Series: reseña de «Station Eleven: Episodios 1-7», de Patrick Somerville (HBO Max)
Esta serie que imagina un futuro devastado por una pandemia gripal se basa en una popular novela escrita mucho antes de la aparición del COVID-19 y comparte muchos temas con lo que está sucediendo en la actualidad. Con Mackenzie Davis, Himesh Patel y Gael García Bernal. Por HBO Max.
En 2014, cuando la pandemia del COVID-19 era imposible de imaginar, la novela STATION ELEVEN se convertía en un éxito editorial. Escrita por Emily St. John Mandel, contaba lo que sucedía después de una brutal pandemia causada por una gripe tipo porcina y transcurría, durante buena parte de su tiempo, veinte años en el futuro, cuando poco quedaba de lo que hoy conocemos como civilización. La adaptación se escribió y comenzó a armarse en 2019 y, bueno, ya todos saben lo que pasó después. Lo cierto es que esta serie sobre una pandemia se filmó ya durante otra pandemia que, por suerte (o por ahora), no es tan devastadora como la de la ficción… aunque tiene varias cosas en común que podrán fascinar o incomodar al público.
Muchos han comentado lo difícil que es ahora estrenar una serie así. A mí, por el contrario, me parece fascinante, especialmente porque se basa en un material armado completamente desde la ficción, sin sabe cómo la humanidad iría a reaccionar en un caso así. Y hay que admitir que en más de un asunto han acertado por completo. En otros, no tanto. Pero STATION ELEVEN (traducida en HBO Max como ESTACION ONCE, título que a cualquier habitante de Buenos Aires le traerá connotaciones muy diferentes a las buscadas aquí) es menos una serie sobre una pandemia que una sobre el futuro, un relato de ciencia ficción distópico que se planta en medio de un planeta devastado y pone su mirada en un grupo de sobrevivientes que conforman una troupe de actores trashumantes (nómades, un tanto hippies, pero intensos) que viajan en gira permanente por lo que queda de los Estados Unidos, interpretando obras de William Shakespeare.
La serie tiene una curiosa estructura. De los siete episodios que estoy reseñando aquí (son diez en total que HBO Max estrenará a la brevedad en América Latina; los tres primeros ya están disponibles en los Estados Unidos), cuatro de ellos transcurren antes, durante e inmediatamente de la pandemia y los otros tres ya en el futuro más lejano, aunque muchos de ellos van y vienen entre los tiempos. Y por lo que pude observar en las sinopsis los demás, la estructura temporal más o menos se mantiene así hasta el final. Y si bien no hay un protagonista definido, lo más parecido que existe a eso es Kirsten (Matilda Lawler de pequeña y Mackenzie Davis, de adulta), una niña a la que conocemos actuando en una accidentada puesta teatral de «Rey Lear».
El «accidente» le sucede a Arthur Leander (Gael García Bernal), un famoso actor que está interpretando al rey en cuestión cuando, en plena obra, tiene un ataque cardíaco y muere. El primero en reaccionar y darse cuenta que Arthur no está actuando sino que algo le está sucediendo realmente es Jeevan (Himesh Patel, de TENET), que está en el público. En la confusión y caos que se produce, Kirsten se queda sola y a Jeevan no le queda otra opción que llevarla a su casa, en Chicago. En pleno viaje y a partir de un llamado telefónico de su hermana doctora, Jeevan se entera que un brutal virus ha llegado al país y que ella le recomienda no solo tomarlo en serio sino encerrarse en su casa con alimentos para pasar allí un buen tiempo. Sin poder dejar a Kirsten en su casa, los dos –y un montón de carritos de supermercados– se acomodan en la casa de Frank, el hermano de Jeevan y se quedan ahí durante varias semanas. Al salir, el mundo como lo conocíamos ya no existe más. Y, cuando uno lee «20 años después» y ve un descampado en medi o de la nada, es como si nunca hubiese existido.
Episodio a episodio la serie irá develando más historias del pasado/presente que se conectan con las del futuro o que van narrando cómo muchos de los personajes que vemos llegaron hasta ahí. Fundamentalmente veremos que la Kirsten ya adulta (interpretada por Davis, la actriz de TERMINATOR: DESTINO OCULTO y BLADE RUNNER 2049, entre otras) se incorpora a la troupe shakespereana en cuestión –la chica después de todo tiene mucha experiencia en eso– y que anda de acá para allá con su novela gráfica de ciencia ficción favorita, llamada «Station Eleven», cuya relevancia en el mundo real todavía está por verse.
