Berlinale 2021: crítica de «Juste un Mouvement», de Vincent Meessen (Forum)
Este film ensayo de origen belga combina la vida del militante senegalés Omar Blondin Diop, muerto en prisión en 1973, con una relectura actual de «La Chinoise», de Jean-Luc Godard, película en la que Diop actuó.
De la misma manera en la que se presenta como una propuesta a mitad de camino entre el documental ensayístico y la ficción, entre la realidad senegalesa actual y la de los años ’70, entre las imágenes fílmicas de antaño y de ahora (en 35mm y en Super 8) y las realizadas en formato digital, JUSTE UN MOUVEMENT es también una película que combina la seriedad analítica que se desprende de la discusión política con el costado más humano y emocional de ser, finalmente, una película sobre una persona que murió, a los 27 años, en una prisión en Senegal.
Los cinéfilos más obsesivos o con mejor memoria reconocerán a Omar Blondin Diop por su participación en LA CHINOISE, de Jean-Luc Godard. A diferencia de los otros protagonistas de ese film adelantado a su tiempo –en lo formal y en lo político–, Diop no era un actor sino un estudiante de la Universidad de Nanterre donde comenzó buena parte de la movida que iría luego a desarrollarse nacionalmente a partir de mayo de 1968. Militante político de izquierda, más «situacionista» que «maoísta», Diop tuvo un papel en el film (acá pueden ver una parte en la que él aparece) y luego regresó a Senegal donde fue parte de las revueltas políticas contra el gobierno de Senghor, lo encarcelaron y murió en prisión.
Narrada así podría parecer que estamos ante un documental biográfico convencional, pero esta película poco tiene que ver con eso. Lo más parecido que hay a esa idea son las entrevistas específicas a gente que lo conoció y que va organizando su derrotero personal a lo largo de todos esos años. Pero esos testimonios están enmarcados dentro de una película que intenta dialogar con los mecanismos formales de LA CHINOISE, con sus ideas políticas y con la forma de aplicarlas –tanto antes como ahora– a una situación tan distinta a la francesa como es la de Senegal.
Es así que imágenes del film se combinan con otras capturadas en Dakar por el cineasta a modo de plano y contraplano, o haciendo que un grupo de personas en un cine en Dakar vea la película de Godard. A la vez, la propia estructura de JUSTE UN MOUVEMENT incorpora las formas brechtianas de aquel film de 1967 en lo que respecta a dirigirse a la audiencia, a romper la lógica de las escenas de ficción y a establecer muchas veces un «blanqueo» de la situación de rodaje, siempre jugando con los límites entre la realidad, la ficción y la performance.
Entre los varios ejes ligados a la historia de los movimientos políticos revolucionarios en la Senegal de los ’70 y la actual aparece uno –el que tiene más claros elementos de ficción– que involucra a China, país que fue fuerte inspiración para la película de Godard y para los revolucionarios de la época. Ese país hoy tiene una relación muy distinta con Africa en general y con Senegal en particular, una que se suele denominar «soft power«, concepto que está ligado a la manera actual de ese país de involucrarse en el Tercer Mundo mediante políticas comerciales y culturales que le permitan extender su presencia mundial. Distinto, seguramente, a lo que decía el pequeño librito rojo de Mao.
La de Messen es una película inteligente, compleja pero no inexpugnable, que combina muy bien sus distintos niveles de lectura y de referencias. El espectador puede no estar muy versado en LA CHINOISE y en todas las referencias que surgen de la conexión con ese film (también THE INHERITANCE, que se ve en el Forum y cuya crítica escribí acá, se apoya fuertemente en esa película de JLG), pero eso no le impedirá «entrar» en la propuesta de Meessen. Es que, finalmente, es la historia de un joven militante, un intelectual serio y lleno de ideas, que al volver a Africa a aplicar sus conocimientos se chocó de frente con la más dura y brutal realidad, una que al día de hoy no ha cambiado demasiado.