Estrenos online: crítica de «Amor de cuento», de Kimmy Gatewood (Netflix)

Estrenos online: crítica de «Amor de cuento», de Kimmy Gatewood (Netflix)

Esta fallida comedia «romántica» se centra en una actriz que descubre que su nueva pareja no es del todo quién dice ser. Con Iliza Shlesinger y Ryan Hansen.

Me considero una persona difícil de engañar tan groseramente cuando veo una película. Al menos dentro de mis criterios –y de mis gustos, que seguramente no son los de todos– creo tener la habilidad o la práctica como para darme cuenta cuando algo no me va a gustar o a interesar demasiado. No digo que logre hacerlo, necesariamente, con solo ver un par de planos (aunque, admitamos, a veces sí es tan evidente) pero cuando uno lleva 20, 25 minutos de película más o menos tiene una idea de qué es lo que está viendo, cuáles son sus límites y sus posibilidades. Claro que uno se puede equivocar, pero dentro de ciertos límites. Una trama policial puede volverse más interesante de lo que parece o menos, más sorpresiva o menos, perder o sumar puntos por alguna u otra cuestión. Pero raramente uno se entusiasma con una película –como me pasó con AMOR DE CUENTO— para tomar conciencia, al llegar a la media hora, que se está convirtiendo en algo bastante terrible. Caí en la trampa y cuando me di cuenta ya era muy tarde para abandonar. Solo quería saber cuán lejos podía llegar.

Es que el arranque es prometedor, especialmente para los que tenemos cierta buena predisposición para las películas basadas en las vidas, o inspiradas en las rutinas, de comediantes de stand-up. Iliza Shlesinger tiene varios especiales de comedia en Netflix y suele ser buena en lo que hace. Y acá, interpretando a Andrea Singer, daba la impresión de estar en su zona de confort. El personaje es una comediante de stand-up que trata de conseguir papeles como actriz sin mucha suerte y a la que tampoco parece irle muy bien en el terreno de las relaciones amorosas. Tiene 34 años y, por algún motivo que debería ya empezar a ser olvidado en los guiones de esta época, siente que todo es un poco ahora o nunca: tiene que conseguir trabajo y pareja fija. O más o menos fija. La pareja. Y el trabajo.

En un aeropuerto se topa casualmente con un tal Dennis (Ryan Hansen, de la serie VERONICA MARS), un tipo con el que tiene poco que ver pero con el que se engancha a partir de su amabilidad y su sentido del humor. El es un banquero, que viste y se comporta como tal, pero a la vez es un tipo correcto, solidario, simpático, que la ayuda con su trabajo y es un buen «compañero de copas». A Andrea no le interesa sexualmente –eso lo resuelve de manera más casual con otros–, pero de a poco el tipo se le va volviendo más necesario. Y cuando Dennis sufre algunas situaciones difíciles en su vida personal, ella se acerca más y más a él hasta terminar aceptando ser su pareja.

Es claro de entrada que Dennis no es del todo quién dice ser y que algo oculta. El problema es que durante más de medio relato Andrea sigue actuando como si nada sucediera. Su amiga (Margaret Cho, otra gran comediante) se lo advierte todo el tiempo y cualquiera con la inteligencia y sagacidad de una comediante como ella se daría cuenta claramente que hay algo ahí que no está bien. El problema de AMOR DE CUENTO es que no sabe cómo salir de esa encerrona narrativa y dramática. En un rato, lo que parecía una simpática comedia romántica con un toque de misterio pasa a convertirse en una suma de irritantes experiencias, una más tediosa que otra. Y ni siquiera las revelaciones posteriores sirven para darle un giro inteligente a la película. Más bien al contrario, amplían sus limitaciones.

Hay algo interesante en la idea de explorar cómo las inseguridades de la protagonista –que siente que no le va bien en el trabajo ni en el amor, que otras actrices consiguen mejores papeles y que sus amigas viven más plenamente sus vidas– la pueden llevar a dejar pasar ciertas cosas sospechosas en un hombre, a convencerse de que «es raro, sí, pero peor es nada». Pero la realizadora Kimmy Gatewood no logra encontrar el tono para hacer algo con eso: su relación con la realidad emocional de los personajes no se sostiene más de 20 minutos y tampoco están logrados sus intentos de llevar la película a un territorio más propio para la comedia pura y dura. Si de entrada AMOR DE CUENTO hubiera jugado en un tono absurdo y ridículo, quizás todo habría tenido más sentido. O al menos tendría más consistencia.

Pero no. No la tiene. Se va volviendo más tediosa e irritante con el correr de los minutos y uno no hace más que preguntarse cómo una comediante inteligente como Shlesinger escribió un guión (aparentemente inspirado en una experiencia personal) tan poco gracioso. Es claro que cada espectador reacciona de manera diferente a determinados estilos humorísticos. Pero aquí, salvo en breves episodios de la primera media hora, es raro que algo cause gracia. El título en inglés de la película, GOOD ON PAPER, quizás sea una buena definición para lo que es la película: un proyecto que quizás era «bueno en los papeles» pero que en la práctica está muy lejos de serlo.