En los episodios futuristas (que, en realidad, parecen ser del pasado, dado que los medios de transporte y la tecnología vuelven a ser muy básica, además del más campesino ambiente) veremos las complicadas pero cariñosas relaciones que la chica mantiene con los otros integrantes del grupo conocido como The Traveling Symphony, una colección sexualmente fluida de músicos, artistas y actores que más bien parecen miembros de una banda hippie californiana de los ’60 que vive en una comuna campestre. Y allí las cosas se complican con la aparición de un sujeto que se hace llamar El Profeta (Daniel Zovatto) quien, como su nombre de algún modo lo indica, no hace más que traer divisiones, problemas y la amenaza de violencia. La presentación de los personajes y de sus relaciones está muchas veces conectada con obras de Shakespeare que funcionan como espejo y comentario de algunos de los problemas y situaciones que atraviesan o atravesaron.
Pero la serie va también al pasado y al presente (del 2000 al 2020, digamos) para ir introduciendo a otros personajes, muchos de ellos conectados con la figura de Lander. El episodio tres está dedicado a su ex esposa, Miranda (Danielle Deadwyler), quien es también la autora de la novela que termina quedando en manos de Kirsten, y se centa en la complicada relación de la mujer con Lander. El quinto, en tanto, tomará como eje a los pasajeros de un vuelo que quedan varados en un aeropuerto que se va paulatinamente deshabitando. La situación empeora con el correr de los días y los que quedan ahí (entre ellos, el mejor amigo y la segunda mujer de Lander con su hijo) empiezan a volverse problemáticos de una manera no tan distinta a la que hemos visto en la pandemia real. Y en el séptimo Kirsten recuerda (y se conecta con su versión infantil) los días que pasó en la casa de Jeevan y de su hermano Frank encerrada tras el comienzo de la pandemia.
En muchos casos, la serie conecta presente y futuro de un modo si se quiere metafórico. Mientras Kirsten actúa escenas de «Hamlet» va recordando situaciones del pasado que la inspiran o atormentan y, en otros momentos, lo que conecta a esos dos tiempos narrativos son personajes específicos que mostrarán que los sobrevivientes del mundo devastado están mucho más interconectados de lo que suponen. Pero quizás la apuesta más fuerte de la serie es plantearse el rol del arte y de la cultura en una sociedad literalmente arrasada donde ha quedado tan poco de nuestro presente que hasta existe algo llamado el Museo de la Civilización.
Dirigida con un tono bastante enigmático y curioso por un grupo de directores que incluye a Hiro Murai (ATLANTA) y a Jeremy Podeswa (SIX FEET UNDER) y con un guión craneado fundamentalmente por el novelista Patrick Somerville –que viene de hacer lo propio en una serie como THE LEFTOVERS, de similar enrarecido estilo–, STATION ELEVEN tiene una premisa fascinante y escenas surreales pero, quizás por la propia estructura narrativa, no termina de ser del todo atrapante. Hay algo, además, un tanto forzado y estudiado en la manera en la que los personajes se mueven y se relacionan que seguramente desacomodará a más de un espectador que espera un tratamiento más realista. Es una serie estilizada, que utiliza recursos no muy usuales en este tipo de formatos, y a la que cuesta acomodarse al menos un par de episodios.
Pero la «incomodidad» no tiene tanto que ver sus conexiones con la pandemia real sino con cierta extrañeza de la propuesta, una que recuerda a varias de las series mencionadas como antecedentes de guionista y directores. Así como ATLANTA o THE LEFTOVERS son (o fueron) series cuya extravagancia formal y narrativa tiene fanáticos y detractores, quizás suceda lo mismo con STATION ELEVEN. No es, claramente, una serie típica sobre una catástrofe mundial sino una que trata de investigar la manera en la que los seres humanos se comportan ante circunstancias adversas y hasta desesperantes. Es cierto que a algunos puede traerles malos recuerdos y preferirán no tener ganas de lidiar con una historia que tiene algunos puntos en común con lo que pasó y aún está pasando. Pero es una serie cuya mirada está puesta más en la humanidad que en la enfermedad y cuyo tema es eso misterioso que, a pesar de todo lo que sucede a nuestro alrededor, nos hace todavía querer seguir viviendo en este planeta. O en lo que queda de él.