Estrenos online: crítica de «The Souvenir», de Joanna Hogg (Netflix)
La realizadora de «Exhibition» cuenta una historia autobiográfica centrada en la época en la que era estudiante de cine, en los años ’80, y sus dolorosas experiencias con una pareja adicta a la heroína. El film con Honor Swinton Byrne, Tom Burke y Tilda Swinton (madre de la protagonista en la ficción y en la vida real) es un retrato impresionista y personal de una fuerte etapa en la vida de la realizadora.
En cierto sentido, THE SOUVENIR es una historia de crecimiento, un «coming of age» centrado en una estudiante de cine en los años ’80 que descubre que la vida en su autodenominada «burbuja» es más complicada y oscura de lo que parece. Pero resumirla en eso sería limitar la extraña atracción de la nueva película de la realizadora británica de ARCHIPELAGO. En un sentido más profundo la película es una «memoir» de la propia directora acerca de sus experiencias en esa época, especialmente en lo que respecta a su relación amorosa con un hombre adicto a la heroína. Y la idea de «memoir» está claramente delineada en la estructura y en la puesta en escena de THE SOUVENIR, que funciona de una manera impresionista y esquiva, distante y cercana a la vez, un poco como los recuerdos lejanos.
Hogg, claramente influenciada por cierto cine europeo que ha sabido poner la lupa en los problemas personales y de relaciones de la burguesía manteniendo cierta distancia formal para hablar de complicados asuntos emocionales (se me ocurren películas de Rossellini, Antonioni, Godard o Rivette para citar en esa línea) se aleja por completo del «drama de adicción» en su concepción norteamericana. THE SOUVENIR es la historia de Julie (Honor Swinton Byrne, hija de Tilda Swinton, quien interpreta precisamente a su madre también aquí), una chica de una familia acomodada que estudia cine y que desea filmar una historia sobre la relación entre una madre y su hijo que viven en la pobreza en la ciudad de Sunderland. Algo que –todos le dicen– no tiene nada que ver con su experiencia. Pero ella insiste en que quiere salir de esa «burbuja de privilegio» para filmar algo más cercano a los problemas reales.
En una fiesta conoce a Anthony (Tom Burke), un hombre un poco mayor que ella que trabaja en el Ministerio de Relaciones Exteriores, un tipo muy inteligente de esa manera tan británica y un poco arrogante de algunos miembros de las clases acomodadas. Es un tipo culto –no es charming, pero sí bastante ácido— que le permite a la muy naive Julie incorporar otras ideas acerca del cine y del mundo. Muy pronto empiezan una relación, él se muda a lo de ella y ahí surge una historia de amor con características un tanto particulares. De a poco queda claro que Anthony «anda en una rara» cuando empieza a pedirle prestado dinero una y otra vez a Julie y a irse unas horas a la calle. La revelación no tardará en llegar: el tipo es un junkie cuya capacidad para estar social y laboralmente activo empieza a deteriorarse.
THE SOUVENIR cuenta la experiencia de Julie en relación a Anthony y a como el tiempo con él le sirvió para darse cuenta no solo de la fragilidad personal y de las relaciones sino de la existencia de una profunda angustia existencial en medio de esa búrbuja acomodada. Uno podría decir que es una película en la cual una joven cineasta se da cuenta que tiene que centrarse en su experiencia, en su mundo, si quiere contar algo universal y que ese algo tiene que ser verdadero y honesto con esas vivencias. Ir a filmar al puerto de Sunderland puede parecer más realista pero sin duda, para alguien como ella, es más una idea (o una idealización miserabilista) que una verdad.
Hogg toma distancias formales con los personajes y con la organización clásica del relato. Por momentos las escenas parecen sucederse en un orden no cronológico. Otros personajes entran y salen del relato de una manera muy alejada a las de cualquier «arco dramático» convencional. Se mezclan super 8 e imágenes que Julie filma con las rodadas por la propia cineasta hoy. Y el film no se caracteriza por buscar una empatía fácil entre personajes y espectador. Anthony no es un tipo simpático ni querible (ella parece ser la única que lo encuentra carismático) y, al menos durante la mitad o poco más de las dos horas de relato, también es difícil acceder a la situación emocional de Julie. Si bien es parte de la búsqueda de la realizadora, la dificultad de encontrar algún elemento redimible en Anthony hace que para muchos espectadores sea incomprensible la paciencia y tolerancia que Julie le tiene.
Pero las historias de amor y desamor tienen más vueltas que las que suelen proponernos las narrativas clásicas y, disculpen por usar una metáfora deportiva, pero es cierto que con el diario del lunes todos creemos saber qué es lo que tal o cual debería haber hecho. En medio de relaciones tóxicas, codependientes, con seres necesitados de distintas maneras, las cosas nunca son tan claras. Una película norteamericana habría convertido al personaje de Anthony en más simpático o más violento (o la haría pasar de una a otra faceta de manera que genere algún tipo de empatía o todo lo contrario) para entender las dificultades de Julia para dejarlo. Al no hacerlo, Hogg se arriesga a que algunos espectadores terminen fastidiados con la indeterminación o la paciencia de la protagonista. Pero no hay duda que la experiencia real muchas veces se presenta de una manera tal en la que la lógica interna de una pareja no siempre puede ser bien entendida desde el afuera.
THE SOUVENIR es, indirectamente, una sesgada mirada nostálgica a la Inglaterra de los ’80. No solo los objetos, las casas y los vestuarios, sino también las excelentes canciones de The Fall, Robert Wyatt, Joe Jackson (cuya canción «Is She Really Going Out With Him?» es un claro comentario acerca de la relación) The Specials, Gary Numan y Bauhaus, y esa línea de relato paralelo en la que se nos informa de la realidad política británica de entonces, nos transportan a ese universo un tanto olvidado. Sin recargar las tintas en el diseño de producción, se siente en el cuerpo que la película transcurre entonces. En la historia elegida y en la particular manera de filmarla se nota que Hogg ha aprendido de esa experiencia de vida y ha llegado a la conclusión que el drama es más real y verdadero cuando está más cerca de nuestra propia experiencia y no necesariamente de los titulares de los diarios.