Berlinale 2021: crítica de «Petite maman», de Celine Sciamma (Competencia)
Al vaciar junto a sus padres la casa de la abuela que acaba de fallecer, una niña se hace amiga de una vecina en esta fábula con toques de realismo mágico sobre la pérdida de la inocencia.
En una entrevista reciente, el director artístico de la Berlinale, Carlo Chatrian, comentó que la realizadora francesa de RETRATO DE UNA MUJER EN LLAMAS le había expresado su deseo de que su nuevo film, PETITE MAMAN, se exhibiera en el marco de Generation, la sección para niños del festival. Y su lógica tenía bastante sentido: se trata de un breve relato que sería perfecto en ese ámbito. Pero, claro, Sciamma es una cineasta de renombre mundial y está en el lógico interés de todos los participantes de este «mundillo» que la película tenga la visibilidad que otorga la competencia, más allá de la pandemia y la virtualidad. No es que PETITE MAMAN sea una mala película ni que su participación aquí sea un despropósito, pero convengamos que de no tener por detrás el nombre de la realizadora quizás la veríamos en la sección en la que ella quería estar.
Filmada durante la pandemia –o, digamos, generada como idea a partir de las restricciones y complicaciones de armar rodajes multitudinarios–, este breve cuento se inicia cuando Nelly y su mamá Marion se van del hospital en el que estaba internada la abuela de la niña, que ha muerto. Marion está visiblemente acongojada y su muy compuesta hija –más «adulta» en comportamiento que los ocho años que tiene– la consuela con snacks, bebidas y abrazos mientras viajan en el auto. ¿Su destino? La casa de la abuela adonde las espera el padre de Nelly con el objetivo de vaciar la casa, en la que vivió Marion durante su infancia.
En este caserón un tanto campestre, rodeado de árboles, la familia va poniendo en cajas todo y despidiéndose del lugar. Una mañana Nelly se despierta y su padre que le cuenta que su mamá se ha ido de regreso a su casa y que ellos se quedarán unos días más terminando de empacar todo. La niña sale a recorrer el campo y en medio del bosque se encuentra con otra chica de su misma edad (y muy parecida a ella, interpretada por su hermana en la vida real) que está construyendo una casita en el árbol, como la que construyó la madre de Nelly en su propia infancia. Se ponen a charlar, a jugar y un rato después Nelly está en la casa de su nueva amiga tomando la merienda. Curiosamente, la niña se llama Marion y su casa es muy parecida —idéntica, salvo por la decoración del interior— a la suya.
Si no logran deducir qué es lo que sucede aquí no se los contaré, si bien es algo que se vuelve evidente a los 15-20 minutos de empezada la película y hasta lo deja claro el título. Lo cierto es que Nelly parece darse cuenta más o menos qué es lo que está pasando, pero Marion no tiene idea. Y de ahí en adelante se contará esta historia de amistad entre dos niñas «vecinas» y muy parecidas físicamente durante un breve lapso de tiempo. O, bueno, hasta que la magia desaparezca. O se transforme en otra cosa.
Sciamma, que ya había tocado el tema de la infancia en TOMBOY, organiza su pequeña historia de una manera muy clásica, dando la impresión al espectador de estar asistiendo a algún tipo de fábula infantil con un componente fantástico (o de «realismo mágico», si prefieren) que da marco narrativo a los temas que van surgiendo, fundamentalmente los ligados a una relación de Nelly con sus padres (y de Marion con su madre) que se va revelando como un poco menos idealizada de lo que parece al principio.
Gran parte de la película consiste en los juegos y andanzas de las dos niñas, que personifican roles (quieren ser actrices) y viven pequeñas aventuras por la zona, que incluye también un extraño lago. Aparecerán algunos personajes más en esta curiosa mezcla de espacios/tiempos, pero no muchos. El film está hecho de modo tal que raramente vemos más de dos o tres personas en escena. Y todo el elenco se reduce a media docena.
La vida de Marion de a poco comienza a permitirle a Nelly entender más cosas respecto a su vida y algo similar pasará luego al revés en una película que funciona, para ambas niñas, como el clásico relato de «fin de la inocencia» y del paso un tanto súbito a tomar conciencia de las zonas un tanto más amargas que les esperan en sus respectivas vidas. Una operación complicada, una despedida demorada y el miedo a las pérdidas definitivas figuran como asuntos y temas que le dan fuerza al relato, aún en sus momentos un tanto más cotidianos.
Quizás no sea un film que cause un impacto como el anterior, pero dentro de la búsqueda específica de la realizadora y en función de las condiciones limitadas de producción, PETITE MAMAN es un más que aceptable y muy sensible cuento para niños y niñas que empiezan a advertir que el mundo es más complicado e inmanejable de lo que uno supone (o suponía, antes de la pandemia) a esa tierna edad. Una fábula sobre la reconstrucción de la idea de familia, una en la que los niños pueden conectar mejor con sus padres y madres. Y ellos no olvidar que alguna vez también fueron niños.
Cuando leia tu critica pensé automáticamente en Yuki & Nina.