Estrenos online: crítica de «Kate», de Cedric Nicolas-Troyan (Netflix)
Esta película de acción y suspenso que transcurre en Tokio se centra en una asesina a sueldo que debe descubrir quién la envenenó y la dejó con menos de 24 horas de vida. Con Mary Elizabeth Winstead y Woody Harrelson.
Ya es casi una «tradición» que, cada varios meses, Netflix estrene una película de acción pura y dura, de esas que siempre terminan ubicándose en los primeros puestos de su «Top 10». Sin la prensa masiva ni el nervio que aguarda normalmente a los tanques de taquilla tipo Marvel y compañía, estos films suelen rendir sus buenos dividendos a los dueños de la plataforma. Y por lo general se trata de películas que abrevan en ciertos códigos y estilos del cine de acción asiático y lo hacen con cierta prolijidad, hasta se podría decir dignamente. KATE no va a cambiar nada en el género, no va a llamar la atención por revolucionar asunto alguno, pero es el tipo de película que funciona bien dentro del objetivo que sus realizadores y productores tienen.
«De los creadores de JOHN WICK» bien podría decir la promoción de la película de Cedric Nicolas-Troyan (el realizador francés de EL CAZADOR Y LA REINA DEL HIELO, un hombre que viene del mundo de los efectos especiales) y estaría más o menos en lo cierto ya que David Leitch –que también dirigió ATOMICA, una película similar a esta en su modelo de acción– es uno de los productores. Pero si bien este film transcurre en Tokio y tiene escenas de artes marciales similares a las de los otros títulos de este violento subgénero, a la vez tiene algunas particularidades que lo vuelven más, por decirlo de algún modo, «japonés». Desde la banda sonora hasta los colores fluorescentes, la fotografía, algunos actores, diálogos y obviamente los escenarios, KATE tiene más de cine asiático que la mayoría de las películas hollywoodenses que coquetean con Asia.
De hecho, solo tres actores en la película no son locales. La protagonista es la Kate que le da título al film, una asesina a sueldo de esas que trabajan vaya a saber para quién y que se caracteriza por ser certera, efectiva y brutal. Interpretada por Mary Elizabeth Winstead de un modo bastante creíble –dentro siempre de la bajísima plausibilidad del género–, la chica está trabajando en Japón bajo las órdenes de su jefe Varrick, que tiene con ella una relación paternal que los flashbacks a su pasado irán develando de a poco. Encarnado por Woody Harrelson, es un personaje que aparece poco en la película pero es clave, fundamental en la trama.
Al comenzar la historia vemos a Kate dispararle desde lejos y matar a un peligroso integrante de la yakuza japonesa. Pero el problema es que la obligan a hacerlo de una manera que no le gusta: adelante de su hija adolescente, a la que las balas le pasan muy cerca y ve cómo su padre cae fulminado al su lado. El trabajo está hecho, pero Kate está molesta con los que le dieron la orden. Pocos meses después –y de una manera un tanto descuidada para alguien tan profesional–, la chica pasa una noche con un norteamericano que conoce en un bar (Michael Huisman, de GAME OF THRONES) justo antes de un nuevo «trabajito». Al día siguiente, al llegar al lugar de los hechos, empieza a marearse, a sentirse mal y su disparo termina saliendo para cualquier lado. Sus intentos posteriores de arreglar el asunto solo lo empeoran.
¿Qué es lo que sucedió? Resumiendo, digamos que Kate fue envenenada con algún tipo de producto radioactivo y le quedan no más de 24 horas de vida. Y a partir de ahí la chica entra en una carrera contra el tiempo y la fragilidad creciente de su entrenado cuerpo para descubrir quién la envenenó, por qué y vengarse del responsable. Esa será la excusa para una serie de persecuciones, combates, escenas de acción y cruentas matanzas en Tokio y alrededores. En sus aventuras y búsquedas, Kate terminará «conectándose» con Ani (Miku Martineau), la adolescente cuyo padre ella mató en la primera escena, y se la llevará a cuestas en su intenso y colorido recorrido por los lugares más turbios y también los más lujosos de la ciudad.
KATE tiene algo de videojuego en la manera en la que suspende la realidad, en el movimiento de sus figuras y escenarios (las persecuciones automovilísticas parecen de animación, hay un cambio constante de velocidades y movimientos de cámara propios de algún tipo de juego) y en la lógica de etapas y desafíos que le toca atravesar a la protagonista. Nada se sale de la norma para este tipo de producciones, pero la película de todos modos logra ser bastante efectiva y consistente con su propuesta. Y Winstead está a la altura de las circunstancias, en uno de esos roles que solían ir a parar a manos de Sigourney Weaver o, más recientemente, de Charlize Theron. La actriz de la reciente BIRDS OF PREY no solo logra darle una cierta dimensión emocional al personaje –dentro de los límites de la propuesta, claro– sino que resulta hasta creíble liquidando a una docena de entrenados yakuza por sí sola.
Ayuda tener un importante elenco japonés (liderado por los famosos Tadanobu Asano y Jun Kunimura) que rápidamente ubican al espectador en una situación propia de película de yakuzas, la mafia de ese país. Y el combo entre esas tradiciones y la modernidad de los asesinos resistentes a todo –especialidad de Leitch y su socio Chad Stahelski, aquí representados por el omnipresente coordinador de escenas de acción Jonathan Eusebio— en general funciona muy bien. Si a eso se le agrega un soundtrack con alta proporción de pop japonés, mucha estética de animé y el personaje de Ani que responde casi al estereotipo de la «adolescente nipona», es muy probable que la película funcione muy bien con distintos tipos de público cautivos de la plataforma. Es casi una fórmula de Netflix, es cierto, pero en relación a otros «productos originales» que estrena la compañía, no es nada desdeñable que algo así se haga más o menos dignamente.