Series: reseña de «Entre hombres: Episodios 1-2», de Pablo Fendrik (HBO Max)

Series: reseña de «Entre hombres: Episodios 1-2», de Pablo Fendrik (HBO Max)

En el marco de la Berlinale se exhibieron los dos primeros episodios de esta serie que se estrenará a mediados de año por HBO. Basada en una novela de Germán Maggiori, se centra en una serie de hechos criminales que tienen lugar en el Gran Buenos Aires en los años ’90.

Entre el realismo y el comic, entre las bruscas y rudas experiencias cotidianas del conurbano a la estilización del relato policial en clave de género, ENTRE HOMBRES puede ser vista como una versión intensificada y pop de la estética de cierto Nuevo Cine Argentino de los ’90 y los primeros 2000 pasada por el filtro del relato pulp. Una película de criminales, policías, asesinatos, orgías, narcotráfico y corrupciones varias del imaginario suburbano, la serie coescrita y dirigida por Pablo Fendrik (EL ASALTANTE, EL JARDIN DE BRONCE) en base a la novela de culto homónima de Germán Maggiori (coguionista de la serie) podría también funcionar como un remix de todo el cine que supo narrar esa perturbada zona del Gran Buenos Aires. Si alguien hiciera un mash up de UN OSO ROJO, EL BONAERENSE, el cine de Jose Celestino Campusano, OKUPAS y otros nombres que alguna vez caminaron las distintas secciones del GBA y les pusiera colores saturados y un beat para que lo pasen en la radio o en la bailanta saldría algo más o menos algo así.

ENTRE HOMBRES, que transcurre promediando los años ’90, también es «Boogie el aceitoso» atravesado por Tarantino y Guy Ritchie pero actuado por el elenco completo de EL MARGINAL. Imaginemos una precuela fan-made de esa serie en la que todos sus criminales circulan, conviven y delinquen (para o en contra de la ley) en los alrededores de Valentín Alsina como si fueran los Avengers del primer cordón del Conurbano. Si a eso le sumamos una banda sonora que va de la cumbia a 2 Minutos y un nivel de violencia y guarradas que solo puede permitirse HBO, estamos cerca de dar con la fórmula.

En sus dos primeros episodios (de un total de cuatro que se emitirán dentro de unos meses), ENTRE HOMBRES presenta el hecho en cuestión y sus severas consecuencias. Todo arranca cuando «El Tucumano» (¿quién sino Claudio Rissi?) va a buscar tres prostitutas y las lleva a una fiesta «con gente importante»: políticos, empresarios, ustedes saben cómo es. El asunto se pone más y más intenso hasta que en un momento se descontrola del todo cuando una de las chicas tiene una sobredosis. El Tucu se las lleva para ser atendidas pero en pleno viaje recibe un llamado y cambia de planes. Simplificando, digamos que no quedan testigos de lo que pasó allí. Con la ayuda de un capo de Florencio Varela (interpretado por Norman Brisky) y sus muchachos, no deja rastro alguno del asunto.

Pero El Tucumano tenía una carta guardada bajo la manga: una cámara de video filmándolo todo, material altamente comprometedor para los fiesteros de alto rango. Y es la captura de ese video el que dispara de verdad los acontecimientos (y masacres varias) que seguirán a través de varias subtramas que se desarrollan en paralelo pero que terminan cruzándose entre sí. En sus primeros minutos ENTRE HOMBRES parece ir pasando de protagonista a protagonista. Primero creemos que es «El Tucu» Rissi, luego que son tres amigos del barrio (interpretados por Alan Daicz, Braian Ross y Lautaro Bettoni) que se topan con un cadáver y quedan pegado al circo sin quererlo hasta que el asunto parece centrarse en una dupla de policías muy particular, encarnada por el más serio y «profesional» Inspector Almada (Diego Velázquez) y el desaforado Sargento Garmendia (Gabriel Goity), ninguno de los dos un dechado de virtudes, convengamos.

Esta dupla «investiga» para un jefe policial interesado solamente en encontrar el casetito sin importar quiénes (ni cómo) caigan en la volteada. Y los muchachos avanzan a paso de elefante buscándolo, equivocándose dos de cada tres veces y limpiando sus errores de la peor manera posible. En el segundo episodio, en una jugada tan noventosa en cuanto a narración como el mundo que retrata (presten atención a las fechas desde el principio, no hagan como hice yo que no sabía), la historia regresa en el tiempo y toma una carretera paralela que tarde o temprano se cruzará con la del Episodio 1. Estamos ahora ante dos criminales profesionales que operan en la zona (roban autos, fundamentalmente, pero tienen planes más ambiciosos) con mucha eficiencia. Son «El Zurdo» (Diego Cremonesi) y «Mosca» (Nicolás Furtado), a quienes veremos haciendo lo suyo, moviéndose hacia lo que parece ser el atraco de un casino ilegal. Antes de terminar el episodio, los hilos se unirán aunque quedará todavía un hueco importante en la trama temporal que nadie parece poder definir: ¿adónde fue a parar el casete en cuestión?

ENTRE HOMBRES es una serie no apta para estómagos delicados, pero su nivel de violencia está más cerca del comic grotesco que de una descripción realista de ese mundo. Lo mismo pasa con el resto de los elementos. Si bien los personajes hablan usando un impecable catálogo de términos del slang suburbano noventoso (debería editarse un diccionario para hispanoparlantes no versados en los códigos carcelarios y barriales de la zona), todo lo que hacen y dicen está atravesado por el pulp: sus actuaciones son excesivas, sus diálogos performáticos y lo mismo se puede decir de algunas de sus caracterizaciones (Goity y Furtado lideran la tabla acá) y de los lugares y ambientes que recorren. Realismo estilizado, que le dicen.

Fendrik lo deja claro desde el inicio con el tempo del montaje, la electricidad y el movimiento de los planos, el ritmo comercial de la propuesta. Sí, el mundo puede parecerse un poco al de esos policiales del Nuevo Cine Argentino de décadas atrás, pero acá eso funciona como punto de partida (o demo) para luego llevarlo a un estilo más comparable al de la novela gráfica. No leí el libro original pero viendo la serie uno podría pensar que en realidad se trataba de un cómic. La propuesta va por ahí y, dentro de su filoso, áspero pero muy entretenido concepto, no falla. Se podría, también, hacer un análisis sobre el mundo real que pinta la serie (sociológica y económicamente, el conurbano de los ’90 menemistas es un festín para eso), pero hay otras películas y series que sirven más para eso. Lo que hace ENTRE HOMBRES con decadente fascinación está también en su título: pintar un mundo masculino, hiperviolento, cruento, desagradable y bestial. Al terminar la serie –bah, con los dos primeros episodios alcanza– uno querrá salir corriendo a darse una ducha. Es un mundo fascinante que uno preferiría verlo de muy lejos.