Estrenos online: crítica de «¿Cuánto vale la vida?», de Sara Colangelo (Netflix)
En este sobrio drama basado en un hecho real, Michael Keaton encarna a un abogado que se debe encargar de la compensación económica a los familiares de las víctimas del atentado a las Torres Gemelas.
Kenneth Feinberg sabe de números. Es un abogado, pero ha dedicado gran parte de su vida a sacar cálculos que deberían dar respuesta al título de esta película. ¿CUANTO VALE LA VIDA? es, fundamentalmente, lo que él enseña en sus clases y practica en su profesión, que consiste en mediar en juicios laborales o situaciones en las que alguna empresa debe pagar a familias compensación por la muerte de un ser querido. Interpretado por un muy sobrio y contenido Michael Keaton, Feinberg es un amante de la opera, un tipo tranquilo, medido y un tanto distante que parece haber encontrado un sistema funcional a sus objetivos y en el que no tiene nunca que involucrarse emocionalmente.
Aquí tiene que lidiar con un asunto mucho más grande y complejo que los suele tratar ya que, tras los atentados a las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001 (sí, en pocos días se cumplen 20 años de ese hecho que la película «representa» de una forma inteligente), le encomiendan desde el gobierno la tarea de tener ese mismo rol con las más de siete mil familias afectadas por ese atentado. Y el hombre –junto a su socia Camille Bros (Amy Ryan)– planea aplicar su sistema y sus fórmulas ligadas a calcular edad, sueldo, cantidad de hijos y otros ítems que, sumados, dan un número diferente y aplicable a cada caso. Pero esta vez todo le resulta más complicado.
A lo largo de ¿CUANTO VALE LA VIDA?, la realizadora Colangelo va poniéndole a Feinberg desafíos y problemas organizados un poco a la manera de los que atravesaba el protagonista de LA LISTA DE SCHINDLER. Se trata de un arco narrativo similar a aquel: la historia de un hombre que se mete en un tema sensible y doloroso por motivos más de conveniencia (o ego) que otra cosa para terminar involucrándose en ellos mucho más de lo que imaginaba y cambiando para siempre a través de ese viaje emocional.
Feinberg tiene que enfrentarse a varios problemas. Las aerolíneas que dicen no tener fondos suficientes para pagar lo que se debería, los abogados de las víctimas más acomodadas económicamente que no quieren un «techo» para sus reclamos de ingresos perdidos y, sobre todo, las miles de familias que se sienten abandonadas, atendidas fríamente por un hombre que los trata como un número y les ofrece también uno. Gran parte de esa gente termina escuchando a Charles Wolfe (Stanley Tucci), un abogado que perdió a su mujer en los atentados y que reclama otra cosa de parte de Feinberg. Esa otra cosa es más dinero, sí, pero lo central no pasa por ahí.
¿CUANTO VALE LA VIDA? tiene un eje potencial que no está desarrollado lo suficiente y que podría pensarse casi como el de una lucha de clases a partir de esa compensación. Los que más tienen son los que más quieren y –como la cantidad total a repartir no puede crecer sin límites–, los que menos tienen no pueden exigir mucho más. Pero el film no explora demasiado esa línea prefiriendo ocuparse del viaje emocional del protagonista a partir de ir conociendo a más y más personas que perdieron a sus seres queridos allí. Y Colangelo elegirá un par de casos –ya verán cuáles– que servirán para movilizar al habitualmente desafectado Feinberg.
La película es sobria, prolija, discretamente emotiva y realizada con un cuidado y hasta pudor que resultan bienvenidos. Teniendo la excusa perfecta para hacer un film plagado de discursos y desbordes emocionales, la realizadora de la remake norteamericana del film israelí THE KINDERGARTEN TEACHER mantiene casi siempre el tono de película de abogados y ese tono «medido» funciona aquí bastante bien porque balancea los problemas que el guión de Max Borenstein tiene.
¿Cuáles son esos problemas? Fundamentalmente, que en un momento se olvida de las precisiones y particularidades del caso para convertirse en un simplista y sensiblero alegato cuyo tema podría reducirse a «¿no funcionaría todo mejor si nos escuchamos los unos a los otros?». Y si bien esa propuesta (ese «mensaje» dirían algunos) es valiosa y merece ser tenida en cuenta, por momentos la película se banaliza demasiado y simplifica sus ideas, dejando de lado todo conflicto –ético, económico, hasta filosófico– por una suerte de humanismo más políticamente correcto que creíble.
Pese a que su segunda hora es claramente menos interesante que la primera, ¿CUANTO VALE LA VIDA? tiene a su favor que sus tres protagonistas conectan muy bien entre sí y trabajan a sus personajes desde adentro, sin darle demasiado lugar al histrionismo oscarizable. Más allá de ciertos looks y acentos un tanto excesivos –seguramente para parecerse a las personas reales que interpretan–, tanto Keaton como Tucci consiguen darle una verdad a sus personajes que va más allá de lo escrito en el papel. Es una conexión creíble, entre dos tipos que ven el mundo de manera diferente pero que se dan cuenta que tienen más cosas en común de las que sospechan.