Berlinale 2022: crítica de «Unrest», de Cyril Schäublin (Encounters)

Berlinale 2022: crítica de «Unrest», de Cyril Schäublin (Encounters)

por - cine, Críticas, Festivales
15 Feb, 2022 03:59 | Sin comentarios

Los movimientos anarquistas empiezan a hacerse presentes en Suiza, a fines del siglo XIX, entre los obreros de una explotadora fábrica de relojes. En la competencia Encounters de la Berlinale.

En una aparentemente tranquila aldea suiza los operarios de una fábrica de relojes trabajan con dedicación y cuidado. Corre el año 1877 y, en pleno proceso de industrialización, aparecen a la vez algunas ideas cuestionadoras que ponen en duda no solo el sistema de trabajo sino el del funcionamiento social. Son los anarquistas, que van dando a conocer sus ideas entre los trabajadores de la fábrica, entrando en conflicto con los dueños y las autoridades del lugar. Pero esto es Suiza. Nadie grita ni se enoja demasiado. Como mucho un policía le pedirá a otro amablemente que se retire o algún empresario hará un comentario entre irónico y preocupado sobre la creciente popularidad de esta ideología política.

En UNREST, título que refiere a esa incomodidad laboral que se va sintiendo y a un implemento clave en el funcionamiento de los relojes, más que contarse una historia de modo convencional lo que se hace una pintura de una sociedad en un lugar y momento determinados. No se trata de un clásico relato de época sino que Schäublin, que viene de familia de relojeros y deja en evidencia su conocimiento en la cantidad de planos en los que se detalla la fabricación de estos objetos, prefiere utilizar un registro más distanciado y clínico, como si su cámara estuviera ahí registrando lo que pasa pero sin subrayar absolutamente nada.

Uno de los primeros personajes que se destaca es un tal Pyotr, un cartógrafo ruso que viene a trabajar en los mapas de la región y que rápidamente se involucra con los anarquistas locales que se dedican a apoyar a otros movimientos alrededor del mundo, a financiar un periódico y a tratar de difundir sus ideas de todas las maneras posibles. Habiendo una elección municipal pronto, deciden que no votarán a ningún candidato sino que dejarán en sus (nulas) boletas el reclamo por la construcción de una comuna, similar a la que unos años antes se intentó montar en París y que terminó en un sangriento fracaso.

Los que trabajan en la fábrica lo hacen en condiciones deplorables. Josephine es una de ellas. Interesada en Pyotr, es de las que se ocupan de los procesos más milimétricos de la producción, de esa pequeña «unrest wheel» que parece ser el corazón del funcionamiento de los relojes. A ella –y a todos sus compañeros de trabajo– les descuentan cada minuto que se toman, les cuentan los segundos que tardan en cada procedimiento y hasta la fábrica tiene una hora diferenciada que la municipalidad (y que el ferrocarril, que tiene otra) para que los obreros trabajen hasta el último segundo, de ser posible.

Los anarquistas locales que están en la empresa, los que están afuera y el mismísimo Pyotr –cuyo trabajo en realidad es otro y pasa gran parte de su tiempo en los cercanos valles de Jura– tratan de acabar con este cruento sistema. Pero, ¿cómo hacerlo en un lugar tan regulado que hasta el dueño del bar tiene prohibido venderles bebidas a los que están atrasados en el pago de sus impuestos? ¿Cómo hacer para ser ellos los que recuperen el control sobre su tiempo y no dejarlo todo en manos de aquellos que quieren explotarlos?

UNREST es una película política sutil, inteligente, que se maneja en un tono bajo pero que deja ver en las constantes y mínimas humillaciones que sufren los trabajadores la opresión propia del sistema. Esa precisión en el armado de los relojes se conecta con la forma austera y por momentos en exceso mecánica del film. Y la metáfora del tiempo está reflejada también en cada plano en detalle de los relojes mientras van siendo armados. Cuando llega la hora de votar es evidente que los poderosos tienen todo controlado como para que nada realmente cambie. Y esas pequeñas trampas al sistema –decidir quién puede votar y quién no en función de una serie de requisitos– no son tan distintas a las que siguen existiendo en muchos países democráticos hoy mismo. Quizás, en el fondo, la democracia no sea otra cosa que el sistema político más útil para los que controlan el tiempo y el espacio que usan y ocupan los demás.