Festivales: crítica de «Nothing Compares», de Kathryn Ferguson (Sundance)
Este documental sobre la vida de Sinéad O’Connor va desde su difícil infancia en una muy católica Irlanda a las controversias que complicaron su carrera a principios de los años ’90.
Ustedes no habían nacido –esto no es un chiste de Twitter sino probablemente verdad–, pero los que tenemos «cierta edad» recordamos claramente aquellos años en los que Sinéad O’Connor se convirtió en una super-estrella y, apenas un poco después, desapareció del mapa enredada en un escándalo que ya entonces parecía bastante absurdo y al que hoy, directamente, se lo puede apreciar en toda su dimensión: ridículo, humillante, agresivo, de un nivel de maltrato descomunal. NOTHING COMPARES, un documental sobre la vida de la cantante irlandesa que fundamentalmente se ocupa de su vida hasta ese momento de 1992, arranca mostrando unas breves y rápidas imágenes de uno de esos momentos, sobre el que volverá al final. Sinéad, entre desafiante, sorprendida y abrumada, escuchando como muchas personas la abuchean al salir a un escenario a cantar. Si no saben porqué, este documental los sorprenderá. Si lo saben –que es lo más probable– servirá para conocer más detalles de la vida de la cantante a la que deberían dejar de llamar «controvertida».
Con un formato tradicional en el que se mezcla muchísimo material de archivo en video de la época –entrevistas públicas, shows en vivo, material de sus muy buenos videoclips, muchos de los cuales dirigió John Maybury y así–, algunas reconstrucciones y entrevistas en off a personas relacionadas a su vida entonces y a artistas a las que influenció, NOTHING COMPARES narra con eficiente claridad la vida de esta chica a la que todo el mundo parecía definir como «problemática» a través de una infancia llena de cambios de colegios, encierros en conventos (los terribles Asilos de las Magdalenas) y una tormentosa relación con su complicada y religiosa madre. Sinéad, con rotunda claridad, atribuye casi todos esos males al poder de la iglesia católica en su Irlanda natal que, dice, arruinó la vida de su madre y de la madre de ella y así, a través de generaciones.
Tímida y desafiante a la vez, con un corte de pelo que en los ’80 causaba un absurdo impacto, portadora de una entonces llamativa androginia en su manera de vestir, Sinéad combinaba también una voz etérea de mucha influencia celta con una presencia y postura más agresiva que lo tradicional, especialmente en una cultura como la irlandesa en la que, se repite en el film, se esperaba que las mujeres siempre tuvieran un rol más servil y amable, como amas de casa y aún siendo artistas. Sinéad desafió también ese rol servil y muy rápidamente (no llegaba a los 20 años) estaba grabando su primer álbum («The Lion and the Cobra«, de 1987), teniendo su primer hijo y haciéndose famosa en Gran Bretaña primero y en los Estados Unidos después.
No eran años sin complicaciones. El sello discográfico se oponía a su embarazo, a su look asexuado, a algunos detalles de su imagen (vean sino las diferencias entre la áspera tapa inglesa y la más reposada tapa norteamericana de ese álbum) y a los arreglos de su disco pero, finalmente, Sinéad se salió con la suya y el éxito la acompañó. Fue en 1990, sin embargo, y gracias a la canción «Nothing Compares 2 U» –cuyos derechos los herederos de Prince, compositor del tema, no cedieron para la película por lo que no es escucha aquí– que se convirtió en una super-estrella. Pero lo principal, especialmente en esta época, estará en algunas situaciones que ella generó y que fueron ganándole enemigos, más que nada en los Estados Unidos y no solo en los sectores más conservadores.
Si no los conocen, lo que sigue puede entrar en la categoría de spoilers. Sinéad tuvo su primer conflicto público al negarse a tocar en un show en Estados Unidos ya que pusieron el himno de ese país –que en ese momento estaba en guerra en Oriente Medio– antes de que saliera al escenario. Y sus desafíos al establishment continuaron creciendo de ahí en más hasta llegar al brutal uno-dos que se dio en 1992 cuando la cantante, tras recitar un tema de Bob Marley en vivo en el programa Saturday Night Live, rompió en pedazos una foto de Juan Pablo II llamándolo «el verdadero enemigo» por los abusos sexuales de los curas que la iglesia católica siempre cubrió. Lo que siguió fue un escándalo internacional que terminó por volverse del todo absurdo cuando, unos días después, la cantante fue abucheada por buena parte del público (no todos, se escuchan muchos aplausos también) que asistió al multiestelar concierto aniversario en homenaje a Bob Dylan.
La cantante va contando sus sensaciones en los distintos momentos de su vida, tanto en las entrevistas realizadas para el documental como en las de la época. Y su perspectiva es fundamental para entender los efectos de lo que fue un brutal escarnio del que, es claro, nunca se recuperó del todo, ni personal ni profesionalmente. Artistas como Kathleen Hanna, Peaches o John Grant, entre otros, dejan en claro lo influyente que fue esta mujer que, sin dudas, se adelantó a su tiempo. Y si bien la película deja prácticamente de lado buena parte de las tres pasadas décadas de su vida, se verá también su influencia en lo que luego se dio en llamar el movimiento #MeToo, especialmente en los cambios socioculturales que fueron teniendo lugar en Irlanda y las denuncias contra los abusos de los curas que se dieron a conocer la década pasada en ese país.
La película se terminó antes de la que quizás sea la mayor tragedia de la vida de Sinéad. Hace pocas semanas se dio a conocer la noticia de que su hijo Shane se había suicidado a los 17 años, apenas antes de la presentación de este documental en Sundance, y luego se supo que ella fue internada de urgencia unos días después. Y si bien NOTHING COMPARES prácticamente ignora el resto de su vida y carrera, eventos como ese dejan en claro que la cantante ha seguido rodeada de un sino trágico y que seguramente mucha de esa oscuridad que la rodea está ligada a las diversas formas de presión, agresión y maltrato que ha sufrido desde siempre. Agresiones y maltratos sobre los que viene gritando –melódicamente, pero gritando al fin– con su extraordinaria voz.