Series: crítica de «Watch the Sound with Mark Ronson», de Morgan Neville (Apple TV+)

Series: crítica de «Watch the Sound with Mark Ronson», de Morgan Neville (Apple TV+)

El productor de Amy Winehouse, Bruno Mars y Lady Gaga, entre muchos otros, es el conductor de esta serie documental que analiza el papel de algunos desarrollos tecnológicos en la historia de la música pop.

Los documentales –o series documentales– musicales sobre la historia de algún tipo de género, de una banda, de algún artista o show parecían no tener ya demasiadas alternativas formales. Los recursos eran probados y conocidos: entrevistas, material de archivo, shows en vivo, detrás de escena, contexto de época y así. Hay obras maestras y películas mediocres dentro del formato music documentary, algunas inclusive han ganado Oscars, pero salvo unas pocas excepciones todas siguen un recorrido parecido al mencionado.

En los últimos años y gracias a la cantidad de plataformas de streaming en busca de material parece aparecer un formato dentro del documental musical que, si bien no es nuevo, no está tan agotado o reiterado. Podríamos llamarlo «documental técnico» o bien algo que está a mitad de camino entre el documental, el podcast y un tutorial de YouTube de esos que te ayudan a entender cómo funciona algún aparato o cómo preparar alguna receta. No sé si se ha hecho una historia de este nuevo género pero tengo la suposición que creció con el éxito de SONG EXPLODER –el podcast hoy convertido en serie de Netflix– y de infinitos programas similares que se han dedicado a analizar y desarmar álbumes y canciones, pieza por pieza.

Hace poco se vio el inimitable MC CARTNEY 3,2,1, serie de conversaciones entre el Beatle y el productor Rick Rubin que trataba de analizar en profundidad y detalle muchas de las canciones de la banda de Liverpool, de Wings y de Paul solista. Digo «inimitable» porque no debe haber muchos documentales que analicen una obra maestra atrás de otra de la banda más celebrada del mundo (algunos estamos esperando que tenga muchas temporadas más), pero el género da para más y lo que hace aquí Mark Ronson –el productor, compositor y DJ, cuyo catálogo incluye «Rehab», «Uptown Funk» y «Shallow»— es seguir explorando esas vías.

Se trata de un género que, en lo visual, tiene poco para ofrecer en general. Se puede contar alguna historia ligada a una canción, a un instrumento o algún efecto, se puede viajar a algún lugar específico para mostrar cómo funciona o cómo algo suena en un lugar determinado, pero lo central está en escuchar. Y pocas veces el cine documental ha puesto tanto el eje en el oído, en la escucha, en prestar atención a específicos procedimientos que hacen que una canción suene de una manera o de otra. Y WATCH THE SOUND busca y en general consigue precisamente eso.

La serie de Apple TV+ explora algunos desarrollos tecnológicos específicos que han cambiado la historia de la música pop, rock y electrónica. Si bien se hace un repaso de sus orígenes y se entrevista en algunos casos a sus creadores, no se trata de una historia de esas tecnologías sino en observar y, sobre todo, escuchar, cómo se aplican en grabaciones específicas. Los títulos de los episodios se explican por sí mismos ya que mencionan en sus títulos los procedimientos que analizan: Auto-Tune, Sampling, Reverb, Synthetizers, Drum Machines y Distortion.

En cada episodio el productor de Amy Winehouse, Bruno Mars y Lady Gaga entrevista a distintas personalidades relacionadas con esa tecnología específica de una u otra manera. En algunos casos, tipos como T-Pain que hicieron una carrera con el Auto-Tune o los Beastie Boys analizando tanto el tema sampling como la distorsión. Hay también algunos técnicos (el inventor del Auto-Tune, del Akai MPC o de otros aparatos, que cuentan anécdotas insólitas), unos pocos periodistas –como Simon Reynolds– e invitados casi fijos que aportan en distintos segmentos, incluyendo al propio Paul McCartney y al enciclopédico Questlove, entre otros.

Hay algo didáctico en los episodios que alejan a WATCH THE SOUND… de la ardua tarea –al menos para los que no somos músicos– de leer revistas tipo DJ Mag o cosas por el estilo, escritas para especialistas. Ronson y sus entrevistados van mostrando las diversas maneras que los efectos de distorsión modifican el sonido de una guitarra y lo mismo hace con el reverb, especialmente en las baterías y en las voces. De DJ Premier a Jonsi (Sigur Rós), de Dave Grohl (Nirvana, Foo Fighters) a Nick Rhodes (Duran Duran), de Gary Numan a Kevin Parker (Tame Impala), pasando por Angel Olsen, Vernon Reid (Living Colour), Josh Homme (Queens of the Stone Age) y hasta Sean Lennon alterando mediante auto-tune con una canción de su padre, Ronson va repasando lo que cada uno de esos inventos tecnológicos han aportado a la música.

Quizás la lectura temática más clara que se puede hacer de la propuesta de Ronson –que tiene también un podcast de conversaciones con músicos— pase por la manera en la que casi todos los participantes celebran estas posibilidades tecnológicas por lo que permiten hacer creativamente. Si bien muchas de ellas fueron criticadas al aparecer (el auto-tune por corregir el pitch de la voz, los músicos que usaban sampling por no «tocar de verdad», las máquinas de ritmo por lo mismo, etc.), lo que todos coinciden es que poder manipular esas tecnologías de manera original es la que permite que la música (pop, rock, electrónica, etc) vaya cambiando y generando sonidos impensados e inimaginables antes de la existencia de esos «juguetes».

Para algunos toda esta serie sonará a una especie de cruzada promocional para ciertas tecnologías y para salir corriendo a comprar algunos de los aparatos de los que aquí se hablan (la mayoría hoy existen, de todos modos, como software), pero creo que Ronson apuesta por otra cosa, por algo que tiene que ver con unir lazos generacionales –tanto entre músicos como entre fans– y poner al espectador/oyente a tomarse algunas tareas personales. Cada uno hará la suya. Como sucedía con la serie de McCartney, son documentales que sirven para afinar el oído y prestar atención a detalles de la mezcla y la producción de las canciones que uno ama. «Save a Prayer«, de Duran Duran –un clásico de mi adolescencia–, ahora suena distinta en mi cabeza. Al ver a Nick Rhodes explicar algunos procedimientos que utilizó en ella, se darán cuenta porqué.