Berlinale 2021: crítica de «Ste. Anne», de Rhayne Vermette (Forum)
Este registro poético y experimental de una zona rural de Manitoba, Canadá, realizado en 16 mm., se centra en el regreso de una mujer a su hogar familiar tras estar varios años perdida.
Filmada con un poético y por momentos experimental uso del formato 16mm. a lo largo de dos años en los alrededores de Winnipeg, Manitoba (Canadá), en la llamada zona del Tratado 1 y tierra de las Naciones Metís, STE. ANNE toma una historia familiar para armar un estilizado retrato del lugar a través de un registro impresionista, que por momentos parece proceder como una elegante y oscura serie de intervenidas Polaroids del territorio en cuestión y de los personajes que la habitan.
Hay una historia fuerte en su centro pero solo cobra peso en determinados momentos a lo largo del film. Es la de Renée (interpretada por la propia realizadora), una mujer que ha regresado a su casa familiar tras pasarse varios años con paradero desconocido. Allí siguen viviendo su hermano Modeste y su esposa Elenore. Pero más importante que eso, ellos han quedado a cargo de Athene, la pequeña hija de Renée. Y la niña está un poco confundida respecto a cuál es el rol de su madre.
Ese disparador narrativo sobre el que STE. ANNE vuelve cada tanto y, especialmente, sobre el final, es apenas uno de los ejes de un film que está más interesado en transmitir las sensaciones que el lugar le provoca a la protagonista. Y eso lo hace a través de esta suerte de álbum de imágenes — paisajes, objetos, personas–, algunas charlas entre familiares y vecinos, además de algunas situaciones misteriosas que parecen sacadas de una película más propia del género fantástico.
Como su nombre lo indica, el film es un retrato de un lugar que, en algún momento, será también analizado como parte de una disputa territorial entre los actuales ocupantes y los pueblos originarios que reclaman esa tierra. Pero lejos está la película de proceder mediante los mecanismos habituales de este tipo de relatos sobre disputas territoriales. Digamos que deja esa cuestión bajo una órbita más cercana a lo mítico, al realismo mágico o bien a la poesía.
Hay un misterio que recorre STE. ANNE que tiene que ver con saber qué fue lo que pasó con Renée todos estos años, algo que preocupa especialmente a Modeste, quien quiere reunirla con su hija pero a vez teme que la mujer, así como vino, vuelva a esfumarse. Habrá una explicación para esto, pero la realizadora prefiere centrarse más que nada en la experiencia del regreso, del contacto con la tierra y, en especial, de la complicada reconexión entre madre e hija.
Más allá de la trama, el espectador se irá del film con imágenes, impresiones y momentos. En casi toda la película la voz funciona en un registro separado al de las imágenes –los diálogos que se escuchan raramente coinciden con lo que se ve, como si las conversaciones funcionaran a modo de voces en off–, lo cual le da a la película un carácter aún más experimental. Bella, intrigante, también un poco confusa y enamorada de todas sus ideas visuales, STE. ANNE es una experiencia que vale la pena atravesar.