Berlinale 2022: crítica de «Concerned Citizen», de Idan Haguel (Panorama)

Berlinale 2022: crítica de «Concerned Citizen», de Idan Haguel (Panorama)

por - cine, Críticas, Festivales
16 Feb, 2022 06:21 | 1 comentario

Un hombre hace una denuncia policial por un asunto nimio pero de ahí en más todo se desencadena de una manera tal que su vida cambia radicalmente en este inteligente y provocativo drama israelí.

Un incidente en apariencia mínimo puede ser revelador y quizás hasta cambiar las vidas de muchas de las personas involucradas en él, aunque sea lateralmente. En CONCERNED CITIZEN, una inteligente película israelí que trata de poner el dedo en la llaga en una serie de complicados temas contemporáneos relacionados con los cambios culturales ligados a las migraciones, todo comienza de una manera banal. Ben se ha mudado con Raz a un coqueto departamento en el sur de Tel Aviv, en un barrio de bajos recursos de la ciudad en el que viven en su mayoría inmigrantes africanos de Eritrea y Sudán. La suya es la clásica pareja progresista –en este caso, gay– que parece feliz en el lugar pero, a la vez, sueña con que pronto el barrio «mejorará» y se volverá más atractivo para la clase media. Son material típico de lo que se da por llamar «gentrificación».

Entre sus objetivos están, como dicen los libros, plantar un árbol y tener un hijo. Lo primero lo hacen rápidamente. Ben (Shlomi Bertonov), queriendo mejorar el aspecto del barrio, planta un árbol flaquito y de apariencia un tanto frágil frente a su casa y lo observa crecer. Lo segundo es un poco más complicado pero parecen avanzar en ese sentido también, contratando un servicio de «embarazo subrogado» en el que se les propone mujeres de diversos países, etnias y aspectos, cuya selección –que consiste además en preguntarle a la empresa cómo cada una de estas mujeres vive o se alimenta– se deja ver como un tanto extraña, por no decir perturbadora. La pareja, digamos, carga con varias de las contradicciones del privilegiado «progre».

Pero todo explota de una manera inesperada cuando Ben ve que hay dos jóvenes del barrio, de origen africano, apoyados en su flaco arbolito y moviéndolo. Baja a decirles que tengan cuidado pero, casi sin darse cuenta, lo siguen moviendo. Fastidiado, Ben decide llamar a la policía y, por decirlo suavemente, las cosas ahí se complican rápidamente con una brutal serie de hechos inesperados por su violencia. Y lo que pasa shockea al propio Ben, que jamás imaginó que su denuncia podía derivar en un hecho tan violento que hasta podría haber tenido consecuencias fatales.

De ahí en adelante todo se descalabra emocionalmente para Ben, que debe lidiar de manera más evidente con esas contradicciones que no parecía ver antes. Pero su recorrido no es lineal sino más bien contradictorio y eso enrarece y le da algunas características inesperadas a la película del israelí Idan Haguel. Por momentos Ben parece convertirse en un aliado de sus vecinos ante los sufrimientos que atraviesan (una secuencia en el gimnasio al que va parece dejar en claro eso) pero en otros empieza a obsesionarse con la idea de vender el departamento e irse del barrio. Todas esas contradicciones aparecen juntas en una escena en la que intenta ofrecerle el departamento a una potencial compradora que es claramente racista y a la que Ben –que no se reconoce como tal, claro– mira con fastidio. ¿Pero son realmente tan distintos o solo los diferencia una cierta sensación de culpa?

Otra inteligente y hasta arriesgada apuesta de Haguel pasa por poner a una pareja gay como protagonista de su relato, ubicándolos en un lugar de privilegio y poder que los acerca más al rol de victimario que al de víctima. En ese conflicto es donde aparecen factores culturales pero también económicos, que son los que a fin de cuentas separan a unos de otros. Y si bien el tema del embarazo parece pasar a segundo plano durante buena parte del film, es otro ángulo interesante para analizar las contradicciones que conllevan los cambios sociales y culturales de los últimos tiempos.

El único punto en donde la película parece enredarse un poco es a la hora de encontrar un cierre adecuado a su casi irresoluble problema. Quizás tratando de extremar algún gesto que avive la controversia o el debate, Haguel decide cerrar su historia de una manera que no se corresponde demasiado con la lógica interna del relato ni de los personajes. Pero se trata de un problema relativamente menor ya que la película logra en casi todo su breve y potente metraje tener al espectador atento y expectante respecto a las posibles derivaciones de ese episodio. No tanto desde lo estrictamente policial (la cuestión no pasa tanto por ahí) sino desde lo psicológico.

Su CONCERNED CITIZEN logra además hacer algo que es muy difícil en este tipo de relatos: que podamos sentir cierta empatía por su protagonista, que aún cuando lo vemos hacer y decir algunas barbaridades podamos entender sus razonamientos y porqué se comporta de la manera en la que lo hace. Sería mucho más fácil para el director transformar a Ben en un villano nefasto del cual el espectador bienpensante pudiera separarse y, cómodamente, juzgarlo. Pero no lo hace y logra llevar a todo el que mira su película a preguntarse qué es lo que él haría ante esas circunstancias. A muchos no les gustaría escuchar ni admitir las posibles respuestas.