Berlinale 2021: crítica de «Ballad of a White Cow», de Behtash Sanaeeha y Maryam Moghaddam (Competencia)
La viuda de un hombre que fue condenado a pena de muerte y ejecutado se entera que en realidad era inocente y trata de demandar a los responsables en este drama iraní.
La entrevista burocrática debe ser a los cineastas iraníes lo que la persecución automovilística es a los que operan en Hollywood: un arte que manejan a la perfección. En BALLAD OF A WHITE COW las mejores escenas son las que involucran algún tipo de conversación, planteo o discusión en alguna oficina pública. Los iraníes no solo parecen manejar muy bien el tipo de giros –de lenguaje, de respuestas posibles, de cuestionamientos– que este tipo de situaciones genera sino que además le agregan las tensiones lógicas que tienen en un país con bastantes restricciones y prohibiciones. En ese sentido, es lo más parecido que suelen ofrecer al cine de suspenso.
Más allá de la pequeña broma previa, la película toca un tema serio, grave: la pena de muerte. Apenas comienza el film, Mina (la también codirectora Moghaddam) va a la cárcel cuando ejecutan a su marido por un crimen. No solo ha quedado viuda, con una hija hipoacúsica y un trabajo en una fábrica que no le da mucho dinero, sino que encima tiene que lidiar con los problemas que le genera la familia del fallecido, que le complica la vida y quiere quedarse con la potestad de la niña.
Pero ese no es el mayor de sus problemas sino otro, que surge unos meses después: las autoridades la llaman para decirle que el verdadero asesino acaba de confesar y que su marido, en realidad, era inocente. Mina, angustiada, intenta presentar algún tipo de demanda pero la burocracia le torna imposible cualquier queja y las autoridades intentan contentarla con un cheque «reparatorio» y diciendo que «fue la voluntad de Dios».
Ahí aparece en su vida Reza (Alireza Sanifar), que le cuenta que es un viejo amigo de quien fuera su marido y que viene a devolverle un dinero que le debía. Mina lo acepta y empieza a apoyarse en él ya que Reza la ayuda en varias cosas, fundamentalmente en conseguir un nuevo departamento ya que la echan del suyo porque no quieren allí a mujeres solas. Pero pronto se revelará que el tipo no es quién dice ser. Algo que sabremos los espectadores, pero no la protagonista. Y a partir de ahí la película continúa, a dos puntas, mostrando los problemas de Reza, los de Mina y las peripecias que atraviesan juntos.
La primera mitad de BALLAD OF A WHITE COW es muy intensa, creíble y compleja, especialmente en la manera que tiene de mostrar los entuertos legales en los que se mete Mina y las complicaciones que tiene como mujer para manejarse sola en ese mundo entre frío, despiadado y misógino. Mina encuentra algo de respiro en su relación con Bita, su hija, que se pasa el día viendo películas clásicas en la casa. Pero aún con ella tiene sus problemas, ya que prefiere no contarle nada de lo que está sucediendo. De hecho, la chica cree que su padre está de viaje.
Poco después que se revela al público quien es realmente Reza y se muestra su igualmente complicada vida (algo que sucede bastante temprano en esta película de excesivos 105 minutos), BALLAD OF A WHITE COW pierde un poco su fuerza, ya que las idas y vueltas de la relación entre ellos se vuelve un tanto predecible y muy marcada por el conocimiento de esa información que, uno sabe, cambiará todo lo que está sucediendo.
Alfred Hitchcock ha dicho y practicado (ver VERTIGO, sin ir más lejos) que ese tipo de manejo de la información suele ser muy efectivo para crear suspenso. Y estaba en lo cierto. El problema de este drama iraní es que la revelación es demasiado temprana y después queda más de una hora de film en el que esa «nube» abruma y distorsiona todo lo que estamos viendo. Es así que gran parte de los problemas que se producen después se vuelven, para el espectador que espera la revelación, casi una pérdida de tiempo.
Quizás, reestructurando un poco el montaje, la película ganaría fuerza. Así como está, este drama iraní tiene un muy potente primer acto y luego llega al final casi pidiendo la hora. De todos modos los temas que presenta son, de más está decir, poderosos. Tanto la brutalidad de la pena de muerte como la misoginia evidente de las autoridades (y de algunas reglas sociales) así como las insólitas capas burocráticas que lo impiden todo son constantes que el cine iraní usualmente muestra y critica. Hay otros temas, importantes también, que son centrales para los directores, pero revelarlos sería entrar en la categoría del spoiler. Los podrán ver, claramente, expresados en el calvario emocional de los protagonistas.