Estrenos online: crítica de «El baile de los 41», de David Pablos (Netflix)

Estrenos online: crítica de «El baile de los 41», de David Pablos (Netflix)

Este film mexicano toma un episodio que tuvo lugar en 1901 para narrar la secreta y oculta vida homosexual de un político de la época, yerno del entonces presidente Porfirio Díaz. Estreno de Netflix.

Un episodio considerado en su momento escandaloso que tuvo lugar en México en 1901 es el eje de EL BAILE DE LOS 41, una película que toma a esa fiesta como referencia para hablar de la homofobia existente –entonces y ahora– en ese país. El caso que narra el film de David Pablos tiene la particularidad de haber involucrado a la clase alta y a los poderosos del gobierno del entonces presidente Porfirio Díaz (periodo conocido como el «porfiriato») y centrarse fundamentalmente en la figura de Ignacio de la Torre, congresista, yerno de Porfirio y el miembro 42 y oficialmente ausente de esa fiesta.

En una película de cuidadosa y prolija reconstrucción de época que parece haber tomado cierta parte de su inspiración formal de EL GATOPARDO, el director de LAS ELEGIDAS cuenta de manera elegante pero sin por eso dejar de ser franco, la historia de De la Torre (Alfonso Herrera), un político casado con la hija de Porfirio, Amada (Mabel Cadena), quien claramente tiene una vida homosexual paralela, oculta para (casi) todos. Tratando de no despertar sospechas en el mundo de hipocresías políticas en el que vive, Ignacio intenta «cumplir» con su rol de marido pero su mujer claramente empieza a notar que no tiene mucho interés en tener sexo con ella.

El que sí despierta su libido y lo saca de la frustración cotidiana es Evaristo (Emmanuel Zurita), un hombre que conoce y que luego se suma a la vida secreta de encuentros y clubes privados en los que se mueve Ignacio. EL BAILE DE LOS 41 hará centro en esa relación y en la imperiosa necesidad de De la Torre de ocultarla, para no echar a perder su carrera política. Pablos trata de que la película mantenga una cierta distancia formal que a veces conspira contra su costado más emotivo, pero en algunas escenas privadas logra sacarse el mismo corset con el que parecieran cargar los personajes y soltar un poco más las riendas dramáticas.

La célebre fiesta ocupa apenas unos minutos cerca del final del film y solo sirve para apurar el desenlace de la historia. Pero lo que más importante que cuenta EL BAILE DE LOS 41 es lo que la precede: la idea de una sociedad casi paralela, secreta y en peligro, en la que las limitaciones y caretas de la vida social y política se dejan de lado. Por un lado, en los encuentros íntimos y disimulados. Pero también en fiestas descontracturadas en las que hay lugar para el travestismo, las orgías y en las que el sexo se vive de una manera más libre y placentera.

Solo basta comparar la libertad con la que Ignacio se maneja en esas fiestas y encuentros con la tensa relación que tiene con su mujer (fuerte y poderosa, pero muy lejos de comprender y menos de aceptar los deseos de su pareja) para dejar en claro que esa doble vida está permanentemente a punto de explotar. Lo cual lo lleva a su otro gran problema: ¿qué hacer si eso llega a salir a la luz?

Se trata de una película refinada, un tanto académica y excesivamente prolija (por momentos hace recordar, tanto en su estilo como en lo central de su conflicto, a la argentina CAMILA, de María Luisa Bemberg) que difícilmente despierte grandes pasiones, pero que logra contar un capítulo muy particular de la historia de México, uno que ha tratado de mantenerse oculto –o usado como punchline de bromas– durante décadas.

En un país bastante machista en el que la violencia homofóbica sigue siendo terrible (según algunos estudios, es actualmente el segundo país del mundo, después de Brasil, con más asesinatos de este tipo) dar a conocer este tipo de historias tiene valor por sí mismo, al menos para volver aún más públicas ciertas discusiones que son inevitables. Y EL BAILE DE LOS 41 lo hace, fundamentalmente, de una manera humana, sensible y respetuosa.