futbolístico y nacional) a Brasil y –salvo por esas lágrimas al verse a sí mismo en el pasado– una persona bastante impenetrable bajo esa fachada amable. Nadie pretende que sea esa extraordinaria conjunción de cineasta, personaje y material inédito de archivo que fue MARADONA. Ni siquiera lo que se logra hacer, partiendo de un formato similar, con Michael Jordan en EL ULTIMO BAILE, ya que allí se cuenta con mucho más tiempo y una enorme cantidad de material audiovisual. Pero el resultado es igualmente pobre, mecánico, esencialmente fallido.
Hay un momento que también podía haber sido usado como eje pero que se queda solo en la anécdota y que es ejemplificador de los problemas de la película. Es uno en el que Pelé se reúne con otros jugadores, compañeros suyos del Santos, en un ambiente relajado que parece ser el jardín de su casa y en el que se hacen bromas y cuentan historias de la época. Son unos minutos y luego desaparece, borrado por el siga siga del documental. Quizás la reunión no produjo mucho más que simpáticos saludos y cargadas de viejos amigos, pero parece a todas luces una oportunidad perdida.
Lo que no se discute y que el documental trae al presente es su calidad futbolística, su brillante capacidad para la gambeta, su visión periférica, su increíble talento para definir. Es cierto que era un fútbol más lento y desorganizado –da la impresión que hasta el Mundial 1962 nadie lo marcó realmente y apenas lo empezaron a hacer se lesionó– y que resulta imposible establecer comparaciones con la época de Maradona o la actual de Messi, Ronaldo y compañía. Pero las condiciones de O Rei para ser considerado, sino el mejor, uno de los más grandes de la historia del fútbol son indudables. Lo que sí es muy difícil es hacer un buen documental si no se logra atravesar la barrera de esa sonrisa amable. Acá, salvo un par de momentos, no hay mucho más que eso.
Desde que las biopics se pusieron de moda, ha habido pocas que realmente me llamen la atención. La última que me encantó fue la Bohemian Rapsody, porque soy muy fan de Queen. Creo que estas cosas solo se disfrutan si eres un verdadero fanático del personaje y si la productora hace un buen trabajo. En fin, no creo que la vea, la reseña no despertó mi curiosidad.
Mala idea haberla estrenada tanc erca de la muerte de Maradona, tal vez Pele fue hasta mejor jugador, pero como idolo deja mucho que desear.
Gustavo Woltmann