Berlinale 2022: crítica de «Nobody’s Hero», de Alain Guiraudie (Panorama)
En esta curiosa comedia del director de «Stranger By the Lake» un hombre tiene que lidiar con la sospecha de que el chico al que acogió en su casa puede ser un terrorista que acaba de cometer un atentado.
La tranquila ciudad de Clermont-Ferrand se ve conmovida por un atentado terrorista en la nueva comedia de Alain Guiraudie. Sí, es una comedia. Aunque su tema no parezca demasiado gracioso, la búsqueda del realizador francés en NOBODY’S HERO va por el lado cómico. Obviamente que su intención por detrás de las extrañas y confusas aventuras de sus protagonistas pasa por hablar, más que nada, de los prejuicios y las contradicciones con las que los franceses se enfrentan a este tipo de actos, pero su tono bordea el absurdo durante la mayor parte del tiempo, aunque no siempre con los resultados deseados.
El protagonista aquí es un tal Médéric (Jean-Charles Clichet), un programador de software que se ve enredado inesperadamente en lo que parecen ser las consecuencias del atentado. El ataque lo sorprende en pleno acto sexual en un hotel con una veterana prostituta de la zona de la que se ha enamorado. De hecho, él le presta muy poca atención a la noticia cuando aparece en TV –lo sorprende trabajando, digamos–, pero todo cambia cuando a la noche se topa en la puerta de su casa con un adolescente de origen árabe que le pide plata. El chico, Selim (Iliès Kadri), después termina consiguiendo gracias a una vecina dormir en el hall del edificio para cubrirse de la lluvia. Médéric primero llama a la policía (curiosamente hay dos films en la Berlinale que plantean una situación similar) pero luego le da culpa y termina ayudando al chico a quedarse ahí.
De a poco, Selim va metiéndose más y más en su vida casi a punto de vivir con él. Pero Médéric no deja de sospechar que el joven pudo haber estado ligado al atentado. Ve en sus emails algunos videos jihadistas y, conversando con los vecinos, se topa con dos diferentes posiciones al respecto: ayudarlo o denunciarlo. Curiosamente, el vecino que quiere deshacerse de él es musulmán y el que no tiene problemas con el chico es lo que uno podría considerar un tipo bastante xenófobo. Y alrededor de esa situación tensa –Selim empieza a tener problemas con otros jóvenes árabes del barrio– y también bastante absurda –un día Médéric lo encuentra durmiendo en su cama– va avanzando esta peculiar comedia.
Pero esta es solo una parte de la historia. En paralelo, Médéric sigue obsesionado con Isadora, la prostituta en cuestión interpretada por la realizadora Noémie Lvovsky. Y eso lo lleva a entrar en conflicto con el marido de la señora, que acepta que ella se prostituya por dinero pero le pone mal enterarse que ella disfruta especialmente sus sesiones con algún cliente o se engancha con él. No solo eso, el tal Médéric –que, convengamos, no es un tipo demasiado atractivo ni interesante– también es «stalkeado» sexualmente por una compañera de trabajo. Se ve que, pese a su anodino aspecto, el hombre tiene algunos talentos secretos.
En algún punto ambas historias se cruzarán –hay otras también, ligadas al dueño del hotel y a la chica que atiende allí– de un modo que intenta sumar comicidad a la propuesta, pero no siempre lo logrará. Guiraudie es más efectivo cuando se mete a lidiar con las contradicciones humanas de los protagonistas y no tanto cuando apuesta a un humor un tanto más grueso y directo. El director de STRANGER BY THE LAKE arma un film sobre los prejuicios y las apariencias, tratando de apuntar a cómo de distintos modos asumimos cosas que pueden no ser reales y las damos por sentadas. Médéric no puede ser un sex symbol porque no lo parece y Selim sí puede ser un terrorista porque su look lo «condena» cuando acaso la realidad sea completamente diferente.
Un consejo: sea más concreto en cuanto a informar sobre detalles como los origenes del chico en cuestión ( eso de referirse a él como «un árabe» es de una enorme vaguedad), por más que en Francia caigan en «etiquetas». Aparte, «musulmán» no es sinónimo de árabe y viceversa. Menos todavía un una señal racial, étnica o nacional. Simplenente es identificación de fe que solo a ese ámbito debe adscribirse y contextualizarse.