Estrenos online: crítica de «Pray Away: la cruz dentro del clóset», de Kristine Stolakis (Netflix)

Estrenos online: crítica de «Pray Away: la cruz dentro del clóset», de Kristine Stolakis (Netflix)

Este documental se centra en las llamadas «terapias de conversión» de orientaciones sexuales o identidades de genero y los daños que han causado a lo largo de la historia.

Las llamadas «terapias de conversión», generalmente de índole religiosa, ligadas a personas LGBTQ+, han sido un inquietante y persistente mal que existe hace décadas, sino más. En los Estados Unidos, a partir de lo que cuenta PRAY AWAY: LA CRUZ DENTRO DEL CLOSET, desde mediados de la década del ’70 existen organizaciones que, bajo un signo religioso o un pseudo disfraz terapéutico, buscan «reconvertir» la orientación sexual o la identidad de género de personas que consideran «equivocadas» o algún otro epíteto más desagradable. Imagino que en América Latina ese fenómeno quizás sea aún más grande –tomando en cuenta el peso del catolicismo en la región, además de otras costumbres e hipocresías sociales–, pero el film producido por Ryan Murphy y la productora Blumhouse solo se dedica a lo que sucede en EE.UU.

A partir de testimonios de muchas personas que crearon, organizaron, lideraron, participaron (o aún siguen participando) en esos grupos o asociaciones, Stolakis crea un documental convincente aunque extremadamente tradicional acerca del tema, cuyos mejores elementos están relacionados a los materiales de archivo ligados a ciertas terapias y charlas que se tienen dentro de esas asociaciones desde sus inicios. A la vez, algunas entrevistas televisivas y talk shows, al llevar a muchos de los miembros de estas asociaciones, revelan el altísimo, brutal y muy público grado de homofobia que se manifestaba en los medios hace no tantos años.

El operativo es más o menos conocido. Muchas familias, al enterarse que tienen hijos o hijas LGBT, han intentado meterlos o hacerlos participar en grupos de autoayuda, iglesias o asociaciones de dudoso tinte psicológico para «curarlos», para «hacerlos volver a la buena senda». En algunos de esos casos los propios participantes lo han hecho por voluntad propia o aceptando esa «invitación», ya que en general fueron criados en ambientes en los cuales tener una orientación sexual diferente a la de la mayoría podría ser problemático en más de un sentido. Hasta peligroso.

PRAY AWAY –el título da cuenta de la idea de que puedas «rezar hasta que se vaya» eso que te perturba– se centra en algunas de estas asociaciones y tiene como importantes voces a muchos de los que fueron sus miembros fundadores, sus caras visibles y hoy se arrepienten del daño que han realizado. Se trata de grupos que tratan de «sacar a la gente del camino del Diablo» a través de algún supuesto encuentro con Jesús, con la fe, con el buen camino o sandeces de ese tipo. Están aquellos que prefieren un approach más psicologista, intentando curar la homosexualidad relacionándola a destapar traumas infantiles, abusos sexuales, o cosas como alto consumo de pornografía, excesiva masturbación (?) o alguna otra situación que podría haber llevado a esa persona a «perder el rumbo».

Son organizaciones (la principal es una llamada Exodus, expandida en todo el país y con decenas de miles de participantes, pero también se habla de otra llamada Living Hope) que han crecido fundamentalmente en los años en los que la derecha religiosa se hizo fuerte en los Estados Unidos, empezando en los ’70 hasta llegar a la actualidad, en la que se vio siempre enfrentada por un fuerte movimiento en contra del matrimonio igualitario y otros cambios legales que fueron muy discutidos y debatidos. Es que más allá de algunos giros un tanto más «progresistas» en el camino, presidentes como Reagan, Bush y el propio Trump han hecho todo lo posible por poner trabas en el camino a cualquier tipo de inclusión y ampliación de derechos.



Algunos de los que fueron líderes de estos grupos de «ex gays» (así se hacen llamar) pasan de contar primero sus experiencias –cómo entraron a las asociaciones, cómo adoctrinaban desde allí– a darse cuenta de sus errores, en algunos casos muy recientemente. Un punto de inflexión en ese sentido fue lo que pasó en California cuando se votó, en un plebiscito, en contra del matrimonio igualitario. Para algunos entrevistados, ese fue un antes y un después. A la vez, lo que la mayoría de ellos admite es que estos programas no solo no sirven para nada sino que, en general, lo que «logran» es que la gente no actúe en relación a sus deseos y no más que eso. Y peor aún, dañan profundamente a casi todos los que participan en ellos, mencionándose una enorme cantidad de suicidios por año debido a situaciones de este tipo.

John Paulk (vocero de Exodus durante mucho tiempo y su cara visible), Julie Rodgers (una chica lesbiana que fue vocero de Living Hope de una manera bastante tenebrosa) e Yvette Cantu (otra ex vocera de Exodus) dan los testimonios más relevantes. Hay un caso diferente a todos entre los entrevistados. Es el de Jeffrey McCall, un «ex trans por Cristo» que sigue actualmente en campaña para «reconvertir» vía rezos, terapias y mediante una organización más persona a persona y no tan institucional, centrándose más que nada en el colectivo transgénero. Con bastantes seguidores, lo que Jeffrey busca es llegar a la gente desde otro lugar y, claramente, sus «seguidores» son diferentes a los demás.

En el fondo, también, de lo que la película habla es de lugares y situaciones de inclusión, dando a entender que muchos de los que participan de estos grupos lo hacen por su necesidad de sentirse acompañados por otros en su misma situación y por temor a la soledad o a enfrentar «un afuera» que suponen duro y difícil. Al ir cambiando en muchos aspectos la situación de las comunidades LGBT+ en los Estados Unidos, muchas de estas asociaciones están perdiendo peso y fuerza. Pero siguen existiendo y siendo tan dañinas y potencialmente peligrosas como lo eran antes.