Berlinale 2022: crítica de «That Kind of Summer», de Denis Côté (Competencia)
La nueva película del realizador canadiense explora las vidas de tres mujeres «hipersexuales» que pasan un mes en una casa de campo como parte de un experimento académico.
La idea de pasar un verano con tres mujeres hipersexuales en una casa campestre suena como el inicio de un mal chiste o la premisa de una película porno. Pero UN ÉTÉ COMME ÇA (THAT KIND OF SUMMER) no es ni una cosa ni la otra. Este drama del realizador canadiense de GHOST TOWN ANTHOLOGY parte de esa punto de partida para crear un drama psicológico en el que se exploran las vidas de estas tres mujeres a lo largo de los 26 días que pasan en una casa de campo. Allí participan en un experimento académico en el que, se les aclara de entrada, no se intenta curarlas de nada.
Las tres mujeres son bastante distintas entre sí. Gaëlle, a quien le gusta que la llamen Geisha (Aude Mathieu), parece ser la más joven y es la más sexualmente provocativa, al menos de una manera ostensible, del trío. Rapada y con un aro en el labio inferior de su boca, la chica parece un cliché de una persona «horny», alguien que está buscando y atacando potenciales presas todo el tiempo, dentro y fuera de la casa. Léonie (Larissa Corriveau) es más seria, reconcentrada y, queda claro enseguida, también una mujer bastante torturada por una serie de eventos que tuvieron lugar en su infancia y con los que, a su manera, lidia. Eugénie (Laure Giappiconi) es la más misteriosa de la tres y, a la vez, por momentos la más intensa. Dedica buena parte de su tiempo a pintar, a ver porno en el celular (sus 90 minutos permitidos de conexión diaria los usa para eso) y, a diferencia de las otras, comunica poco y nada sus sensaciones y sentimientos. Al menos en un principio.
Las mujeres están allí voluntariamente, como parte de un experimento universitario que se hace anualmente en ese lugar y en el que se tratan de entender sus deseos, sus necesidades y ver si en un ámbito diferente pueden modificar algunos de sus hábitos más compulsivos. Hay una terapeuta alemana llamada Octavia (Anne Ratte Polle) que debe reemplazar a la habitual encargada de este estudio y que no sabe bien con qué se va a encontrar. Y a ella la acompaña Sami (Samir Guesmi), un trabajador social amable y considerado que ya pasó por experiencias previas de este tipo y parece tener todo controlado.
A lo largo de los casi 140 minutos que dura la película veremos una serie de experiencias personales y grupales, además de conversaciones y confesiones de algunas de las protagonistas. Por lo que cuentan y por lo que se ve –la película no es excesivamente gráfica pero las historias que cuentan son bastante francas– queda en claro que los placeres sexuales de las tres mujeres no son muy convencionales. Piensan en sexo todo el tiempo (debe ser la película con más masturbaciones de la historia) y, cuando pueden hacerlo dentro de las posibilidades de este «retiro» (tienen un día libre que aprovechan a fondo), es evidente que buscan emociones fuertes. Y Octavia, que tiene su propia crisis sentimental personal, parece la más afectada por lo que ve y escucha a su alrededor.
A partir de una premisa que tiene todo para ser explosiva (si bien ya sabemos qué haría Lars von Trier con un tema así porque ya lo hizo, imagínenla en manos de Ulrich Seidl o Gaspar Noé), Côté elige algo que podríamos calificar como discreción. En lugar de construir un psicodrama lleno de situaciones extremas entre las protagonistas y sus «examinadores», el realizador prefiere enfocarse por un lado en sus historias y obsesiones personales (que son extremas, pero en su gran mayoría las tenemos que imaginar) y, más que nada, en crear un espacio cinematográfico que las contenga. Usando de modo extraordinario el material fílmico, capturando la naturaleza en toda su expresión (la luz, los bosques, los lagos) y permitiendo que sea la cámara la que cuente la historia, el director de BESTIAIRE construye una suerte de Edén paralelo en el que las normas están un tanto corridas del eje más convencional.
Côté no solo es inteligente a la hora de evitar un exceso de morbo visual (salvo por una secuencia, la película deja todo en fuera de campo) sino que también presenta una situación interesante de analizar en relación a los juegos de poder que existen en el sexo. Por más que tengan deseos en muchos casos bastante degradantes o sumisos –sus historias suelen tener que ver con relaciones sexuales violentas y/o con varios hombres a la vez–, ellas no se consideran víctimas ni tampoco usadas, algo que no siempre Octavia parece lograr entender. Y menos aún Diane (Josée Deschênes), la señora que prepara las comidas en la casa y que las mira como si fueran alienígenas. Sami, en tanto, se resguarda «profesionalmente» de todo intento de seducción de las chicas. Que no son nada discretos, claramente.
De una atmósfera extraña pero fascinante, de esas películas que pasan volando y uno no sabe bien cómo, THAT KIND OF SUMMER prefiere «provocar» más desde lo intelectual que desde un clima cinematográfico perturbador. Las historias de las chicas pueden ser turbulentas y algunos de sus traumas bastante densos, pero Côté prefiere incorporarlos como parte del espectro de sexualidades posibles y no hacer con ellas un espectáculo perverso ni nada parecido. No hay curas ni «retiros espirituales» para personas como las protagonistas de este film. El deseo puede ser extraño, perverso, peculiar. Pero por más que culturalmente se intente negar cualquier tipo de ambigüedad en la materia –algo que parece sugerir el enigmático final de la historia–, esta película generosa ubica esos deseos y comportamientos bajo la misma luz que nos ilumina a todos.