Estrenos online: crítica de «La nube», de Just Philippot (Netflix)

Estrenos online: crítica de «La nube», de Just Philippot (Netflix)

Este film de suspenso y terror francés se centra en una mujer que se dedica a la cría de saltamontes para la venta y que descubre, para su sorpresa, un macabro secreto para hacerlos reproducir con mayor fuerza… y violencia.

Elegida para la Semana de la Crítica de Cannes 2020 que no se realizó y comprada por Netflix para todo el mundo tras su paso por el Festival de Sitges, LA NUBE es un notable drama con elementos de suspenso y terror físico que seguramente fascinará más a los interesados en las variantes más arthouse del cine de horror. Sin llegar a los extremos de películas de similares temáticas de David Cronenberg o Andrzej Zulawski, este film francés parte de una situación de conflicto familiar y lo lleva a un terreno cercano a lo macabro.

Virginie (Suliane Brahim) es una mujer viuda que vive con sus dos hijos, la adolescente Laura (Maria Narbonne) y el más pequeño Gaston (Raphael Romand). Su casa de campo funciona como un criadero de saltamontes (o chapulines, o como se le diga en cada país) comestibles, de esos que se pueden asar a la parrilla o bien –como ella hace para vender– transformar en harina muy pero muy proteica y totalmente orgánica.

El problema de Virginie es que sus saltamontes son frágiles, débiles, mueren rápidamente, no se reproducen lo suficiente como para generar ganancias y, además, los que los compran le dan muy poco dinero por su producto. Su vida incluye otro contratiempo importante: su hija mayor odia lo que su madre hace ya que todos se burlan en la escuela de ella por eso y la chica sueña con irse del lugar. Y eso, claro, será otro potencial cataclismo en puerta.

Justo cuando Virginie empieza a asumir la posibilidad de tener que abandonar su proyecto, accidentalmente descubre que las criaturitas en cuestión beben su sangre de una herida. Y no solo eso: a partir de eso empiezan a crecer en fuerza y en cantidad, lo que la lleva a empezar a hacer crecer su empresa. El problema está planteado de manera muy clara. Por un lado, una especie de enfrentamiento entre madre e hija. Y, por el otro, la cuestión de qué es lo que la mujer está dispuesta a hacer para que sus saltamontes se alimenten bien y la economía familiar mejore.

Seguramente los fans del terror más tradicional sentirán que Netflix les vendió LA NUBE como una película de género cuando no lo es. Pero creo que es al contrario. Esta película francesa funciona mejor que la mayoría de los productos similares que se ven en esa plataforma ya que se acerca a ese horror de una manera humana, reconocible, hasta realista. La obsesión de Virginie la va enloqueciendo de a poco y tiene una necesidad de «conectar» con esas criaturas que excede lo meramente empresarial. Y la relación que tiene con sus hijos también ayuda a crear una tensión muy creíble.

De a poco la película empezará a ponerse más truculenta –algo que Philippot maneja con un inteligente uso del sonido para cuando los bichitos se ponen angurrientos y especialmente ruidosos– pero en realidad la cuestión no va por estrictamente por ahí. Está más cerca de ser un comentario sobre la angustia, la desolación (no olvidar que la mujer es una reciente viuda) y el dolor, con algunas ideas por ahí sobre la situación económica de la gente de campo. La sangre y las heridas aportan a dar esa sensación de malestar personal pero también social.

Quizás el cambio del drama al horror en el film sea un tanto brusco y suceda de golpe, de una manera que parece puesta para no decepcionar a una audiencia que espera ver más y más sangre. Pero la película bien podría funcionar sin ese descalabro. El recorrido lento pero persistente hacia la «conexión» de Virginie y los saltamontes (algunos pensarán en LA MOSCA, de Cronenberg, otros verán conexiones bíblicas) es suficientemente angustiante como para generar un terror del tipo psicológico que es, finalmente, el más cercano y reconocible: el miedo a la locura, a perderse en un peligroso viaje mental y el de ver a los seres queridos entrar en un camino sin retorno y darse cuenta que no hay mucho que uno pueda hacer para ayudarlos.