Festivales: crítica de «Superior», de Erin Vassilopoulos (Sundance)
Dos hermanas mellizas de vidas y personalidades muy diferentes se reúnen después de muchos años provocando caos a su alrededor en este ejercicio retro que compite en el Festival de Sundance.
Una rareza retro dentro de la competencia estadounidense de Sundance, SUPERIOR parece pertenecer más a una sección paralela tipo Midnight. Un drama con elementos de thriller clase B y con una estética que recupera cierto cine de los años ’80, la película de Erin Vassilopoulos ofrece una historia bastante más banal de lo que parece en un principio y su disfrute pasa más por entrar en el código que la película propone que por otra cosa.
El film arranca con una situación propia del cine de David Lynch (más específicamente de CORAZON SALVAJE) y muestra una escena violenta entre una mujer rubia y maquillada y un tipo con el cabello engominado. Mientras la mujer escapa de ese lugar (en medio de una ruta, obviamente), en paralelo vemos a otra chica pelirroja en una casa, limpiando y cocinando tranquilamente. Pronto notamos que las dos chicas se parecen un poco entre sí. Y al rato, cuando la rubia toque el timbre de la pelirroja, notaremos que son hermanas mellizas.
La rubia es Marian (Alessandra Mesa), cantante de una banda punk en problemas que recae en la casa de su melliza Vivian (Ani Mesa, su melliza en la vida real), a la que no ve hace ya seis años y quien lleva una vida totalmente opuesta: está casada con un aburrido oficinista con el que tiene una existencia ordenada y planificada hasta el más mínimo detalle. Marian le miente acerca de cómo llegó allí y le pide a Vivian que la deje quedarse unos días en su casa. A regañadientes, Vivian acepta y Marian empieza a pasar más tiempo de lo pensado allí para el fastidio de su marido que quiere que se vaya o que aporte económicamente.
Es así que Marian, a la fuerza, debe salir a trabajar y termina aceptando un puesto en una heladería, a las órdenes de un chico –el hijo de la dueña– que solo juega videogames todo el día. Las cosas parecen encaminarse entre los tres hasta que un día la más intensa Marian le pide a su más modosa hermana Vivian que altere un poco su aspecto y la reemplace en el trabajo para ocuparse de componer unas canciones (el chico de la heladería no sabe que tiene una melliza y el engaño funciona) y algo ahí empieza a cambiar. A Vivian le empieza a gustar salir de la rutina de su casa y tener algo más de vida social. Y a Marian, a la vez, quedarse le permite resguardarse de la temida llegada del peligroso muchacho del principio, con el que tiene constantes pesadillas. Pero, previsiblemente, el juego de las mellizas un día se complicará de maneras más peligrosas que las convenientes.
La realizadora Vassilopoulos ya había hecho un corto también llamado SUPERIOR con las hermanas Mesa y lo había presentado en Sundance. El largo, de algún modo, funciona como una suerte de continuación. Lo bueno de contar con mellizas reales es que le permite a las actrices no solo dialogar de modo natural sino intercambiarse ropa, peinados y maquillajes de una manera constante (seguramente se podría hacer vía efectos pero hay una química real a las escenas entre ambas que suma), al punto que el propio espectador en un momento ya no sabe muy bien cuál es cuál. El problema de la película es que no tiene demasiado material con el que sostener casi cien minutos de narración. Y si bien el posible regreso del amenazante tipo es un peligro omnipresente para Marian, tampoco logra generar una tensión importante.
Es así que SUPERIOR se vuelve una película de momentos, de confusiones y de detalles. A falta de una trama propulsiva el espectador puede detenerse en la curiosa relación entre las hermanas o, en su defecto, en los objetos, marcas, colores y la estética general del film, que no es realista sino que juega a una suerte de retro un tanto kitsch del cine de los ’80: tres dosis de Brian De Palma, dos de Dario Argento, una de David Cronenberg y un dejo de CALLES DE FUEGO, además del ya citado Lynch. Ver una película para capturar ese tipo de detalles es un entretenimiento menor, si se quiere, pero durante gran parte de lo que podría definirse como el segundo acto del film, no hay mucho más para prestarle atención que a eso. Para el final volverá la acción y la tensión, pero quizás a esa altura ya no importe demasiado.
Además de ciertas escenas de intimidad entre las mellizas (los mejores momentos son cuando están juntas), la película no ofrece mucho más que un juego simpático de referencias que seguramente será más disfrutado por los cinéfilos a los que este tipo de ejercicios fascina y emociona que por el resto de la gente. A los que este tipo de trabajos nos caen simpáticos pero no más que eso, nos resultará apenas un curioso muestrario de motivos kitsch y guiños para entendidos. Y los otros –los que se acercan a ella solo por su trama y se quedan afuera de las referencias– no entenderán demasiado bien qué es lo que están viendo. O sí: una película clase B medianamente entretenida pero, finalmente, un tanto intrascendente.