Estrenos online: crítica de «La cumbre de los dioses», de Patrick Imbert (Netflix)
Este film de animación para adultos de origen francés pero de inspiración japonesa se centra en la historia de un fotógrafo y de un mítico escalador de montañas.
Este film de animación francés, de clara influencia japonesa no solo en el tema y origen de sus personajes sino en su estilo, funciona como un homenaje y a la vez una indagación acerca del universo de los escaladores de montañas, las personas que viven su vida tratando de alcanzar alguna complicada cima y de ir aún más allá explorando posibilidades más y más complicadas en un viaje que suele ser de ida en un sentido literal. De algún modo, la única forma de alcanzar la meta es con la muerte. No hay forma de parar antes.
Por ahí va la investigación que realiza tanto el protagonista de este bello film de animación como el manga original creado por Jiro Taniguchi basado en una novela de Baku Yumemakura del año 1998 y en el que se apoya la película dirigida por Patrick Imbert. Quizás la rareza del film sea su origen francés, ya que nada en el universo que se retrata «justifica» que sus protagonistas hablen ese idioma, pero eso es algo que se supera rápidamente, ya que el mundo en el que viven sus personajes rápidamente invade los sentidos del espectador. Y eso que se trata de un film animado…
El protagonista de la historia es Makoto Fukamachi, un fotógrafo que se dedica a documentar para un diario de Tokyo este tipo de monumentales escaladas. Específicamente, las del mítico Everest. A punto de rendirse en su tarea ya que nadie parece estar capacitado para llegar a la cima en los años ’90, el hombre descubre que circula por Katmandú una antigua cámara de fotos en la que podrían estar capturadas las imágenes en la cima del Everest de George Mallory, la primera persona que llegó allí –o eso se supone– pero que nunca logró descender, en 1924.
Fukamachi ve cómo un misterioso hombre se queda a la fuerza con la cámara y luego descubre de quién se trata: es el legendario alpinista Habu Joji (éste, un personaje ficcional), un igualmente mítico sujeto que parecía haber desaparecido de la faz de la Tierra tras una serie de accidentados intentos por llegar a diversas cimas del Himalaya. Allí el film pasará a contar la historia del tal Joji, un obsesivo y un tanto egoísta personaje que tiene un carácter fuerte y una manera de entender su «trabajo» que lo convierten en un tipo más odiado que amado. A lo largo de buena parte del film, LA CUMBRE DE LOS DIOSES se centrará en la carrera, los problemas, logros, obsesiones y fracasos de Habu Joji.
Finalmente, Fukamachi logrará dar con Habu y le propone acompañarlo en un nuevo intento de llegar a la cima en cuestión. Pero el escalador se opondrá a trabajar con el fotógrafo (lo suyo no pasa por dejar testimonio, lo motiva solo el desafío) y de allí en adelante el film se centrará en la relación entre ambos, en lo que sucede en ese nuevo intento y, en cierto modo, en tratar de descifrar qué pasa por la cabeza de las personas que escalan 8.000 o más metros en condiciones de dificultad extrema solo para poder alcanzar una desafiante cumbre montañosa.
Con una bellísima animación de los escenarios naturales que, en planos generales, por momentos hasta podría confundirse con filmación real, LA CUMBRE DE LOS DIOSES revela más su carácter animado cuando se acerca a los personajes. Pero la película es tan cuidada en su estilizada recreación de los típicos modelos japoneses de animación (la han comparado con Studio Ghibli pero mi impresión, sin ser un especialista en el tema, es que es aún más clásica) que esa alteración no rompe jamás la magia, el mundo que Imbert ha creado para narrar las desventuras y la relación entre sus personajes.
Uno puede terminar de ver la película sin entender del todo bien el impulso casi suicida de este tipo de personajes (con el documental FREE SOLO pasaba algo parecido), pero THE SUMMIT OF THE GODS deja en claro que para tipos como Makoto y Habu no hay otra cosa más importante en el mundo que vencer a todos y cada uno de los inconvenientes y dificultades que se les presentan en los ascensos, sean de las propias montañas como de las nevadas y los vientos. En la última parte del film, casi abstracta en su poética manera en la que muestra de lejos a dos mínimas y distantes figuras tratando de llegar a una aparentemente imposible meta en medio de la nieve y el viento, uno quizás siga sin entender el motivo que los lleva a estar ahí, pero puede admitir que la experiencia de estar solo frente a la magnificencia natural del mundo es de una subyugante y épica belleza.