Estrenos online: crítica de «Cuentakilómetros», de Ivan Ayr (Netflix)
Este drama del director indio de «Soni» se centra en un camionero con problemas personales que debe hacerle frente a la posibilidad de quedarse sin trabajo. El film compitió en la sección Orizzonti del Festival de Venecia.
La segunda película india que pasó el año pasado por festivales en estrenarse en Netflix con apenas una semana de diferencia, MILESTONE es –como la reciente EL DISCIPULO— también la segunda película de un director emergente de ese país. En este caso se trata de Ivan Ayr, que sorprendió con su muy buena opera prima SONI (ver crítica acá), que también esta en Netflix. A ambos directores los une también una cuestión estilística: ambos trabajan con códigos realistas bastante alejados de las principales tradiciones de la India, como es el cine de Bollywood y derivados. Sus películas son dramas humanos que eligen personajes ambiguos, interesantes y curiosos a partir de los cuales explorar cuestiones sociales, culturales y económicas de la India actual.
El país, que ahora está en el centro de las noticias en relación a la difícil situación que está viviendo por el brutal avance del coronavirus, es un amplio y complejísimo entramado de regiones, gigantescas ciudades, idiomas y culturas que resultan casi inabarcables. En CUENTAKILOMETROS, Ayr se centra en la zona que rodea a la enorme ciudad de Nueva Delhi (de unos 22 millones de habitantes) para contar la historia de un camionero veterano que ve cómo su trabajo empieza a correr riesgo de desaparecer.
Ghalib (Suvinder Vicky) viene de atravesar una situación complicada ya que su esposa se suicidó por motivos que no parecen ser claros. A esto se le suma otro problema: por una huelga de los que cargan los camiones el hombre se vio obligado a cargarlo él mismo y ahora sufre un fuerte dolor en la espalda. Todo alrededor suyo parece complicarse. A un colega suyo, más veterano que él y con problemas de vista, lo quieren echar. Y a él le ponen un joven aprendiz a cargo, lo que le hace suponer que su puesto también está en peligro.
CUENTAKILOMETROS –que participó de la sección Orizzonti del Festival de Venecia, la misma en la que debutó SONI— va a tomar estos diferentes aspectos de la vida de Ghalib para ir haciendo una pintura muy certera y dura de la situación personal de este hombre. Por un lado, Ghalib tiene que lidiar con una deuda (moral pero de resolución quizás económica) con la familia de la que fue su mujer, que lo culpa de ser, en cierto modo, responsable de su muerte. En paralelo, el tipo no sabe muy bien cómo manejarse con Pash (Lakshvir Saran), el joven inocente y bien intencionado al que colocaron como su potencial reemplazante. Si a eso se le suma el dolor de espalda, la complicada relación con otros aspectos de su trabajo (su cruel jefe, su incómoda relación con los huelguistas) y hasta los problemas que tiene con sus vecinos, todo parece indicar que el hombre va camino a algún tipo de explosión o un brusco giro psicológico.
Pero Ayr prefiere mantenerse dentro del retrato humano, realista, que pone en discusión la situación de un hombre que sabe que ha llegado un momento en su vida en el que muchos lo consideran «obsoleto» y se resiste como puede a esa suerte de condena social y laboral. En CUENTAKILOMETROS, la metáfora entre el kilometraje al que llega su camión (más de 500 mil) y su edad presenta los temas de la película de un modo más que evidente. De todos modos el director tiene la inteligencia de escaparle a los giros dramáticos fáciles y previsibles –una película más clásica y occidental terminaría volviéndolo un «héroe de la clase trabajadora»– y plantear las ambiguas y por momentos bastante cuestionables actitudes que toma el hombre al verse enfrentado con problemas en varios frentes.
Se trata de una película elegantemente realizada pero que a la vez transmite mucha verdad, acercándose a un mundo desconocido por muchos occidentales sin jamás caer en pintoresquismos de ningún tipo. Salvo por ciertos hábitos y costumbres propios del lugar, los hechos podrían suceder en casi cualquier ciudad del mundo en la que escasea el trabajo y crece la tensión con los patrones y entre los empleados. Un poco MUNDO GRUA, un poco los Dardenne, quizás algo de Nuri Bilge Ceylan: se trata de mirar el mundo del trabajo de la manera más honesta posible.
Otro logro del film está en los diálogos, que logran colar interesantes ideas sin por eso sentirse demasiado «guionados». Una conversación entre Ghalib y su recientemente despedido (y alcoholizado) compañero de trabajo en la que hablan acerca de lo poco que la gente escucha lo que tienen para decir resume a la perfección la sensación de estar quedándose afuera del mundo que ambos tienen. Obsoletos, marginados, doloridos, solos. Pasados, ya, del kilometraje permitido para seguir siendo parte de la masa laboral y del mundo que conocen.