Estrenos online: crítica de «Marianne & Leonard: Words of Love», de Nick Broomfield (Netflix)

Estrenos online: crítica de «Marianne & Leonard: Words of Love», de Nick Broomfield (Netflix)

Pocos meses antes de la edición del álbum póstumo «Thanks For the Dance» se estrenó mundialmente este documental que se centra en la relación que el cantautor tuvo a lo largo de su vida con Marianne Ihlen, una mujer noruega que la que vivió mucho tiempo en una isla griega. Disco y película recorren y complementan la vida de este enorme artista. El film llega ahora a Netflix.

«And now you’re gone, now you’re gone
As if there ever was a you
Who broke the heart and made it new
Who’s moving on? Who’s kidding who?»

(«Moving On», Leonard Cohen)


A tres años de su muerte, Leonard Cohen reaparece con un disco y una película, dos proyectos completamente separados pero que de algún modo se complementan. Uno de ellos –el disco THANKS FOR THE DANCE— rescata materiales dejados por el cantautor a lo largo de sus últimos años de vida. En tanto, MARIANNE AND LEONARD: WORDS OF LOVE, es un documental que se retrotrae a los inicios de su carrera, especialmente en los años que pasó en Grecia antes de convertirse en un famoso cantante.

El documental tiene varias particularidades. Por un lado, la relación del cineasta con los protagonistas: Broomfield conoció a Marianne Ihlen en los años ’60, en Hydra, Grecia, y tuvo un breve romance con ella más o menos en la misma época en la que esta joven y rubia mujer noruega iba a conocer a Leonard Cohen, entonces un joven, promisorio y premiado poeta y escritor canadiense, con el que tuvo una gran historia de amor que ocupó buena parte de esa década y que, si bien se fue de algún modo desvaneciendo cuando Cohen se transformó en estrella de la música, dejó no solo algunas canciones inolvidables que él le dedicó sino una historia de amor con condimentos muy cinematográficos.

Con entrevistas a personas que los conocieron y trataron en esa época y luego, con testimonios que los propios protagonistas dejaron en algunas entrevistas hablando de su relación y de la etapa amorosa que vivieron en la paradisíaca isla griega y con un eje fuertemente centrado en la vida personal de Cohen mucho más que en la musical, MARIANNE & LEONARD está a mitad de camino en ser un relato acerca de la relación entre ambos y un documental sobre la vida sentimental y personal del creador de «So Long Marianne«, canción claramente dedicada a ella. Si bien hay otros films dedicados a la vida musical de Cohen –y conciertos grabados en vivo, como el de Isle of Wight–, el de Broomfield peca de prestarle poquísima atención a su música en sí, salvo cuando tiene alguna relación poética concreta con la historia personal del cantante.

Es algo usual en la prolífica obra de Broomfield, un cineasta veterano que se caracteriza por meterse más en las vidas personales de las celebridades que en sus logros artísticos, como es el caso de KURT & COURTNEY o BIGGIE & TUPAC, cuyos títulos reflejan claramente la manera en la que se acerca a sus sujetos. De todos modos, el material encontrado aquí, los testimonios y, principalmente, la extraña, dolorosa y finalmente tierna historia de amor entre un joven poeta destinado sin saberlo a ser una estrella de la música y una joven aventurera noruega, con niño a cuestas, generan un interés, si se quiere, un tanto menos morboso y bastante más humano.

Es un documental nostálgico en el que el propio realizador se involucra y en el que, tomando como marco algunos de los momentos más representativos de la carrera de Cohen (su infancia canadiense, su familia, los inicios de su carrera en Nueva York, su pánico escénico, su disco con Phil Spector, su paso por un monasterio budista y su forzoso regreso a los escenarios promediando sus 70), utiliza siempre el tema de las relaciones entre los sexos como el centro. Sí, el círculo se abre y, de alguna manera, se cierra con Marianne, pero Broomfield se dedica quizás más tiempo del necesario al anecdotario de ladies man de Cohen, quien no parecía poder estar sin una mujer u otra al lado.

El film está plagado de anécdotas –algunas dolorosas, como las ligadas a la salud mental del hijo de Marianne, o cuando Broomfield retoma las vidas posteriores de muchos de los que hicieron de Hydra su hogar en esos aparentemente idílicos años de amor, sexo, drogas y poesía– y otras más clásicas de la vida de un artista que podía tranquilamente autodenominarse como mujeriego. Entre excesos de drogas, alcohol y puertas giratorias de chicas, por momentos el film recoge el guante de los típicos documentales sobre las desventuras de los grupos de rock en gira de los años ’70, pero el punto de partida y de llegada siempre es Marianne, que bien podía representar esa palabra hoy tan discutible como «musa» en la vida de Cohen: una mujer enamorada de él y que, pacientemente, en la bella isla en la que vivió muchos años, lo esperaba volver, con cada vez menos frecuencia, de sus aventuras por el mundo, como si fuera una versión moderna y rockera de aquel clásico relato griego.

Es una pena que a Broomfield le importe poco y nada lo musical en la carrera de Cohen, ya que los materiales de archivo que tiene son increíbles pero raramente deja más de un minuto una canción sin interrumpirla con su relato o con testimonios. Si lo que se quiere es música nueva de Cohen habrá que saltar 50 años desde sus inicios a mediados de los ’60 y sentarse a escuchar THANKS FOR THE DANCE, álbum compuesto por canciones que dejó sin terminar poco antes de morir, en 2016, y que habían sido escritas para el álbum YOU WANT IT DARKER. Grabado, arreglado y producido por su hijo Adam (no, no es hijo de Marianne, sino de Suzanne, el otro gran amor de la vida de Leonard), es casi una colección de poemas musicalizados que dejan en claro que el estilo poético de Cohen y su elegancia tanto verbal como vocal y musical no cambiaron demasiado en medio siglo y seguían entonces siendo igual de bellas, melancólicas y emotivas.

Evitando los arreglos más radiales y un tanto kitsch de algunos de los discos que sacó en este siglo (y más parecido al último, producido también por Adam), el álbum póstumo pone al frente su voz más grave que nunca y lo completa con arreglos un tanto diferentes, apostando a cierto sonido, si se quiere, mediterráneo, que se escuchan de hecho de una manera diferente (y sí, más griega) cuando uno lo pone tras ver la película. Esa mezcla de oscuridad en la voz, temas que van de lo más nostálgico y triste a asuntos más livianos y románticos, corren muy en paralelo con la similar combinación que posee la película, que habla de difíciles y complicadas vidas personales en una serie de escenarios en su mayoría bellos y paradisíacos.

La dupla disco-documental sirve, también, para trazar un arco de más de 60 años en la vida de este hombre. El segundo tema del disco («Moving On«) está dedicado a Marianne y escrito poco después de enterarse de su muerte. Y sobre el final del film (que es también el final de las vidas de sus protagonistas) ese círculo se cierra por completo. No hace falta adelantarlo, pero se lo puede ver en la pantalla si es que el golpe emotivo permite que no se nuble la vista. Ese final (o doble final, si se quiere) pone en perspectiva, por un lado, el subtítulo de la película y, por otro, buena parte de la carrera de Leonard Cohen, un hombre que trató de entender a lo largo de su vida el verdadero sentido de la palabra amor y alguien que hizo, precisamente, con palabras de amor, una serie de canciones inolvidables.